La estresada vida de los tratamientos contra el cáncer
La innovación se basa en buscar nuevas aplicaciones y combinaciones de los medicamentos más que en desarrollos de fármacos completamente nuevos
Si hay una especialidad que sepa lo que es la innovación incremental es la oncología. Este concepto de mejora supone añadir pequeños avances –pequeño no quiere decir sin importancia: unos meses de vida, un año sin recaídas- para el paciente. Es como exprimir toda la capacidad de un producto. El Congreso de la Asociación Americana de Oncología Médica (ASCO) que se celebra en Chicago es un amplio muestrario de estas prácticas. El resultado es que los medicamentos para el cáncer de mama se prueban en el de ovario, que las terapias se combinan y los protocolos se convierten en puzles donde el orden de los tratamientos se altera buscando beneficios.
El cáncer de mama –uno de los más conocidos y frecuentes (25.000 casos, 6.000 muertes solo en España al año, según la Sociedad Española de Oncología Médica)- es un buen ejemplo, como se pudo ver el sábado. Uno de los estudios que se presentaron, el llamado Paloma 3, consiste precisamente en eso: tomar un grupo de pacientes en situación grave –en este caso, mujeres con cáncer de mama sensible a hormonoterapia avanzado- y añadir a su tratamiento estándar (el fulvestrant de AstraZeneca) y añadirle uno de los nuevos medicamentos biológicos, el palbociclib (Pfizer). El resultado, como explicó Nicholas Turner, del Royal Marsden Hospital de Londres, es un periodo libre de progresión (el tiempo que se detiene el proceso tumoral) que pasa de 3,8 a 9,2 meses. El estudio se presentó en una de las sesiones con los asuntos más destacados del congreso, al que EL PAÍS ha acudido invitado por Janssen.
Los medicamentos para el cáncer de mama se prueban en el de ovario, las terapias se combinan y los protocolos se convierten en puzles
Es un fase III, lo que quiere decir que se ha reclutado un importante número de pacientes (521) y que es la última etapa antes de pedir una autorización. Pero aun sin ella, el palbociclib ya está siendo investigado para otras aplicaciones, como explicó Ana Lluch, del hospital Clínico de Valencia. El Grupo Español de Cáncer de Mama (Geicam) está estudiando su uso como neoadyuvante, es decir, como tratamiento previo a la cirugía en el cáncer de mama. Este adelantamiento en el uso es una constante en los fármacos antitumorales. Lo habitual es que el laboratorio los ensaye primero en los casos con peor pronóstico, y, si funciona, que se vaya pasando a otras líneas de tratamiento.
Por ejemplo, es lo que ha ensayado el estudio Neosphere, también de cáncer de mama, cuyos resultados se presentarán el lunes en ASCO. En ellos se ensaya un doble bloqueo de los tumores HER2 + (que expresan esa proteína y representan el 20% o 25% de los casos) con dos fármacos ya aprobados para usarlos después de la cirugía, el trastuzumab y el pertuzumab, ambos de Roche. De esta constante formación de parejas o tríos para apurar la eficacia de los tratamientos no se libran fármacos ya bien conocidos, como el quimioterápico docetaxel.
Un estudio presentado por Howard Sandler, del hospital Cerdars-Sinai de Los Ángeles, con 562 pacientes con cáncer de próstata (es ya un fase III, el previo a la comercialización) ha demostrado que añadir la quimioterapia al tratamiento estándar (un supresor hormonal y radioterapia) amplía la supervivencia a los cuatro años del 89% al 93%. En 5,5 años, en el grupo sin quimioterapia fallecieron 52 personas, y en el que sí tomaba docetaxel hubo 36 fallecimientos.
La explicación de Sandler sobre este proceso ilustra la tendencia: “La hipótesis es: si la quimioterapia es beneficiosa en el cáncer metastásico hormonorresistente, podría mejorar los resultados [del tratamiento] en el cáncer de próstata no metastásico y hormonosensible”.
Fármacos multivalentes
La personalización del tratamiento del cáncer (el uso de un fármaco específico en función de los genes o proteínas de cada tumor) ha tenido un efecto paradójico: al investigar se ha descubierto que la enfermedad en sitios tan diferentes como mama y colon comparten genes y, por tanto, posibilidades de aplicar la misma medicación.
Los fármacos contra la proteína PD1, como el nivolumab, es un ejemplo: en la misma sesión del congreso de la Sociedad Americana de Oncología Médica (ASCO) se presentaron su aplicación para cáncer de hígado y pulmón (y también va a haberlo para melanoma). O la mutación BRCA1, que tradicionalmente se vincula al cáncer de mama pero se estudia también en cáncer de pulmón.
Un ejemplo de esta polivalencia puede ser el ibrutinib. Este fármaco está aprobado en leucemia linfocítica crónica (LLC) y linfoma de células de manto, y se ensaya para macroglobulemia, linfoma difuso, linfoma folicular y mieloma múltiple, todo un conjunto de enfermedades hematooncológicas.
Un caso aparte es el bevacizumab. Su mecanismo de acción es general –inhibe la angiogénesis, la formación de vasos sanguíneos que alimentan los tumores-. Empezó aprobándose para cáncer de colon, y en ASCO se van a presentar resultados para mesotelioma pleural (la pleura es la membrana que cubre los pulmones).
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.