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Egan Bernal vuelve a ser grande

El colombiano gana el Giro de Italia a los 24 años, dos después de una victoria en el Tour de Francia que le convertía en el ciclista del futuro

Egan Bernal celebra su triunfo en el Giro de Italia este domingo. En vídeo, fragmento de la última carrera.Vídeo: MIGUEL MEDINA (AFP) / REUTERS
Carlos Arribas

Egan Bernal es una mariposa rosa, ligero, pedalada alegre, aérea, que llega ante el Duomo apabullante, su color plata coloreado de banderas tricolores, con doble de amarillo, y chillidos, y, sin dejar de pedalear, levanta las alas, los brazos, antes de cruzar la meta, y con ellos abiertos, termina la contrarreloj, casco rosa de hormiga atómica, maglia rosa, y cruza ganador el Giro de Italia y, sin bajarse de la bici siquiera, solo los cierra para abrazar a su amor, María Fernanda, que corre hacia él igual, con los brazos en alto. Tiene 24 años, sigue siendo un niño, y ya ha ganado el Tour, a los 22, y el Giro. Solo en la historia lo habían conseguido antes, ganar las dos a esa edad, Gino Bartali, Felice Gimondi y Eddy Merckx, tres de los más grandes. Tiene derecho a amar, a emocionarse amando, a emocionarse también hablando, sus sentimientos quizás ocultos bajo la máscara anticovid. “Parezco tranquilo, pero por dentro soy una explosión de emociones”, dice, y las palabras salen temblando de su boca. “He podido superar todos los problemas que me han atormentado los dos últimos años ganando el Giro…”

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Ha encontrado la paz Egan, que la goza simplemente oyendo la voz de Xabier Artetxe, su entrenador, que le guía tranquilo en una contrarreloj final que disputa sin arriesgar ni un pelo. Le entrega 30s a Damiano Caruso, al que aventajaba en 1m 59s en la general, segundo al final, a 1m 29s, y aumentando hasta 4m 15s la diferencia sobre el tercero, el inglés Simon Yates, a quien el Giro le niega el abrazo. Quienes no ruedan tranquilos son los especialistas, el ganador Filippo Ganna, su plato de 58 dientes, su media cercana a los 54 por hora para los 30 kilómetros, su pedaleo constante, que pincha en el corso Venezia, a poco más de un kilómetro del Duomo, y pierde unos 18s, justo el tiempo que puede darle la victoria al loco Rémi Cavagna, el segundo de los favoritos. Pero el francés olvida que hay una curva en ángulo recto a izquierdas a 500m, en el cruce entre corso Matteotti y San Paolo, y sigue recto, y choca de cabeza contra las vallas. Pese a ello, acaba segundo, detrás de Ganna, el gigante de Verbania, que, tras divertirse en las etapas en línea llevando en el bolsillo al pequeño Egan supera un récord del viejo Francesco Moser al imponerse en la quinta contrarreloj consecutiva en los dos Giros que ha disputado.

“Solo por la tranquilidad que me daba la voz de Artetxe, lo considero el momento más bonito de mi Giro, a la par con la etapa de Montalcino, la de los caminos, en la que disfruté feliz, en la que me divertí como hacía mucho que no lo hacía. Y eso es lo que necesitaba, divertirme”, dice Egan, el atacante sorpresa de las dos primeras semanas, “el Egan verdadero”, dice, el atacante de instinto, el niño que desafía a Evenepoel a un sprint en el llano, el que gana la rosa en Campo Felice antes de lo previsto, el que la luce, intensa, ganado solo en los Dolomitas. Mientras, todos, sus rivales, van cayendo uno a uno, y cuando intentan volver, los tres últimos días de montaña, el nuevo Egan el que se divierte defendiendo también, controla todo.

Como hace siete años hizo Nairo Quintana, el primer colombiano que ganó el Giro de Italia, Egan envía al pueblo de su país dolorido una rosa, un poco de belleza, algo propio que admirar y no lamentar. “Solo estoy concentrado en dar alegría y esperanza a la gente”, repetía en las ruedas de prensa todos los días Egan, quien, justamente, ha encontrado en el Giro alegría y esperanza, y eso es lo que le emociona. “Superar lo que me sucedió después de ganar el Tour fue más difícil incluso que ganar el Tour”, dice Egan, quien se retiró del Tour siguiente por un dolor insoportable en la espalda que le impedía rendir. “Gané el Tour a los 22 y al día siguiente no sabía qué hacer con mi vida. Había alcanzado el sueño de todos los ciclistas, ¿y ahora qué? Perdí la voluntad interior. Por fuera, aparentemente era lo mismo, tenía la motivación para ganar, madrugaba, me entrenaba, pero por dentro no era lo mismo. Me faltaban la emoción, la garra. También hubo cambios en mi vida personal difíciles de gestionar. Y toda la presión de mi país, y el dolor de espalda… Las dudas. ¿Soy un bluff? ¿Lo conseguiré? ¿Lo conseguiré? ¿Conseguiré volver a ser Egan o no? Y en este Giro he encontrado lo que había perdido”.

Egan ha vuelto y el ciclismo, de paso, ha recuperado a su campeón, a un ciclista a quien, cuando ganó el Tour, se le auguraba un futuro sin límites. En su ausencia, dos eslovenos, Primoz Roglic y Tadej Pogacar, lo ganan todo. El futuro, dicen todos, es Pogacar, un año más joven que Egan. Y Egan lo sabe. “Sí, he vuelto, pero vuelvo tranquilo. Para mantener los pies en el suelo solo tengo que pensar en Roglic o en Pogacar”, dice Egan, de Zipaquirá, como el Indomable Zipa Forero, el primer gran campeón del ciclismo colombiano. “Son ellos los más fuertes, pero gracias a ellos, sabiendo que ellos están haciendo historia tendré más motivación. Y ahora mismo, mi mayor motivación es ganar la Vuelta, y tener las tres grandes”.

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Sobre la firma

Carlos Arribas
Periodista de EL PAÍS desde 1990. Cubre regularmente los Juegos Olímpicos, las principales competiciones de ciclismo y atletismo y las noticias de dopaje.

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