CRÍTICA | VIAJE

Buscando sexo a medianoche

Se aleja deliberadamente de la trascendencia de las conversaciones para abrazar una espontaneidad basada en la broma

Las películas de encuentro, charla y sexo, o de encuentro, sexo y charla, que las fiestas, el alcohol y sobre todo las ganas pueden variar siempre el orden, son un clásico del cine de corte independiente en todo el mundo. Antes de amanecer, Buscando un beso a medianoche, Stockholm. Tres ejemplos. Y, sin embargo, qué distintas son entre ellas: y ahí el tono es la clave. Como ocurre en Viaje, segundo largometraje de la costarricense Paz Fábrega, filmado en blanco y negro, con poco más de una hora de duración, que se aleja deliberadamente de la trascendencia de las conversacione...

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Las películas de encuentro, charla y sexo, o de encuentro, sexo y charla, que las fiestas, el alcohol y sobre todo las ganas pueden variar siempre el orden, son un clásico del cine de corte independiente en todo el mundo. Antes de amanecer, Buscando un beso a medianoche, Stockholm. Tres ejemplos. Y, sin embargo, qué distintas son entre ellas: y ahí el tono es la clave. Como ocurre en Viaje, segundo largometraje de la costarricense Paz Fábrega, filmado en blanco y negro, con poco más de una hora de duración, que se aleja deliberadamente de la trascendencia de las conversaciones para abrazar una espontaneidad más basada en la broma que en la reflexión, en la sensación física que en el encuadre mental. "¿Cómo decías que te llamabas?". La frase.

VIAJE

Dirección: Paz Fábrega.

Intérpretes: Kattia González, Fernando Bolaños, Hernán Jiménez.

Género: comedia. Costa Rica, 2015.

Duración: 72 minutos.

Película sobre la fugacidad del deseo, que igual se desarrolla a través de momentos con bruscas rupturas en el continuo secuencial que de larguísimos planos-secuencia (el del taxi, con un fenomenal fuera de campo del conductor: nada importa su rostro, solo su voz), Viaje es euforia y resaca, relajación e impulso; un juego sexual y afectivo de esporádico simbolismo (el instante del túnel, la curva al final del camino), que Fábrega articula con la imprescindible ayuda de sus intérpretes, Kattia González y Fernando Bolaños, y de una envolvente banda sonora de Alejandro Fernández. Ni la directora ni sus criaturas dan la charla, solo actúan. Hasta un último minuto fabuloso, sutilísimo, en el que todo el camino recorrido se vuelve equívoco, donde todo lo experimentado se tambalea, conformando así lo que para unos será una derrota y para otros la mejor de las victorias.

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