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“Mi sitio está aquí, en Ucrania”

Miles de voluntarios nacionales y extranjeros se han desplegado dentro y fuera de las fronteras ucranias para asistir a los más vulnerables. Un homenaje en forma de fotogalería a través de la historia, palabras y motivación de una de ellas Olha

Cuando todos huían, ellos decidieron quedarse para proteger a sus compatriotas. Jóvenes voluntarios como Olha acuden cada día a la estación de tren de Úzhgorod, al oeste de Ucrania, para paliar el trauma de las familias que huyen de la guerra en el este.Juan Haro (Unicef)
Olha, de 36 años, lidera la brigada móvil de voluntarios en su ciudad natal. Acaba de recibir la llamada de una mujer que viaja desde Kharkiv y necesita ayuda urgente en la estación de tren. “Su marido ha muerto en el frente de Mariupol y se lo acaban de comunicar… Vamos para allá”.Juan Haro (Unicef)
Desde el 24 de febrero, compaginan trabajo y familia con su labor voluntaria. Equipados con un teléfono móvil y un chaleco, decenas de voluntarios y voluntarias recorren las calles de la ciudad de Úzhgorod, situada en la frontera con Eslovaquia, para atender las necesidades humanitarias de cientos de familias, principalmente niños y mujeres llegados del este del país.Juan Haro (Unicef)
En el camino a la estación, Olha relata cómo cada persona reacciona diferente a la muerte o pérdida de un ser querido. “Algunas se quedan mudas y con la mirada perdida, otras niegan la realidad, otras se vuelven agresivas e insultan. Mi labor en esos primeros instantes tras conocer la noticia es llevarlos a un sitio tranquilo, escuchar, entender sus sentimientos y empatizar con ellas”. La mayoría, son madres viudas y traumatizadas que tratan de procesar el presente sin sus maridos o sin sus hijos. “Es un drama”. La mujer de la llamada acepta la ayuda de Olha y le explica desconsolada que solo quiere volver a casa y encontrar el cuerpo de su marido para darle el último adiós.Juan Haro (Unicef)
Olha desempeña la labor de psicóloga en el grupo. Es la líder innata del colectivo de voluntarios apoyados por Unicef en su ciudad. La unidad está compuesta por un médico, una trabajadora social, una abogada y un conductor. Desde el inicio de la guerra se han hecho amigos. "Estamos unidos por el deber de ayudar a nuestra gente", admiten. Son una piña y cada noche, antes de dormir, todos siguen los consejos y la coordinación de Olha en su grupo de WhatsApp.Juan Haro (Unicef)
Además, en su otra vida lejos del voluntariado, Olha también es profesora de preescolar, monitora de aikido y amante de la jardinería. “El día 25 me llamaron del colegio para avisar de que se suspendían las clases temporalmente. Al mismo tiempo, una amiga me enviaba un mensaje para decirme que Kharkiv estaba siendo bombardeado. En ese instante me fui directamente al centro de evacuación de la ciudad para recibir a los miles de desplazados que venían de las zonas bajo bombardeos. La gente llegaba histérica a la estación. Así empezó todo y, desde entonces, no he parado de hablar con familias traumatizadas”, cuenta.Juan Haro (Unicef)
Unos niños juegan con soldados en miniatura en uno de los centros de acogida en Úzhgorod. Dos semanas después del inicio de la guerra, Olha conoció a un niño de Irpin que no era capaz de compartir su experiencia. Tartamudeaba y rompía a llorar cada vez que conversaban. Su madre le contó que un misil les había volado por encima y estallado a pocos metros de casa. Tras varios días de terapia por separado, su madre recuperó poco a poco su entereza, la seguridad en sí misma y la confianza de su hijo. “Al mismo tiempo que su madre mejoraba, el crío me contaba poco a poco lo sucedido y cómo la energía de su madre le había generado un pánico incontrolable al recordar lo sucedido. Llevo años trabajando con niños y es increíble ver como absorben y perciben los sentimientos y emociones de sus padres”, explica.Juan Haro (Unicef)
