Djokovic y los calambres neutralizan a Alcaraz

El número uno sufre un colapso muscular cuando había logrado igualar con el serbio, que se postula a su 23º grande y a su tercer título en París (6-3, 5-7, 6-1 y 6-1)

Alcaraz se duele durante el partido contra Djokovic. Foto: JEAN FRANÇOIS BADIAS (AP / LAPRESSE) | Vídeo: EPV

Un hermoso litigio, hasta que todo salta por los aires. Feísimo cierre. Tercer parcial, segundo juego y, en su intento por restar, Carlos Alcaraz se suspende en el aire, traza el escorzo para golpear una derecha y, al caer, siente que se ha roto. Ahí termina la semifinal. Continúa la acción, pero el partido ha muerto. No abandona el español, pero está todo dicho. Otra vez, la desgracia, el infortunio. El físico y Carlitos. Calambrazos de arriba abajo. Le duele el gemelo, el cuádriceps, la ingle. Le duele el alma. ...

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Un hermoso litigio, hasta que todo salta por los aires. Feísimo cierre. Tercer parcial, segundo juego y, en su intento por restar, Carlos Alcaraz se suspende en el aire, traza el escorzo para golpear una derecha y, al caer, siente que se ha roto. Ahí termina la semifinal. Continúa la acción, pero el partido ha muerto. No abandona el español, pero está todo dicho. Otra vez, la desgracia, el infortunio. El físico y Carlitos. Calambrazos de arriba abajo. Le duele el gemelo, el cuádriceps, la ingle. Le duele el alma. El Roland Garros que tantísimo deseaba se esfuma y Novak Djokovic —“lo siento mucho por él, es un competidor increíble; ganará este torneo muchas veces, no tengo ninguna duda”— aterriza en su séptima final en París, la 34ª de un Grand Slam: 6-3, 5-7, 6-1 y 6-1, tras 2h 23m. Queda el serbio a un solo paso de su vigesimotercer grande y de recuperar el trono mundial; solo puede impedirlo el noruego Casper Ruud, superior a Alexander Zverev (6-3, 6-4 y 6-0) y al que se le presenta la reválida tras la derrota de hace un año contra Nadal.

Mal sabor de boca en el Bois de Boulogne, este viernes de bochorno. Es un crío. “No puede ser”, lamenta el murciano en el instante en el que termina el sueño. “No puede ser, tío”, le dice a su preparador el número uno. “No es solo aquí, es aquí y aquí y aquí”, le transmite al fisio. “Me voy a dar una oportunidad…”, le dice a la jueza de silla, Aurélie Tourte, quien en actitud casi maternal, le precisa que si detiene el desarrollo pierde el juego y que después, cuando el chico (20 años) ya ha sido atendido, decide exclusivamente él. Sigue Alcaraz, pero acaba este asalto a París y el viejo orden (de momento) prevalece. Otro accidente. En enero fue el abdominal (antes de viajar a Australia); en marzo (en Río de Janeiro), una pierna; el curso pasado, otro percance en el core (noviembre, París-Bercy) y ahora el físico (castigado por la tensión) vuelve a frenarlo en un momento delicado, cuando había conseguido equilibrar un episodio de máxima exigencia con el veterano tótem de los Balcanes, 16 años mayor.

Antes de que todo estalle, en la central hay aroma de gran día y Djokovic, que se las sabe todas, trae a la fiesta el esmoquin y luce sus mejores galas. El serbio, definitivamente, sale de la madriguera. Es Nole (36 años) en toda su expresión, el serbio imperial, el portentoso, el dominante; excelso en todos y cada uno de sus golpes. Magistral en la interpretación. Sube y baja de marcha, cambia alturas, arquea el tiro para evitar que el chico golpee cómodo y tira descaradamente a su revés, una y otra vez. Ahí está la llave, piensa. No porque el de Alcaraz flaquee por ahí, de ningún modo, sino porque no quiere ni por asomo que el de enfrente tenga la más mínima oportunidad de sacar a pasear su derecha, ese drive tan bestial que en esta ocasión, durante el primer tramo, pierde presencia.

