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Butrón a ninguna parte en dos celdas de la cárcel de Logroño

Descubiertos tras dos lavabos sendos agujeros hechos por reclusos para intentar una fuga casi imposible porque no llevaban al exterior

Vista exterior del Centro Penitenciario de Logroño, donde se registró este martes el intento de fuga.Foto: RAQUEL MANZANARES (EFE) | Vídeo: EPV
Óscar López-Fonseca

Los funcionarios del Centro Penitenciario de Logroño desbarataron este martes lo que pretendía ser un plan de fuga al descubrir dos butrones (agujeros practicados para atravesar una pared) en sendas celdas de la prisión. Los boquetes, ocultos tras los lavabos, estaban en una fase inicial, según coinciden en señalar varias fuentes penitenciarias consultadas, que añaden que, aunque se hubieran finalizado, el éxito de la evasión era “muy improbable”. Según detallan estas fuentes, si los reclusos implicados hubieran terminado los orificios “no les hubieran llevado al exterior de la cárcel”, sino a los patinillos, huecos ciegos por los que discurren las diferentes conducciones del centro. A través de ellos, los internos podrían haber aspirado a acceder a los tejados del centro ―”algo también bastante complicado”―, pero aún lejos del otro lado del muro. Por estos hechos, han sido sancionados los tres reclusos que ocupaban las dos celdas, uno de los cuales se vio involucrado en un segundo incidente horas después al agredir a un funcionario de prisiones.

El intento de evasión fue descubierto a última hora de la tarde cuando los funcionarios a cargo de la vigilancia del módulo 5 escucharon unos ruidos extraños procedente de una de las celdas. Al acudir, descubrieron que el lavamanos había sido arrancado y que en esa parte de la pared un preso había comenzado a hacer un agujero. Tras el hallazgo, los funcionarios iniciaron un registro en profundidad en las otras 47 celdas del módulo. En una de ellas, también tras el lavabo, se encontró el segundo butrón, este de mayor tamaño. Según los primeros indicios, los reclusos supuestamente habían utilizado partes del perchero de la celda para excavar el boquete.

Tras el hallazgo, los reclusos presuntamente implicados fueron trasladados al módulo de aislamiento. Allí, uno de ellos, tras ser informado de que por el incidente quedaba suspendida su participación en una salida con otros reclusos que había prevista, agredió al trabajador penitenciario que se lo comunicaba y le ocasionó lesiones en una mano que han requerido atención médica. Instituciones Penitenciarias investiga si en el incipiente intento de fuga hubo algún tipo de planificación previa por parte de los internos.

Reclusos conflictivos

El suceso ha provocado las críticas de las principales organizaciones sindicales de funcionarios de prisiones. La mayoritaria ACAIP-UGT achaca el incidente a la decisión de Instituciones Penitenciarias de ingresar en la cárcel de Logroño ―una prisión antigua y pequeña que alberga a 290 internos― a reclusos conflictivos para los que el centro “no está preparado”. Este sindicato denuncia que “en los últimos seis meses se ha producido un incremento en el número de internos que ronda el 20%” en este centro, algunos de los cuales asegura que cuentan con “expedientes disciplinarios graves”. En la misma línea se manifiesta la CSIF, que denuncia también una falta acuciante de funcionarios de prisiones en la cárcel riojana, que algunas fuentes cuantifican en 40 trabajadores.

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Desde 2005 hasta ahora, se han registrado más de 10.000 quebrantamientos de condena en cárceles españolas, aunque la mayoría son detenidos poco después. De esta cifra, el número más alto se produjo cuando los presos aprovecharon el disfrute de un permiso para no retornar al centro penitenciario. El último caso conocido ha sido el de Anselmo Sevillano, un conocido narco que aprovechó una de estas salidas cuando ya disfrutaba del tercer grado penitenciario o semilibertad para no retornar al Centro de Inserción Social (CIS) de A Coruña donde cumplía condena. Fue detenido en Marbella un mes después tras una accidentada persecución en coche, aunque un juez lo dejó posteriormente en libertad.

