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Seis libros de esta semana

La estudio de Ángel Viñas sobre los sobornos de Churchill y March a los generales franquistas, las crónicas de Svetlana Alexiévich sobre los huérfanos bielorrusos o los relatos de Rachel Cusk sobre el amor

Un profesor les encarga a sus alumnos comentar un cuadro del Greco, no con ánimo de juzgarlo sino de sacar algo de él. Les anima a escribir un relato a partir de la contemplación de la obra: inventar una historia, ponerse en la piel del pintor o imaginarse que son uno de los personajes, incluso un narrador ajeno al asunto. El caso es que se metan allí y olviden todo lo demás: “En cuanto vislumbren la idea, láncense”, les aconseja. Un estudiante titula su ejercicio “Lo que no se ve”, y redacta una relación de cosas que quedan fuera de la vista.Anagrama
El periodista acostumbra rondar más los palacios que los barrios, por mucho que entre sus principales cometidos figure dar voz a quienes no la tienen. Eso es justamente lo que ha hecho Svetlana Alexiévich en toda su obra, en la que cientos de personas comunes narran sus vivencias íntimas de algunas catástrofes del siglo XX: el accidente nuclear de Chernóbil, la invasión de Bielorrusia por las tropas alemanas en 1941, la Gran Guerra Patriótica a través de los ojos de las mujeres rusas que decidieron ir al frente, las secuelas de la guerra de Afganistán… O el hundimiento de la URSS, que condujo al suicidio a cientos de comunistas desesperados.Debate
A contraluz es una novela extraña. ¿Eso es bueno o es malo? Depende del tipo de lector que se enfrente a ella. A muchos escritores y lectores exquisitos les entusiasmará. A los lectores más convencionales les producirá perplejidad. Su protagonista, una escritora inglesa, viaja a Atenas para participar en unos cursos literarios durante unos días. En el mismo avión, en el viaje, comienza a hablar con su vecino de vuelo (que se llamará siempre así: “mi vecino de vuelo”), quien impudorosamente le cuenta toda su vida, la historia de sus dos matrimonios fracasados y las relaciones con sus hijos.Libros del Asteroide
Sylvia Molloy recuerda haber visitado a su abuela paterna poco antes de su muerte, a los cuatro años, pero no recuerda en qué lengua le habló. Nacida como hija de hijos de ingleses y franceses en Argentina, la autora habla tres idiomas desde su infancia con resonancias y afectividades distintas: el inglés es la lengua del padre, la de la escolarización y la de una vida adulta vivida casi por completo en Nueva York; el francés es la del desamparo lingüístico de la madre (que no lo hablaba), las canciones de Charles Trenet, los estudios en Francia; el español es la de las conversaciones familiares, el pudor infantil, la ficción. Decidir en qué idioma se dirigió a su abuela paterna no sólo es importante para determinar la naturaleza de su recuerdo, sino también para trazar un ámbito, el de las incertidumbres del bilingüismo.Eterna Cadencia
La bautizaron con un nombre muy romántico, The Cavalry of St George, aunque se trataba de una operación que de romántica no tenía un pelo: sobornar a un buen puñado de generales y algún que otro civil con el propósito de evitar la entrada de España en la guerra que, por desgracia, como rezaba la orden de neutralidad dada por el jefe del Estado a todos los súbditos españoles, enfrentaba a Alemania e Italia con Inglaterra. Caballeros de San Jorge eran, como ya dejó claro Denys Smith, los destinatarios de las guineas con que Gran Bretaña pagaba en el continente a quienes defendían en medio de las guerras sus intereses. En esta ocasión, el Gobierno de Su Majestad no se anduvo con tacañerías: millones de libras llenaron los bolsillos de los Varela, Aranda, Orgaz, Kindelán, Galarza, Asensio y el hermano Nicolás, entre otros, con la mediación de Juan March, que Mercedes Cabrera dibujó como maestro en el cultivo de relaciones financieras y comerciales con alemanes y británicos.Crítica