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“Soy una dama de hierro... Me pasan cosas increíbles”

Khadi Mbaye forma a mujeres encarceladas en peluquería y estilismo para que a su salida tengan posibilidades de encontrar un empleo

Khadi Mbaye forma a mujeres presas en peluquería para que tengan un oficio al salir.
Khadi Mbaye forma a mujeres presas en peluquería para que tengan un oficio al salir.Marta Moreiras
Alejandra Agudo
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La peluquería es más que un oficio para Khadi Mbaye (Saint Louis, Senegal, 1969). Peinar es una tradición familiar, una herencia, un arte. Su abuela y después su madre hacían trenzas a sus vecinas. Ella continuó con esa actividad. "Pero lo que me pagaban las chicas, lo fui ahorrando", recuerda. Así lo hizo hasta que pudo montar su propio salón. "Compré barras de labios, un espejo, una silla y una mesa". Era 1997 y en toda la ciudad solo había otros dos establecimientos como el suyo. Lejos de temer la competencia, esta mujer vio que otras compartían su talento y les animaba a emprender sus propios negocios. Si para ella, disponer de ingresos con los que sacar adelante a sus cuatro hijos, de un padre con tres esposas que no podía hacerse cargo de ellos, había significado ser independiente y autónoma, ¿por qué no podían hacerlo las demás? "Me convertí en una activista de la peluquería".

No satisfecha con alentar y ayudar con sus propios recursos a otras mujeres para abrir sus negocios de peluquería, Mbaye empezó a ir los miércoles y jueves a la cárcel femenina de la ciudad senegalesa para enseñarles el oficio. "Me di cuenta de que cuando salían de prisión, no tenían trabajo. Eso me molestaba porque es importante que tengan un modo de ganarse la vida", continúa su relato en wolof, que la menor de sus hijas traduce al francés. "Para mí, una persona que ha pasado por la cárcel y otra que no, son lo mismo: parte de la sociedad", razona. Pero esa formación no es suficiente, así que también les facilita un curso de tres meses en su salón cuando ya están en libertad. Al finalizar, expide un certificado que les sirve para solicitar un empleo o emprender su propio negocio. Con orgullo, la maestra subraya que 10 de los establecimientos de belleza que hay en Saint Louis son regentados por sus exalumnas.

A Mbaye le ha ido bien. Su peluquería prosperó, sus aprendices también. Con su oficio ganó algo más que dinero: su independencia. Además, obtiene ingresos extra como soladora. "Un chico me corta los azulejos y yo los coloco", corrobora ante la incredulidad de los presentes. "Soy una dama de hierro", explica entre risas su energía. "Nunca me ha gustado pedir, quiero conseguir las cosas por mis propios medios. Desde pequeña he sido una niña luchadora" ,aclara, ya seria. "Muchas veces, mis compañeras peluqueras se quejan de que están cansadas, pero yo no".

“En Senegal hay mucha gente con talento, pero que no tiene recursos”

Pese al esfuerzo que Mbaye realiza en sus diversas actividades, no es mujer tacaña. Lo que obtiene, asegura, lo dedica a su familia y sus vecinos. Sus tres hijas mujeres, presentes en la charla en el salón de su vivienda, asienten y confirman que su madre no exagera. "Es peleona y valiente. Ha hecho todo por nosotras. Todo lo que ves es gracias a ella. Al mismo tiempo es nuestra confidente y amiga", apunta la menor, Aminata Samb, que aún estudia en el instituto y sueña con estudiar moda en la escuela de Bellas Artes en Dakar, la capital.

"En Senegal hay mucha gente con talento, pero que no tiene recursos", argumenta Mbaye su generosidad apoyando a otras con fondos, materiales y formación para que monten sus salones y encuentren trabajo. Es dinero bien invertido, opina. "Las mujeres son más luchadoras que los hombres". Piensa en las vecinas del barrio de Guet Ndar, que se dedican predominantemente a la transformación de pescado. "No deja de sorprenderme su capacidad de trabajo". Desea, sin embargo, que esa fuerza femenina se traduzca en algo más que en el hecho de tener un empleo. "Me gustaría animarlas a que evolucionen, a que no dependan ni del Gobierno ni sus maridos. Que tengan su propia casa, sus bienes, su transporte para vender ellas mismas el pescado en Dakar. Que sean más independientes", expone.

Mbaye sabe, aunque no lo reconoce abiertamente, que es un ejemplo de mujer. Paras sus hijas lo es. Ellas han sido testigos de los reconocimientos que ha recibido su progenitora y han recibido en su casa la visita de importantes personalidades que querían conocerla. "Me pasan cosas increíbles. Yo abro las puertas cada día y no sé lo que va a ocurrir", afirma con modestia, como si los honores no fueran el resultado de su trabajo. "¿Quién me iba a decir que vendrían periodistas extranjeros a entrevistarme?".

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Sobre la firma

Alejandra Agudo
Reportera de EL PAÍS especializada en desarrollo sostenible (derechos de las mujeres y pobreza extrema), ha desarrollado la mayor parte de su carrera en EL PAÍS. Miembro de la Junta Directiva de Reporteros Sin Fronteras. Antes trabajó en la radio, revistas de información local, económica y el Tercer Sector. Licenciada en periodismo por la UCM

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