Otro número importante de quebrantamientos se produce durante salidas para acudir a los juzgados, cuando están ingresados en centros hospitalarios o al realizar una actividad cultural fuera de la cárcel. El pasado 26 de abril, dos internos de la cárcel de Aranjuez aprovecharon una de estas últimas, en la que iba a visitar el Palacio de esta localidad y comer en un restaurante, para escaparse. Cuando estaban en este último local, pidieron permiso para ir al baño y aprovecharon el momento para darse a la fuga. En mayo del año pasado, Adolfo Q. S., un recluso de otra cárcel madrileña, la de Valdemoro, aprovechó una visita al Museo Thyssen, en la capital, para huir a la carrera antes de iniciar la visita.

Las evasiones desde dentro de la cárcel, como la que supuestamente pretendía realizar los tres reclusos de la prisión de Logroño, son las menos. Desde 2005, solo se han contabilizado 23, según los datos del Ministerio del Interior a los que ha tenido acceso este diario. Las más célebres de estas fugas se produjeron entre septiembre y diciembre de 2020. Una fue la que protagonizó Bilal M. en la cárcel de Melilla, quien trepó desde el patio al tejado del centro y, desde allí, salió al exterior. Fue detenido 17 horas después tras subir a las redes sociales vídeos en los que alardeaba de su huida. “Estoy aquí, con mi madre, para darle un beso”, aseguraba en uno.

Los otros dos huidos son Jonathan Moñiz, El Piojo, y su hermano Miguel Ángel, que el 5 de diciembre del mismo año escaparon de la cárcel de Valdemoro. Un tercer interno fracasó en el interno. Los hermanos Moñiz fueron detenidos meses después por separado. Según la investigación, su fuga exigió un largo proceso de preparación en la que los hermanos consiguieron elaborar una rudimentaria llave para entrar en un cuarto utilizado como almacén y de cuya ventana serraron los barrotes para salir al tejado del centro. A través de ellos, recorrieron el centro penitenciario hasta llegar a la última valla del perímetro, que superaron con la ayuda de una soga fabricada por ellos. Por aquellos hechos fueron investigados un funcionario y dos guardias civiles, que no atendieron a las alarmas cuando saltaron.

Nueve días después de esta evasión, Interior impartió instrucciones a los directores de todos los centros penitenciarios para revisar los sistemas de seguridad e instar a que se aplicaran las medidas contempladas en los protocolos para evitar fugas. Desde entonces, solo se han producido dos fugas más, ambas en 2022.

Incidente en la prisión de León

Este martes, cuando se descubrió el intento de fuga en la cárcel de Logroño, otro centro penitenciario registró un incidente. Sobre las 11.25 de la mañana, un grupo de presos del Centro Penitenciario de Mansilla de las Mulas, en la provincia de León, incitó a sus compañeros del módulo a protestar por la muerte, horas antes, de otro recluso por causas aparentemente naturales. Durante la protesta, que tuvo momentos de elevada tensión, según reconocen varias fuentes consultadas, se rompió mobiliario de las celdas y obligó a acudir a la directora y miembros de su equipo directivo para intentar apaciguar los ánimos. Fuentes sindicales aseguran que estos llegaron a estar “retenidos” durante cerca de una hora. Instituciones Penitenciarias afirma, sin embargo, que “en ningún momento se perdió el control del módulo” y que los funcionarios que consiguieron reconducir la situación “pudieron entrar y salir del lugar cuando quisieron”. Durante el incidente, un funcionario resulto herido. El sindicato ACAIP-UGT ha denunciado que los presos que protagonizaron el incidente “siguen haciendo vida normal". Para la CSIF, el suceso es una muestra más de "la escalada de violencia en las cárceles". Por su parte, la Asociación Profesional de Funcionarios de Prisiones (APFP) critica "la falta de personal, la falta de medios y la no consideración de los funcionarios de prisiones como agentes de la autoridad".  

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Sobre la firma

Óscar López-Fonseca
Redactor especializado en temas del Ministerio del Interior y Tribunales. En sus ratos libres escribe en El Viajero y en Gastro. Llegó a EL PAÍS en marzo de 2017 tras una trayectoria profesional de más de 30 años en Ya, OTR/Press, Época, El Confidencial, Público y Vozpópuli. Es licenciado en Periodismo por la Universidad Complutense de Madrid.

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