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Caimanes de Río de Janeiro en peligro de extinción por la expansión urbana

La amenaza al caimán de piel amarilla, en la cabeza de la cadena trófica, vulnera a todo el ecosistema local

Un caimán nada en un canal lleno de desechos plásticos en Río de Janeiro, Brasil. Foto: Getty Images | Vídeo: EPV
El País

En medio de la noche, una balsa flota en la laguna de Jacarepaguá, que significa “Valle de los Caimanes” en la lengua tupí-guaraní, ubicada en un distrito al oeste de Río de Janeiro con el mismo nombre. Los tripulantes guardan silencio que es interrumpido por Ricardo Freitas, quien captura a un caimán con un lazo amarrado al extremo de un palo y lo sube al pequeño bote de madera.

Sin temblar ante los afilados dientes del animal, el biólogo, de 44 años, lo sujeta por el hocico, que rodea con una cinta adhesiva negra para examinarlo sin riesgos. Es uno de los 5.000 caimanes de la especie llamada “de hocico ancho” que habitan en la región, la cual hace tiempo dejó de ser un valle idílico con una exuberante vegetación tropical para abrirle paso a numerosas cadenas de edificios residenciales cuyas aguas residuales desembocan en la laguna, lo que ha ocasionado que su agua verdosa emane un olor pestilente.

Freitas es categórico: esta expansión urbana y su consecuente contaminación han puesto al caimán de Jacarepaguá “en peligro de extinción”. Más allá de los canales llenos de basura que los reptiles comen y entre la que se desplazan, hay otros problemas que pasan desapercibidos para el transeúnte común y que han sido identificados por el Instituto Jacaré, ONG encabezada por este doctor en ecología: el 85% de los ejemplares que ha examinado recientemente son machos.

Un desequilibrio que se debe en gran medida a la contaminación de la laguna ya que los caimanes ponen sus huevos en zonas muy contaminadas, donde la temperatura del agua es más alta, lo que favorece el nacimiento de los machos.

“Son animales que dependen de la temperatura de incubación para la definición del sexo. En un agua a 29 o 30 grados tendríamos más hembras. Pero aquí el agua está mucho más caliente debido a los materiales en descomposición”, lamenta el biólogo.

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