Alcaraz cojea en el instante del percance.Jean-Francois Badias (AP / LAPRESSE)

El español parte con tres errores, cosa rara. Su primera dejada, abierta, se va al pasillo, y la segunda se la adivina Djokovic, que el día anterior había estado ensayando media hora cómo intentar abortar ese recurso. Se miden en la red, y el de Belgrado se hace inmenso, sin dejar un solo hueco. “¡I-de-mo, I-de-mo, I-de-mo!”. “¡Vamos, vamos, vamos!”, le arropan desde la tribuna sus compatriotas. El revés de Djokovic secciona, encuentra una y otra vez la línea de fondo desde ambos perfiles e impone su plan. Mete una marcha u otra, según le convenga, y Alcaraz empieza a perderse en ese laberinto mental en el que tantos y tantos han caído. Entra de cabeza en el cenagal. Djokovic empezó a jugar este partido desde el día 1 en París, disfrazado de corderito.

Antes, un reverso antológico

Jamás se puede subestimar su categoría ni su fiabilidad. A la primera que tiene, la dentellada es descomunal. Rompe y se agiganta. Dudas, dudas y más dudas hasta la semifinal, pero a la hora de la verdad, se redimensiona, levita por la Chatrier, cierra puertas —cinco opciones de break anuladas en los cinco primeros intentos que dispone el murciano— y envuelve el duelo de la pastosidad que le interesa. Bota una y mil veces la bola, se eterniza en cada servicio, ralentiza cuando sopla el viento y el polvillo se le mete en los ojos. Djokovic, el estratega. El cacique. Angula con tiralíneas y rocía el juego de trampas. Y Alcaraz, que hasta este punto del torneo había navegado en aguas mansas, empieza a transmitir su nerviosidad. Está tenso, sufre.

El serbio celebra su victoria sobre Alcaraz. EMMANUEL DUNAND (AFP)
Djokovic y Alcaraz se saludan al término del partido.JULIEN DE ROSA (AFP)
El tenista murciano saluda al público tras el partido.CLODAGH KILCOYNE (REUTERS)
Carlos Alcaraz tras lesionarse durante la semifinal de Roland Garros ante Novak Djokovic.Jean-Francois Badias (AP / LAPRESSE)
Alcaraz es acompañado por Djokovic tras sentir molestias en la pierna. MOHAMMED BADRA (EFE)
Alcaraz es asistido por un médico tras sentir molestias en la pierna.Julian Finney (Getty Images)
Alcaraz se dispone a golpear la pelota para un servicio.KAI PFAFFENBACH (REUTERS)
El serbio se seca el sudor de la frente con la camiseta.EMMANUEL DUNAND (AFP)
El tenista español, durante una jugada en la semifinal ante el serbio.CAROLINE BLUMBERG (EFE)
Sombra del tenista serbio Novak Djokovic, durante una jugada de la semifinal en la pista Court Philippe Chatrier de París.KAI PFAFFENBACH (REUTERS)
Djokovic es atendido por el fisioterapeuta tras sentir molestias en su brazo derecho. CLIVE MASON (Getty Images)
Alcaraz corre tras la pelota lanzada por Djokovic.Thibault Camus (Associated Press/LaPresse)
Una mujer fotografía el partido de semifinales entre Alcaraz y Djokovic desde las gradas.CLODAGH KILCOYNE (REUTERS)
Alcaraz reacciona tras ganar el octavo juego del segundo 'set' contra el serbio Djokovic.Jean-Francois Badias (AP / LAPRESSE)
El serbio Djokovic, durante una jugada frente a Alcaraz. CLODAGH KILCOYNE (REUTERS)
Los espectadores siguen el saque de Novak Djokovic.YOAN VALAT (EFE)
Alcaraz devuelve la pelota a Djokovic.CLIVE MASON (Getty Images)
Alcaraz se seca la boca con la muñequera durante el partido. EMMANUEL DUNAND (AFP)
El serbio Djokovic sirve a Alcaraz durante la semifinal. MOHAMMED BADRA (EFE)
El español Carlos Alcaraz anota de espaldas al serbio durante el tercer juego del segundo 'set'. Jean-Francois Badias (Associated Press/LaPresse)
Djokovic, antes de golpear la bola ante Alcaraz.YOAN VALAT (EFE)
El excampeón de boxeo Mike Tyson, segundo desde la derecha, sigue el partido de semifinales desde el palco.Jean-Francois Badias (Associated Press/LaPresse)
Alcaraz grita tras ganar el segundo set contra Djokovic.Associated Press/LaPresse Jean-Francois Badias (APS)
El murciano Carlos Alcaraz celebra un punto ante el serbio.JULIEN DE ROSA (AFP)
Djokovic, durante una jugada en la pista Court Philippe Chatrier de París.KAI PFAFFENBACH (REUTERS)
El serbio se ve abatido durante la semifinal de Roland Garros.CLIVE MASON (Getty Images)
Alcaraz grita tras perder la oportunidad de romper el servicio a Djokovic.Thibault Camus (AP)
Vista general de la pista con los tenistas Carlos Alcaraz (a la izquierda) y Novak Djokovic.Julian Finney (Getty Images)
Djokovic devuelve la pelota al murciano. EMMANUEL DUNAND (AFP)
Alcaraz sigue la trayectoria de la bola. Associated Press/LaPresse Jean-Francois Badias (APS)
Alcaraz, durante una jugada contra el tenista serbio.JULIEN DE ROSA (AFP)
Djokovic se dispone a golpear la pelota durante la semifinal antes Alcaraz.Christophe Ena (Associated Press / LaPresse)
El tenista serbio Novak Djokovic se dispone a sacar. A la izquierda, los recogepelotas.KAI PFAFFENBACH (REUTERS)
Alcaraz (a la izquierda) y Djokovic posan para los fotógrafos al comienzo del partido.CLIVE MASON (Getty Images)
Carlos Alcaraz (a la izquierda) y Novak Djokovic calientan antes del inicio de la semifinal. LISI NIESNER (REUTERS)
Carlos Alcaraz saluda al público a su llegada a la pista.YOAN VALAT (EFE)
Aficionados de España y Serbia posan con sus respectivas banderas justo antes de empezar la semifinal entre Carlos Alcaraz y Novak Djokovic, este viernes.KAI PFAFFENBACH (REUTERS)

