El país que mataba a los perros con pesticida
Veterinarios españoles viajan a Nepal para cambiar un plan de exterminación de canes callejeros
Cuando la española Marta Pedraja fue con 21 años a intentar coronar el Kala Patthar, una cumbre de más de 5.500 metros en el Himalaya, se sorprendió por la cantidad de perros callejeros que había en Nepal, el cuarto país asiático con mayor incidencia de rabia. Unos 200 niños mordidos por perros rabiosos mueren cada año por este virus, que se extiende por el sistema nervioso, inflama el cerebro y acaba siendo letal, a menudo de manera fulminante.
“El Gobierno local había iniciado una campaña para eliminar los perros callejeros. Colocaban en las calles cebos envenenados con estricnina [un pesticida], que les causaban convulsiones durante horas hasta la muerte. A veces organizaban batidas. Los agarraban con unas pinzas metálicas, les pisaban la cabeza y les inyectaban cualquier sustancia tóxica, desde agua con sal a lejía”, relata Pedraja, entonces estudiante de Veterinaria y hoy licenciada. Las autoridades mataban hasta 10.000 perros al año. Los cadáveres de los animales, continúa, se lanzaban a menudo al río Bagmati, de cuyas aguas depende la población del valle de Katmandú.
Era el año 2010 y Pedraja decidió volver para echar una mano. En el verano de 2012, regresó a Katmandú —con 35 kilos de medicamentos y material sanitario en la maleta— para colaborar con KAT Centre, una ONG fundada por una británica que trabaja para mejorar la vida de los 22.500 perros que viven en las calles de la capital de Nepal.
“Allí no existe el concepto de perro de compañía, pero la cosa está cambiando. Vimos un perro con sarna brutal al que espantaban a pedradas, pero lo tratamos, le salió pelo y al final se lo quedó una familia”, recuerda Pedraja.
KAT Centre, junto a Ichangu Street Dogs —otra ONG similar centrada en el barrio de Ichangu Narayan—, habían comenzado en 2007 a cambiar el enfoque de las autoridades, totalmente ineficaz. El hueco dejado por los perros envenenados con métodos salvajes era ocupado por otros canes llegados de las afueras y en contacto con animales silvestres portadores de la rabia. La nueva alianza de gobierno y ONG, apoyada económicamente por la organización internacional Protección Animal Mundial, se volcó en vacunar a los perros contra la enfermedad, extirpar los ovarios y el útero de las perras callejeras para detener su reproducción, tratarlos contra los parásitos intestinales y la sarna y concienciar a la población de que los perros no son un enemigo a eliminar.
De aquel viaje, Pedraja volvió a Madrid “llena de chinches” y con una giardiasis, una infección intestinal provocada por un parásito, pero también con ganas de seguir cooperando con Nepal. “Cuando Marta nos contó el proyecto, decidimos prestar toda nuestra ayuda institucional”, recuerda Ángel Sainz, vicedecano de Estudiantes y Relaciones Internacionales de la Facultad de Veterinaria de la Universidad Complutense de Madrid. En abril de 2014, firmaron un acuerdo con Ichangu Street Dogs para enviar estudiantes a Nepal como prácticas reconocidas por la universidad.
“Los alumnos hacen realidad el lema de la profesión, Higia pecoris, salus populis [la higiene de los animales es la salud del pueblo, en latín]", afirma orgulloso Sainz. Entre septiembre y noviembre del año pasado, una docena de estudiantes españoles viajaron a Katmandú y vacunaron a más de mil perros callejeros, trataron a unos 200 y esterilizaron a unas 140 hembras. Los métodos salvajes están desapareciendo en Nepal, pero Protección Animal Mundial calcula que unos 20 millones de perros son asesinados brutalmente cada año en todo el planeta.
El trabajo de los estudiantes españoles se puede ver hasta el 29 de mayo en una exposición fotográfica en la Facultad de Veterinaria. El objetivo es recaudar dinero, mediante la venta de imágenes, para Ichangu Street Dogs y para Médicos del Mundo, una organización que ahora lucha para ayudar a las víctimas del seísmo del 25 de abril, que causó más de 8.000 muertos en Nepal. “El terremoto ha parado el proyecto, ahora las prioridades son otras”, reconoce el vicedecano.
"El convenio que hemos firmado es por cuatro años y nuestra intención es renovarlo e incluso expandirlo", sostiene Pedro Lorenzo, decano de la Facultad de Veterinaria de la Complutense. "El uso de estricnina está rotundamente prohibido en los países desarrollados, es una salvajada. La vacunación antirrábica masiva y el control de la población mediante esterilización es el único método éticamente aceptable".
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