_
_
_
_
_

“No quiero que me crean, solo que vean las pruebas”

Albert Romero, condenado a tres años por lanzar piedras a los Mossos en la huelga del 29-M, reúne indicios para destapar las irregularidades del caso

Jesús García Bueno

La vida de Albert Romero Sánchez gira en torno a dos instantes traumáticos: la noche del 29 de mayo de 2012, cuando le detuvieron, y la mañana del 15 de julio de 2015, cuando le condenaron. Albert, ingeniero informático de 36 años, pasa las noches en blanco y los días, angustiado ante la posibilidad de perder la libertad. Con el testimonio de un guardia urbano como única prueba, un juez de Barcelona le ha sentenciado a tres años y un mes de cárcel por lanzar piedras y baldosas contra los Mossos durante la huelga general del 29-M. Ahora, tras una investigación detectivesca, ha reunido una batería de pruebas que confía en que demuestren su inocencia.

Albert asegura que nunca ha participado en manifestaciones. “No estoy politizado”. Aquel día ni siquiera sabía que había una convocada por la huelga. Quedó con un conocido, Radoslaw Pucilowski, en la plaza de Catalunya. Tomaron unos refrescos en el Antic Teatre, cerca del Palau de la Música. Una amiga de Radek le escribió para que se apuntasen a una fiesta en la sala Razzmatazz. Caminaron hacia allí. A las 21.20 horas pasaban por la plaza Urquinaona. “La situación estaba en calma, pero me impresionó ver la línea de policías. Tuve curiosidad y me quedé mirando los restos humeantes de los contenedores”, explica. Estuvieron allí unos siete minutos.

La jornada del 29-M fue dura. Desde mediodía y hasta la noche, pequeños grupos violentos rompieron escaparates, quemaron contenedores, levantaron barricadas. Una de las imágenes del día fue el asalto e incendio de la cafetería Starbucks, en la Ronda de Sant Pere, que ocurrió más de dos horas antes de que Albert y Radek pisaran la plaza de Urquinaona. La policía se empleó a fondo: pelotas de goma, proyectiles de foam, gases lacrimógenos. Los incidentes se saldaron con 50 heridos y más de 100 detenidos. La mayoría de ellos han sido absueltos después por falta de pruebas.

Los “hombres de negro”

Sigue la versión de Albert. “Me quedé mirando el contenedor y, de repente, vi a cinco personas de negro corriendo a mi lado. Tuve miedo y salí corriendo”. Eran policías de paisano. El ingeniero perdió de vista a su compañero, que se dirigió hacia Via Laietana y fue alcanzado por dos proyectiles de foam. Albert, mientras tanto, oía “como petardos”. Se reencontraron “al otro lado de la plaza”, en dirección a Arc de Triomf. “Mi amigo llegó con mala cara. Me dijo que le habían disparado. Se levantó la camiseta y le vi dos marcas”.

Atentado a la autoridad

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
Suscríbete
Albert Romero, durante la entrevista.
Albert Romero, durante la entrevista.ALBERT GARCIA

Asustados, Albert y Radek se alejaron caminando. Empezaban a recuperar la compostura cuando, de nuevo, vieron a “cinco hombres vestidos de negro”. Según su relato, esos hombres “pararon a una chica que iba en bicicleta” y le abrieron el bolso. “Radek se acercó a ver qué pasaba, les llamó la atención y le detuvieron. Me quedé parado. Después vinieron tres de ellos hacia mí y dijeron que eran policías. Me tiraron un brazo atrás y me llevaron al suelo”. Al ingeniero se le vino el mundo encima. Le informaron de que estaba detenido por atentado a la autoridad. En comisaría, le requisaron “un pan ecológico”. Albert se sentía aturdido. “El mundo ya no era el mismo”.

Como se creía inocente, y con la idea de que nada malo puede pasarle a quien nada ha hecho, ni Albert ni su familia, vecinos de Mollet, hicieron gran cosa por demostrar su inocencia. Se limitaron a “buscar a quien creíamos que era una buena abogada”.

La letrada les dijo que todo saldría bien, y que podría estar tranquilo. Así parecía. Sin ningún mossolesionado por las supuestas pedradas de Albert, el juzgado pasó el caso a una mera falta. Pero el contexto político jugó en su contra. Para luchar contra la “impunidad”, el Ayuntamiento del convergente Xavier Trias se personó en las causas abiertas por los disturbios del 29-M. Y, en el caso de Albert, pidió la declaración del agente de la Guardia Urbana que, presuntamente, presenció los hechos. “Nadie, ni siquiera mi abogada, le hizo preguntas. Su versión se dio por buena, el caso pasó a un juzgado penal y llegamos a juicio”, explica Albert, que trabaja en el centro tecnológico del Vallès.