La frase es más que reveladora. Grita primero el tenista, pero a continuación lo hace el chico que idolatra. No logra contenerlo. “¡No ha habido un solo punto de más de cinco golpes, eso es lo que tengo que cambiar!”, se dirige a su banquillo. “¿Voy a ganar a palos a Djokovic a la primera? ¡Pues no!”, se vuelve hacia su técnico, Juan Carlos Ferrero. Salva la primera bola de set, pero al final cede. En cualquier caso, tiene Carlitos ese instinto de supervivencia que diferencia a los mejores. No se rinde, pelea, se invierte a la que puede para conectar y se rebela. Hay partido. Se expresa con otra de sus genialidades, otra maniobra a guardar; esta, directa al Louvre. ¿Es un pájaro? ¿Es un avión? No, es Carlitos, el sprinter con dos piernas como cohetes. Emula al genio Federer —hace 17 años, 2006, ante el argentino David Nalbandian—, al recular a la carrera e inventar un reverso descomunal, violento, plano, milimétrico.

Reacción partisana

Suena el himno partisano, el Bella Ciao que coincide con la reacción. “¡Vamos máquina, a por él!”, lo animan. Car-los, Car-los, Car-los!”, se pronuncia la central. Por fin, araña la rotura, pero se la devuelve Djokovic, irreductible; levanta el serbio un 0-40 y desperdicia acto seguido una oportunidad para 6-5, un revés demasiado escorado al pasillo. Aquí viene Carlitos. Tiene 20 años, pero conoce ya unos cuantos trucos y pone a la grada de su lado, arengándola y enderezándose. Parece no cansarse, a la carrera de aquí allá. Ahora sí, disfruta. Se reengancha, set iguales. Y Nole, que previamente ya había pedido asistencia médica para que le masajeasen el antebrazo, perjudicado de tanto poner la raqueta para repeler los cañonazos, se marcha al vestuario. Necesita rumiar, mirarse al espejo. Se ha definido la manga en matices, pero adivina un posible alud. Nunca se sabrá.

A la vuelta, llega pronto la desgracia y con ella una semifinal patas arriba. Se hace trizas el guion, no hay hilo conductor y sí un escenario incierto. Ni el propio Alcaraz sabe muy bien qué le sucede, contrariado por el incidente y completamente limitado. Se toca una pierna, también la otra; una rodilla, la otra; mira a su box, desconcierto, dolor, rostro desencajado. Le tratan en el vestuario y sigue, pero ya nada tiene sentido y el juego no es juego. Aun así, Nole aúlla, aprieta el puño en cada punto y festeja con rabia. Desconfía de principio a fin. Llueven algunos pitos, pero se retira entre aplausos. Está en su séptima final, a solo el tiro de gracia de su vigesimotercer grande y del récord de los récords. La desdicha de uno es la gloria para el otro.

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