La escasez de agua pone en jaque la rentabilidad del mango andaluz

La sequía y el calor adelantan la temporada y reducen el tamaño del fruto en las costas de Málaga y Granada. El sector pide más infraestructuras de riego y plantea sustituir los cultivos tropicales por pistachos

Trabajadoras en la planta de producción de mango de Trops, en Vélez-Málaga.Daniel Luque (EFE)

Quien consuma mangos con frecuencia lo habrá notado. La fruta de origen nacional, cuya temporada ronda los meses de septiembre a noviembre, es ahora más pequeña de lo habitual. La tradicional pieza media de 500 gramos ha sido sustituida por una de 300. No es casualidad. La falta de lluvia y las altas temperaturas en las costas de Málaga y Granada, el territorio donde se cultiva, le han impedido crecer. Ese menor tamaño ha dificultado su llegada al mercado y los agricultores han vendido su producción a un precio muy inferior al de otros años. Es una rareza en un sector hasta ahora ...

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Quien consuma mangos con frecuencia lo habrá notado. La fruta de origen nacional, cuya temporada ronda los meses de septiembre a noviembre, es ahora más pequeña de lo habitual. La tradicional pieza media de 500 gramos ha sido sustituida por una de 300. No es casualidad. La falta de lluvia y las altas temperaturas en las costas de Málaga y Granada, el territorio donde se cultiva, le han impedido crecer. Ese menor tamaño ha dificultado su llegada al mercado y los agricultores han vendido su producción a un precio muy inferior al de otros años. Es una rareza en un sector hasta ahora tan rentable que ha crecido a gran ritmo en los últimos años. Y una señal de alarma para el futuro porque el cambio climático trae malas noticias: la sequía será cada vez más recurrente, como el calor. La escasez de infraestructuras para garantizar agua es la guinda y ya hay productores que arrancan árboles de aguacate o planean sustituir sus cultivos tropicales por pistachos, necesitados de menos riego.

La comarca de la Axarquía, en Málaga, acumula unas 4.500 hectáreas de las 5.000 de mango que hay en España. Las restantes están en la cercana Costa Tropical, ya en Granada. Las características de ambas áreas son las mismas: inviernos templados y veranos suaves. Es lo habitual, salvo este año. Las temperaturas nocturnas en julio fueron muy elevadas y aceleraron, la maduración de una fruta que no crecía por falta de lluvia. Como consecuencia, la campaña se adelantó a finales de agosto, dos semanas antes de lo común, con un fruto más pequeño que el tradicional. “El mercado no esperaba ese calibre y todo arrancó muy mal”, destaca Domingo Medina, presidente de la Asociación Española de Tropicales. Las grandes superficies no lo compraban y los precios se desplomaron: el kilo de mango se vendía a 25 céntimos cuando el año anterior rondaba el euro. Todo lo que sea cobrar por debajo de 70 céntimos supone perdidas para el productor.

Antonio Rodríguez, secretario provincial de COAG Málaga, decía entonces que el sector estaba “herido de muerte”. Relató que había agricultores que ni siquiera habían recogido la cosecha y que muchos ya sabían que iban a perder dinero esta campaña. Tanto las organizaciones agrarias como las grandes empresas del sector insistían a las comercializadoras de que los mangos tenían la misma calidad que otros años. O incluso mejor, porque al tener menos agua su concentración de azúcar es mayor y su sabor, más dulzón. Ambas partes hicieron concesiones. Los mangos aparecieron en los lineales, pero más baratos. El consumidor compró. Semana a semana la situación se enderezó. Y ahora, en la recta final de la campaña, cuando casi todo el mango está ya recogido, la demanda se ha recuperado.

“Al final nosotros hemos vendido todo razonablemente bien para como empezamos. Si el tamaño hubiese sido el habitual, el rendimiento económico hubiera sido mejor, pero es que el campo es así. Estas cosas pasan en la agricultura”, afirma Enrique Colilles, máximo responsable de Trops, firma de productores que aglutina a unos 1.300 productores de mango. “Eso sí, quien no está dentro de grandes empresas u organizaciones como Trops, lo ha pasado muy mal”, subraya. La compañía que dirige ha vendido unas 15.000 toneladas de esta fruta, casi la mitad de la producción nacional, unas 32.000 toneladas. De ellas, apenas 6.000 se han quedado en España compitiendo con mangos de Brasil y Sudáfrica. La mayoría de la cosecha ha viajado a Europa, con Portugal, Francia y Alemania como principales mercados.

En la Asociación Española de Tropicales saben que la tormenta perfecta que ha sufrido el mango, como antes el aguacate, no será la última. “Puede ser que haya más episodios como este”, reconoce Domingo Medina. La ciencia lo confirma. “Todos los modelos indican que, como consecuencia del cambio climático causado por la actividad humana, los episodios de climatología más extrema han venido para quedarse. Entre ellos, uno que afecta a la cuenca mediterránea: un aumento de las temperaturas máximas en verano y una disminución de las precipitaciones”, señala Iñaki Hormaza, investigador del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) y la Universidad de Málaga.

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Es justo lo que ha ocurrido este año. Desde las instalaciones de La Mayora, finca en la propia Axarquía, parte del equipo de Hormaza trabaja en estudiar qué variedades de mango y aguacate necesitan menos agua y se adaptarán mejor al entorno. Eso sí, el especialista subraya que la situación climática obliga a buscar fuentes adicionales. Depuradoras con agua regenerada, desaladoras y nuevas tecnologías son soluciones que la Administración promete, pero desarrolla con lentitud. A cambio, se suceden las restricciones y el campo se seca, con el embalse de La Viñuela está al 9,76% de su capacidad. En el último año hidrológico recibió 242 litros por metro cuadrado de lluvia, apenas la mitad de su media histórica según los datos de la Red Hidrosur.

“Tenemos que adaptarnos al clima de Málaga y replantearnos los cultivos si queremos sobrevivir”, asegura Pablo Toré. A sus 39 años dirige una finca familiar de 11 hectáreas que su padre compró hace cuatro décadas con mayoría de aguacates, que fue sustituyendo por mangos porque necesitan menos agua. Dispone de pozos, sondeos y dos balsas que suman 21 millones de litros de agua, pero no es suficiente para regar sin la ayuda de la lluvia. Este año han recogido 40.000 kilos cuando en 2020 —para sus árboles los años pares son de carga, es decir, los de mayor producción— fueron 100.000. A los agricultores del entorno les ocurre igual. Y algunos analizan ya la posibilidad de sustituir sus tropicales por pistachos, que necesitan menos aporte hídrico y tienen buen precio en el mercado. Toré, junto a su hermano Nono, también sondeó hace siete años otras posibilidades para mejorar la rentabilidad. Entonces lanzaron la marca Exotic Fruit Box, en cuya web ya venden directamente al consumidor la mitad de sus mangos. También otra quincena de frutas tropicales como maracuyá, papaya, lichi o mangostán. Pronto, quizá, también incluyan pistachos.

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