Carolina Marín se rompe la rodilla en París cuando acariciaba la final olímpica de bádminton
La española estaba a punto de eliminar a la china He en el segundo set de la semifinal cuando su rodilla derecha, operada en 2019, la paralizó
Carolina Marín volaba, más flexible, ágil y fuerte que nunca, cuando su rodilla derecha se rompió al posarse sobre la pista en una acción cualquiera, en plena disputa de la semifinal de bádminton en los Juegos de París, este domingo por la mañana. Se desplomó sobre un costado y volviéndose hacia su entrenador, Fernando Rivas, que la miraba desde el banquillo a cinco metros, le dijo: “Me he roto”.
El técnico, compañero de una vida de la deportista a la que entrenó desde niña, se llevó las manos a la cara. Nadie más cualificado que la víctima de dos roturas de ligamentos cruzados para emitir el diagnóstico de una tercera. Carolina abandonó la competición que se celebra en el pabellón de la Porte de la Chapelle tras interrumpir la semifinal de bádminton ante la china He Bing Jiao en el segundo set. Ganaba por 10-6 después de haberse impuesto en el primero por 21-14. Su rival parecía fuera de sí, resignada a la derrota. La española tenía la medalla de plata a su alcance cuando en la disputa de un juego cualquiera hizo un mal apoyo siguiendo la trayectoria del volante y se desplomó emitiendo un gemido. Su abatimiento fue espontáneo. Permaneció inmóvil. El entrenador acudió a consolarla con un abrazo, pero el último acto de la tragedia se había completado. Llorando desconsolada en el camerino, dio por acabada una de las epopeyas más maravillosas, difíciles y duras que ha producido la historia del deporte español. Su entrenador fue el primero en saberlo. “No quería que mi carrera acabara así”, le dijo.
“Carolina está hundida”, confesó Rivas, tras acompañarla al vestuario. “Esto ha sido muy cruel. No tenemos palabras. El nivel al que vino, cómo ha ido de menos a más en la competición, y con la determinación que afrontaba la semifinal... es muy duro. Pero hay que hacer las pruebas y estar tranquilos. Hay que aceptar lo que hay”.
El recuerdo pesado de las roturas de ligamentos cruzados que sufrió en 2019 y 2021, una vez en cada rodilla, descendió sobre la pista verde. La rodilla derecha, la misma que se tocaba preocupada, fue la primera en lesionarse, durante el Másters de Indonesia, en 2019. La recuperación fue durísima. Tan dura como la recuperación de la segunda rotura de cruzados, pero no tan intimidante como la memoria del trauma que la condenó a perderse los Juegos de Tokio tras ganar el oro en Río 2016. Durante años, luchó por soportar el dolor, dominar el miedo, y volver al máximo nivel. Cuando este año conquistó el All England, el torneo de más solera del bádminton, confirmó su reaparición y apuntó al oro en París. El sueño de la jugadora de 31 años se apagó este domingo. Cuando la final, y al menos la medalla de plata, parecía una realidad.
Gritos de mucha angustia y dolor de Carolina Marín. Nos tememos lo peor...#Paris2024 pic.twitter.com/ADQPUZ54gO
— Eurosport.es (@Eurosport_ES) August 4, 2024
Después de una exploración y una interrupción de unos minutos, Carolina se incorporó. Tras un largo y angustioso silencio, el público aplaudía. Chinos, franceses, españoles. “¡Vamos Carolina! ¡Sin miedo!”, gritó un forofo. Ella se dirigió al banquillo, visiblemente coja, y se encasquetó una rodillera negra. Volvió a la pista. El partido se reanudó. He Bing Jiao ganó los dos puntos. La española intentó hacer un esfuerzo explosivo para responder a un golpe de su adversaria pero se quedó a medio camino. No conseguía ni apoyar el pie sin sufrir un espasmo. Se volvió y se fue al fondo de la pista, a desplomarse, arrodillada, en posición fetal, a llorar antes de reconocerle al juez que se retiraba.
“Es evidente que Carolina se había recuperado excelentemente bien de sus operaciones de rodilla, de lo contrario no habría podido competir al nivel que lo hizo en estos Juegos”, explica Diego García Germán, que como traumatólogo de la federación de deportes de invierno cuida de las rodillas de los esquiadores, especialmente exigidas. “Desgraciadamente, por muy bien que operemos y rehabilitemos el riesgo cero no existe. La re-rotura es una realidad cuya incidencia aumenta en relación con el nivel de actividad del paciente. Si haces deportes recreativos, la tasa de reincidencia de rotura de ligamento cruzado es del 5%-10%; pero en algunos deportes de máximo nivel aumenta al 30-40%. Por factores anatómicos, de reactivación muscular, hormonales, en casos de mujeres el riesgo de rotura y re-rotura es más alto que en los varones. Si el deporte que practican no es ciclismo o piragüismo, sino que es como el bádminton o el baloncesto, en donde se hacen saltos, se pivota y se rota, la probabilidad es la máxima”.
Ni un solo caso
Las lesiones de rodilla en el bádminton son habituales. Tan frecuentes como terminales en el deporte de raqueta más rápido que existe. “Nunca una jugadora de bádminton se ha recuperado de una rotura de ligamentos cruzados”, decía Carolina antes de viajar a París, “lo que ocurre es que en Asia hay muchas, y ni los países ni las federaciones hacen el esfuerzo de recuperar a las lesionadas”. Sobreponerse a dos roturas parecía imposible en un juego que exige los apoyos más extremos, los escorzos más forzados, en continuas carreras hacia adelante y hacia atrás para saltar haciendo gestos serpentinados en los que muchas veces se pierde el sentido del espacio en el aire. Los tobillos y las rodillas, que deben soportar los aterrizajes, sufren las consecuencias. “Los seres humanos no hemos nacido para hacer estos movimientos”, explicó hace meses Guillermo Sánchez, el preparador físico de Carolina Marin, autor de un verdadero trabajo de filigrana para rehabilitar a la jugadora.
“Ya no puedo pensar en la final olímpica”, decía la china He, virtualmente derrotada, pero clasificada, sin poder reprimir las lágrimas. Carolina abandonó el pabellón sin hablar en púbico.
El pabellón en pleno se puso en pie para ovacionar a la jugadora vencida por su cuerpo mientras dejaba el escenario. Como tantas veces a lo largo de su vida, Carolina Marín luchaba en la frontera de lo inconcebible. Si hubiera ganado el oro olímpico en París, la chica que emigró de Huelva a Madrid con 14 años para conquistar el remoto reino asiático del bádminton, se habría convertido en la primera jugadora de la historia en conquistar dos campeonatos olímpicos y dos mundiales.
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