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Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

No es la bandera

El “patriotismo cívico” de Ciudadanos no debería ser más nacionalismo

Albert Rivera durante la presentación de la plataforma 'España ciudadana', el domingo en Madrid. En vídeo: Entrevista al líder de Ciudadanos en la Cadena SER.Foto: atlas | Vídeo: J.J.Guillen (EFE) / ATLAS

Ciudadanos presentó este domingo la plataforma España ciudadana, con la que pretende sumar a su proyecto a gente de ideologías y preferencias políticas distintas. El gancho es España, una España desacomplejada que exhibe con orgullo sus símbolos: himno y bandera. Al proyecto lo llaman patriotismo cívico y el mensaje es que surge para “hacer frente al nacionalismo y al populismo”. La lógica avidez electoral del partido de Albert Rivera no dudó, sin embargo, en proponer una puesta en escena que, paradójicamente, estuvo llena de guiños sentimentales al nacionalismo, en este caso el nacionalismo español. El momento culminante de esa estrategia fueron las lágrimas de Marta Sánchez tras cantar los versos que ella misma ha puesto a la Marcha real. La apelación a las emociones, el servirse de España como elemento cohesionador con el que enfrentarse al independentismo catalán, la falta de concreción de ese significante vacío, el de patriotismo cívico,donde puede entrar cualquier cosa: los responsables de Ciudadanos parecen pensar que cuando viene de ellos se pueden permitir cualquier licencia, por populista o facilona que parezca.

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El discurso que está detrás de esta nueva iniciativa de Ciudadanos no es nuevo. Lo importante, lo han dicho desde hace años, es recuperar un proyecto de España que ayude a sumar y que no divida, un proyecto que genere ilusión y que supere los viejos complejos heredados de la batalla contra la dictadura, que se ocupó de convertir los símbolos de la nación en patrimonio exclusivo de los franquistas. La saludable y desenfadada reivindicación de los grandes pasos que ha dado la España democrática que Ciudadanos hizo en Cataluña le ha permitido convertirse en la fuerza más votada allí, además de servir como una oportuna válvula de escape para la asfixia provocada por el apabullante discurso soberanista. Un signo de ese hartazgo fue la aparición de banderas españolas en los balcones de todo el país como respuesta a las esteladas independentistas. Ciudadanos ha querido aprovechar esa marea y hacerla suya como combustible electoralista que rasca en las emociones más elementales para sumar contra el otro. Pero es ahí donde yerra el tiro.

No existe, salvo en la estrategia del independentismo, una batalla entre la nación española y la catalana, así que no deberían usarse símbolos que son de todos como perdigones para erosionar a los rivales. Tiene razón Rivera cuando dice que no hay que pedir perdón por usar la lengua o la bandera españolas, pero eso no quiere decir que haya que convertirlas en armas arrojadizas contra un supuesto enemigo común.

No hay tal enemigo. Cataluña es parte de España y la gravísima herida que ha provocado el llamado procés es que ha aglutinado a casi la mitad de los catalanes en torno a la promesa de que estarían mejor si se independizan. Pero ese problema no se arregla poniéndole lágrimas y palabras al himno de España sino proponiendo políticas que, bajo el techo común de la Constitución y el Estatuto, sirvan para restablecer los lazos rotos. Rivera tiene muchas ganas de tener el éxito de Macron y con una aparente candidez ha querido copiarle el truco de la bandera. No es suficiente. Lo importante es el contenido, y en ese sentido el acto del domingo ofreció muy poco.

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