Jugar al escondite
Comparto con Mariano Rajoy el gusto por el juego del escondite, pero con algunas diferencias. A mí me gusta, por ejemplo, esconderme del jugador al que le toca buscar; a él, de los periodistas, de los debates y de las situaciones comprometidas. A mí me gusta esconderme en algún rincón de la casa; a él, tras una agenda, un televisor de plasma, en el palacete de Doñana o en la casa de Bertín Osborne. Ahora bien, que yo juegue al escondite, teniendo una edad similar a la de Rajoy, puede resultar chocante; pero, que lo haga él, siendo presidente del Gobierno y aspirante a seguir siéndolo, me parec...
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Comparto con Mariano Rajoy el gusto por el juego del escondite, pero con algunas diferencias. A mí me gusta, por ejemplo, esconderme del jugador al que le toca buscar; a él, de los periodistas, de los debates y de las situaciones comprometidas. A mí me gusta esconderme en algún rincón de la casa; a él, tras una agenda, un televisor de plasma, en el palacete de Doñana o en la casa de Bertín Osborne. Ahora bien, que yo juegue al escondite, teniendo una edad similar a la de Rajoy, puede resultar chocante; pero, que lo haga él, siendo presidente del Gobierno y aspirante a seguir siéndolo, me parece lamentable. Me parece digno de lamento —por antidemocrático— que nos prive a los ciudadanos de la oportunidad de comparar sus propuestas con las del resto de candidatos.— Pedro Serrano.
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