Silencio y añoranza

¿Cómo descubrió el joven acróbata que justo en ese punto del espacio funcionaba un hilo de la Red en la que prácticamente el resto del mundo vivimos felizmente atrapados?

Alexei Dudoladov, en lo alto del abedul en el que encuentra conexión móvil, en Omsk, una región de SiberiaYevgeny Sofiychuk (TASS / Getty Images) (EPS)

Lo que se ve en la foto es una persona encaramada a un abedul. Lo que no se ve es la temperatura (unos 10 grados bajo cero), aunque sí se aprecia la capa de nieve que cubre, como una mortaja, ese paisaje completamente muerto.

La imagen se obtuvo en Omsk, una región de Siberia donde la conexión a internet aparece donde le da la gana. En este caso le ha dado la gana manifestarse en ese árbol, a unos 10 metros de altura, y allí es donde ha ido a buscarla un pobre alumno de ingeniería naval que estudia a distancia desde que la pandemia cerrara los centros educativos de su zona. Ahí lo tiene...

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Lo que se ve en la foto es una persona encaramada a un abedul. Lo que no se ve es la temperatura (unos 10 grados bajo cero), aunque sí se aprecia la capa de nieve que cubre, como una mortaja, ese paisaje completamente muerto.

La imagen se obtuvo en Omsk, una región de Siberia donde la conexión a internet aparece donde le da la gana. En este caso le ha dado la gana manifestarse en ese árbol, a unos 10 metros de altura, y allí es donde ha ido a buscarla un pobre alumno de ingeniería naval que estudia a distancia desde que la pandemia cerrara los centros educativos de su zona. Ahí lo tienen, haciendo equilibrios con su ordenador, para conectarse, como cada día, a Zoom.

Todo, pues, en orden. Nosotros le daríamos un sobresaliente sin necesidad de que se examinara. Ahora bien, ¿cómo descubrió el joven acróbata que justo en ese punto del espacio funcionaba un hilo de la Red en la que prácticamente el resto del mundo vivimos felizmente atrapados? No tenemos ni idea, pero lo hizo y ello demuestra la dependencia que generan esas frecuencias invisibles que nos conectan con el mundo. Usted mismo, si vive en un lugar un poco aislado, habrá encontrado ya ese rincón único, a la par que mágico, de su casa donde hay cobertura para el móvil. Pasé dos días en un hotel rural donde sólo podías hablar por teléfono sentado a horcajadas en el bidé del cuarto de baño y con la cabeza ligeramente ladeada hacia la ducha. Fuera de ese punto espacial, todo era silencio y añoranza. Intenté averiguar cómo habían dado con esa localización los dueños del hotel, pero prefirieron no decírmelo.

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