CRÍTICA | GRANDMA

Mujeres americanas

Paul Weitz, también guionista, ha compuesto una historia escueta que tiene el mérito de no terminar reculando en sus pretensiones

Lily Tomlin, en 'Grandma'.

Quizá como consecuencia del estruendoso éxito de Easy rider, el sensacional cine americano de los setenta desarrolló una suerte de road movie pequeña y personalísima que, partiendo de un conflicto íntimo, acababa mostrando mucho más que el recorrido físico y moral de unos personajes cotidianos y en apariencia ínfimos: abrazaba el estado de los ideales de la América de su tiempo. Un estilo que representaron obras como Llueve sobre mi corazón, El espantapájaros, El último deber, Alicia ya no vive, y Harry y tonto, y que, en un cierto...

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Quizá como consecuencia del estruendoso éxito de Easy rider, el sensacional cine americano de los setenta desarrolló una suerte de road movie pequeña y personalísima que, partiendo de un conflicto íntimo, acababa mostrando mucho más que el recorrido físico y moral de unos personajes cotidianos y en apariencia ínfimos: abrazaba el estado de los ideales de la América de su tiempo. Un estilo que representaron obras como Llueve sobre mi corazón, El espantapájaros, El último deber, Alicia ya no vive, y Harry y tonto, y que, en un cierto renacimiento de aquella esencia de los setenta, tanto de fondo como estética, han recuperado películas contemporáneas como Nebraska y A propósito de Llewyn Davis; y un estilo en el que también hay que incluir, aunque un par de escalones por debajo en cuanto a calidad y trascendencia, a Grandma: nueva película de Paul Weitz, protagonizada por una abuela y su nieta, con la libertad en las relaciones sexuales, la condición femenina y el aborto como ejes centrales.

GRANDMA

Dirección: Paul Weitz.

Intérpretes: Lily Tomlin, Julia Garner, Marcia Gay Harden, Judy Greer, Sam Elliott.

Género: drama. EE UU, 2015.

Duración: 79 minutos.

Weitz, también guionista, ha compuesto una historia escueta, de apenas hora y cuarto, que tiene el mérito de no terminar reculando en sus pretensiones. Apunta, y al final dispara; sin falsas redenciones ni atajos morales, con la excelente Lily Tomlin, la mítica actriz de Nashville, como guía interpretativa y de encaje con aquellos años setenta. Sin embargo, en su desarrollo, sus figuras femeninas no aciertan a representar un estado de la cuestión moral y social. Todas son extremas, con comportamientos demasiado blancos o negros, sin gamas de grises, incluida esa reflexión un tanto gruesa sobre la escalera de sometimiento que a veces supone el amor: unos hacen daño a otros, que hacen daño a otros, y éstos a otros...

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