Varias familias desplazadas desde Odessa llegan a la estación de tren de Úzhgorod. Según los psicólogos que trabajan en Ucrania, el trauma de una madre o un padre puede interferir drásticamente en la capacidad para relacionarse y proteger a sus hijos en momentos de estrés y ansiedad como una guerra. El apego a un hijo se ve afectado por la transmisión del trauma y el pequeño acaba sucumbiendo al mismo trastorno. La guerra en Ucrania está teniendo un impacto devastador en la salud mental de los 7,5 millones de niños del país, con más de 4,3 millones de ellos desplazados. Niños como los de la estación de Uzgorod, llegan profundamente traumatizados por la violencia que los rodea. Sus familias están aterrorizadas, en estado de 'shock' y desesperadas por estar a salvo. Hasta la fecha, Naciones Unidas estima que 226 niños han muerto y 319 han resultado heridos, pero se sospecha que las cifras reales son mucho más altas.Juan Haro (Unicef)
Al suroeste del país, la región ucraniana de Transcarpatia se ha convertido en uno de los principales enclaves donde se trasladan los ucranios para escapar de los bombardeos. Su relieve montañoso dificulta el acceso de tropas y maquinaria militar. Por ello, familias del este de país llegan diariamente en tren o autobús a su capital, Úzhgorod, para pasar la noche en los gimnasios y colegios convertidos en centros de acogida o para quedarse varios días hasta decidir la siguiente parada.Juan Haro (Unicef)
Los trabajadores humanitarios y voluntarios que trabajan en zonas de conflicto también necesitan cuidar de su propia salud mental. “Para ayudar a otros, tú tienes que estar bien primero. Y eso se nota cuando trabajamos. En mi caso, voy a terapia y me apoyo en mi pasión por la naturaleza. Cuando tengo un día duro, salgo a mirar las estrellas o riego las plantas con mi padre. Desde pequeña les ayudo en el jardín. Me relaja y me ayuda a distraerme. Los descansos también son importantes. Cuando veo que un compañero está cerca del 'burnout', les pido descansar y desconectar. Es difícil en tiempos de guerra, cuando nuestros amigos y familiares están decaídos, pero tenemos que mantenernos unidos y fuertes. Para esto nos quedamos, para ayudar a los desplazados. Nuestro sitio está aquí, en Ucrania”, asegura Olha.Juan Haro
Unicef apoya hasta 21 grupos de voluntarios como el de Úzhgorod con entrenamiento, materiales y ayuda financiera por su labor en todo el territorio ucraniano. Gracias a la labor de equipos como el de Olha, más de 31.000 niños y sus cuidadores han recibido servicios de apoyo psicosocial y de salud mental de emergencia y más de 12.000 se han beneficiado de la gestión de casos y referencias a las autoridades locales. Además, gracias a línea gratuita de atención a la infancia, más de 4.000 mujeres y niños han sido atendidos con servicios contra la violencia de género en todo el país.Juan Haro (Unicef)
Las brigadas móviles de voluntarios representan una generación de jóvenes ucranios decidida a permanecer en su país. Muchos de ellos se despidieron de sus familias, amigos y parejas que huyeron a países vecinos para sumarse a un movimiento que aúna compromiso y un sentimiento de hermandad. Se conocieron en barrios, refugios, y estaciones a lo largo y ancho del país. “Estamos muy unidos. Cuando alguien baja los brazos, otro nuevo se suma. El cansancio hace mella, pero no vamos a abandonar nuestros puestos”, afirma Olha bajo la mirada de admiración de sus padres.Juan Haro (Unicef)
Mientras apura un café, Olha recibe otra llamada. “Mañana esperamos un tren lleno de familias de Kramatorsk. Tengo que organizar al equipo. Es el cumpleaños de mi padre, pero entenderá que no puedo celebrarlo con él”, continúa Olha. Ese tren nunca llegó a la estación de Úzhgorod. Los miembros del equipo comparten entre ellos las fotos desgarradoras publicadas en Telegram. Más de 50 personas, incluidos cinco niños, acaban de ser asesinadas tras un ataque en la abarrotada estación en la región de Donetsk, al este de Ucrania. Olga abraza a una de las madres que llora en la estación tras conocer la noticia. “Siempre que veo a una madre llorando, la abrazo fuerte. Puedes ayudar compartiendo tu energía y tu fuerza con ellas. Nos necesitan”, concluye.Juan Haro (Unicef)