La vista oral no fue como esperaba. El policía explicó que estaba trabajando de paisano y que llegó a la plaza a las 21.20 horas. Desde entonces y durante “media hora”, según su declaración, vio a un grupo de “cinco personas” lanzando “objetos y piedras” contra la línea policial, fijada en la calle de Fontanella. Los chicos se escondían en una zona de obras de donde habían retirado las vallas y salían para lanzar “piedras y baldosas”. Dos de ellos se marcharon “andando”. Eran, dijo, Albert y Radek. El guardia decidió ir tras ellos. Como estaba solo, pidió ayuda a una furgoneta de los Mossos.

Un alegato poco creíble

Solo se juzgó a Albert en un primer momento porque Radek estaba en su país, Polonia. La sentencia es contundente. “De común acuerdo con otra persona” y “junto a otros manifestantes”, el ingeniero “lanzó piedras y botellas” contra los Mossos. La sentencia se apoya en la declaración del agente, que dijo reconocer a Albert “sin ningún género de dudas”. La versión de Romero, en cambio, “no ofrece credibilidad alguna” al juez. “Prácticamente hubiera de creerse que fue detenido por casualidad y aleatoriamente”, dice en tono de sorna. Añade que “no es creíble que una persona por simple curiosidad se dirija a una manifestación en la cual se están lanzando objetos contundentes, quemando contenedores y alterando gravemente el orden público”.

“La sentencia fue un palo”, concede Albert, incapaz de reprimir las lágrimas cada pocos minutos. “Te ves impotente ante la justicia y el sistema. He pasado el peor año de mi vida. Pero se me cayó la venda de los ojos”. Con ayuda de la familia y los amigos, empezó a recopilar pruebas. Ahora está pendiente de que la Audiencia de Barcelona resuelva el recurso de su nueva abogada, Laia Serra, que ha pedido celebrar una vista para practicar las pruebas y que se le absuelva o, al menos, que se repita el juicio con otro juez y se examinen todas las pruebas: 27 documentos (incluidos vídeos) y cinco testigos de personas que estaban allí en esa franja horaria. “No quiero que crean en mi inocencia porque sí. Solo que miren las pruebas objetivas. Si un testimonio de un guardia urbano basta para condenarme… ¡Me juego mi libertad!”

Los tiempos no cuadran

La sentencia parte de una premisa que Albert y su defensa insisten en señalar como falsa: a las 21.20 horas había incidentes en la plaza. Para demostrar que en realidad reinaba la calma, Albert ha reunido vídeos de esos instantes en los que se observan los restos de la batalla y dos filas de antidisturbios de los Mossos en perfecta formación. Tampoco cuadran los tiempos. El policía y el acusado coinciden en situarse allí a las 21.20 horas. Según el agente, el ataque a la policía duró media hora. Eso significa que Albert tuvo que ser detenido cerca de las diez. Sin embargo, la hora de detención que consta en el atestado es 21.25, mientras que la de su traslado a comisaría es 21.30. Ese lapso temporal cuadra más con la declaración de Albert, quien asegura que estuvieron en la plaza de Urquinaona “entre cinco y siete minutos”.

Otro de los detalles que dio el policía es que los manifestantes (entre ellos, presuntamente, Albert) convertían en armas arrojadizas “una gran cantidad de objetos y piedras” disponibles en el hueco de una obra en la plaza. Albert pidió un informe técnico a los servicios del Eixample que constatan que en esa obra es imposible que hubiera escombros. La declaración del agente, agrega la letrada en su recurso, “no viene corroborada por elementos periféricos”, y concluye que el agente “debe relatar hechos sucedidos en otro momento”.

Los Mossos, la clave

La defensa también critica que no se hayan tenido en cuenta las pruebas. Y, en concreto, reclama que se recabe una que sería definitiva: las imágenes grabadas por la línea policial de Fontanella en dirección hacia el lugar donde, supuestamente, ocurrían los hechos. “La prueba sería definitiva para descartar los lanzamientos que se le atribuyen”, destaca Serra. Han pedido a los Mossos que lo entregue al juzgado, pero de momento no han obtenido una respuesta satisfactoria.

Radek, entre tanto, regresó a España y también fue condenado. Para cuando le juzgaron, la defensa ya disponía de la mayoría de las pruebas. El juez (el mismo que condenó a Albert) no permitió que declararan los testigos. Aceptó los vídeos y documentos, pero igualmente no los tuvo en cuenta en la sentencia, que “es casi idéntica a la de Albert”, denuncia la abogada, y con la misma pena: tres años y un mes de cárcel.

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Sobre la firma

Jesús García Bueno
Periodista especializado en información judicial. Ha desarrollado su carrera en la redacción de Barcelona, donde ha cubierto escándalos de corrupción y el procés. Licenciado por la UAB, ha sido profesor universitario. Ha colaborado en el programa 'Salvados' y como investigador en el documental '800 metros' de Netflix, sobre los atentados del 17-A.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_