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Tentaciones
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Tony Palmer, el hombre que documentó el pop

Rescatamos nuestros momentos favoritos de la retrospectiva que el Beefeater In-Edit le ha dedicado al realizador británico

No queda claro, viendo los documentales de Tony Palmer, si éste era o no fan de los grupos a los que perseguía con su cámara. Mezclando en sus películas entrevistas con estrellas del pop primigenio, personas quemándose a lo bonzo, y prisioneros de guerra siendo asesinados a sangre fría, las intenciones de cada una de sus piezas es muy difícil de analizar. Lo que en ningún caso puede ser puesto en tela de juicio es su capacidad para contar con, como mínimo, un momento mágico en cada uno de sus reportajes.

Cuando los jóvenes iban al (Wigan) Casino

¿Cómo es posible que la puerta de un club parezca la del Corte Inglés el primer día de rebajas? ¿Cómo se hizo tan popular en Manchester un local nocturno en el que no se servía alcohol y la pista estaba tan iluminada como una oficina? La respuesta es sencilla: northern soul sonando, a todo trapo, durante toda la noche. En The Wigan Casino, a Palmer le sobran y le bastan 26 minutos, la duración total de la pieza, para radiografiar la escena de soul norteño británica, creando las icónicas imágenes de jóvenes bailando, de forma acrobática, al ritmo que marcaba la música negra. La postal más epatante del documental llega cuando, una vez la sala cerraba sus puertas ya bien entrada la mañana, se fletaban autobuses llenos de jóvenes dispuestos a seguir la fiesta en el alldayer de algún otro club. Ríete tú de la ruta del bakalao.

Si no queda satisfecho, Leonard Cohen le devuelve su dinero

Bird on a wire es testigo de la gira más convulsa de Leonard Cohen, que tuvo lugar en el año 72, más de una década antes de hacerse eterno con clásicos como Hallelujah, I’m your man, o discos tan inmensos como The Future. Frente a la cámara de Palmer, Cohen se desnuda con la desvergüenza de una estrella que aún no lo es, atreviéndose incluso a flirtear torpemente con las groupies que acuden a su camerino. Insoportablemente tierno -Cohen rompe a llorar sobre el escenario en el último concierto del tour-, alcanza su cima en el pasaje donde, tras un accidentado concierto en el que falla el equipo de sonido, algunos de los asistentes reclaman que se les devuelva el dinero. Ni corto ni perezoso, será el mismo cantante quien, de su bolsillo y en persona, devuelva el dinero de la entrada a sus agraviados fans.

Ultraviolencia (contra el) pop

All my loving es un auténtico batiburrillo de voces clave del pop de los años 60, de Frank Zappa a Jimmi Hendrix, pasando por Eric Burdon de los Animals. Entre todas ellas, sorprendentemente, destacan las declaraciones de activos que no formaban parte, al menos de facto, de ninguna banda: Kit Lambert, manager de The Who e hijo de un reputado compositor, asegura, años antes de la publicación del operístico álbum Tommy, que el pop ya ha tomado el relevo de la música clásica (“No he escuchado una ópera decente en años”). Con una postura diametralmente distinta, la ya de por sí sorprendente aparición Anthony Burguess lo es, todavía más, una vez éste abre la boca. El escritor de La Naranja Mecánica -piedra angular de la ficción ultraviolenta, y libro ampliamente venerado por cualquier subcultura urbana que se precie- demoniza todo el movimiento musical que está despegando en Inglaterra para anidar, al poco, en Estados Unidos. “Cuando empezamos a pensar que la música pop está cerca de Dios, estamos diciendo que su estética es mejor de lo que es, y esto es preocupante, porque la única forma de valorar a Wagner, Beethoven o Shakespeare es juzgándolos estéticamente. Cuando se les compara con McCartney, Lennon o cualquier otro profeta pop, me cabreo profundamente”.

Feliz cumpleaños, Peter Fonda

All you need is love no es un documental de los Beatles, sino sobre su periferia. Sólo así puede explicarse que Palmer incluya en su metraje la formación recibida por los cuerpos de seguridad británicos para encarar debidamente un concierto de los de Liverpool; y sí: les daban tapones para los oídos. Disgregándose bien entrada la mitad de la película, hacen su aparición otras bandas deudoras y tributarias de Beatles, como The Byrds. Estos últimos, como bien atestigua All you need is love, fueron invitados a tocar en la fiesta de cumpleaños de Peter Fonda -el compañero de Dennis Hopper en esa road movie fundacional llamada Easy Rider- cuando sucedió lo indecible: una manada de freaks hasta arriba de ácido se colaron en la mansión del actor para bailar al ritmo de Mr. Tambourine Man.

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