_
_
_
_
_
FÚTBOL | 29ª JORNADA DE LIGA

Un tipo de pueblo

Lotina, curtido en las crisis, asume el reto de salvar del descenso al Villarreal

A las dos noches del descenso a Segunda con el Deportivo, Miguel Ángel Lotina atendió una llamada radiofónica. Fue cuando se desmoronó el rubio de Meñaka. Aquel desgarbado delantero que jaleaban en Las Gaunas y quiso ser entrenador porque, como futbolista, no terminaban de explicarle el juego lloró. Ya lo había hecho en Valencia, cuatro años antes. Entonces se había quedado al filo de salvar a una Real Sociedad a la que había cogido en la octava jornada con dos puntos. Aquellos sollozos mostraron cómo le devastaba la pérdida de la categoría. “Me acuerdo cada día de lo de la Real”, confiaba antes de que el Deportivo acabara en Segunda. Ahora, en sustitución de José Francisco Molina, asume el reto de salvar al Villarreal.

A Lotina no le ayudan los estereotipos, su aire meditabundo, la confesión de que vive en la duda y que trata de hacer de ella virtud. “En el fútbol no hay verdades absolutas”, sostiene tras forjarse desde las catacumbas hasta la élite. Fue un jugador de los que galvanizan con su entrega. Lo hizo en el Logroñés, en el que gestó su conocimiento sobre el buen vino y se consolidó como profesional. Hombre de área, con facilidad para el gol, pero sin talento, cuando el Logroñés subió el nivel, se afianzó en Segunda y ascendió a Primera, sintió que su tiempo de corto había terminado y atendió la sugerencia de David Vidal de seguir como su segundo.

Desde entonces encadena las luces y las sombras propias de los técnicos. Se hizo un nombre al poner al Numancia en el mapa con una epopeya en la Copa similar a la del Mirandés (tres primeras superados y una inolvidable eliminatoria ante el Barça de Cruyff) y subirlo a Primera, como a Osasuna. En el Logroñés fue destituido y en Badajoz no se adaptó. En 2002 recibió la llamada del mejor Celta. “Esperaban otra cosa y llegó Lotina”, recuerda. Jugó la Champions, pero al año siguiente descendió en una campaña que no pudo acabar. Con el Espanyol ganó la Copa y se salvó del abismo en la última jornada. En San Sebastián dolió que despreciara continuar. “Un entrenador que baja de categoría no debe seguir”, afirma.

Un entrenador que baja de categoría no debe seguir en el equipo”

En Riazor hizo milagros con un Deportivo de rebajas. Al cuarto año cayó. Muchos le dijeron que ese curso estaba de más, pero él se encontraba cómodo. En enero ya había decidido que no podía tener más recorrido. La confianza del vestuario se erosionó en cuanto se rompió el diálogo con los jugadores de mayor peso. Le dañó la decisión, reconocida como errónea, de convertir a Valerón en marginal y le echaron en caros fichajes, forzados por la penuria económica, que no respondieron. Le perdió la lengua.

Lotina es franco y no le importa detallar sus fortalezas y defectos. O los del club que le paga. Augusto César Lendoiro, el presidente del Deportivo, llegó a decir que debería ponerle un bozal. La incapacidad para manejarse con ambigüedades le ha costado algún disgusto, como cuando, ya fuera del equipo, relató en una charla con aficionados que Manuel Pablo solo había dado “un centro bueno en cuatro años” y que Juan Domínguez sufría para que desde fuera del área un chut suyo llegara por el aire al portero.

“No puedo cambiar la filosofía del Villarreal. Aunque la situación no es fácil, el reto es ilusionante”, dijo ayer en su presentación al frente del cuadro castellonense. Iba a estar un ejercicio sin entrenar, el primero en 22 temporadas, mejorando su inglés, él, aquel chiquillo, el menor de ocho hermanos, que aprendió castellano a los nueve años y quedó impactado cuando conoció San Mamés. Allí sintió la llamada del fútbol, algo inesperado en una familia sin pasado pelotero en la que el padre madrugaba para atender a las vacas y sus dos hermanas mayores se hicieron monjas. “La gente debería valorar más la vida de pueblo, el trabajo de quienes viven allí”, destaca.

Esa tenacidad es la que identifica a Lotina, amante de los equipos bien ordenados, de una cultura del esfuerzo que deberá aplicar para que un nuevo descenso no le sepulte.

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_