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TORMENTAS PERFECTAS
Columna
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Las facturas de Libia

El uso de la fuerza en 2011 para frenar a Gaddafi está en el origen de las tragedias de ahora

Lluís Bassets

El estropicio fue enorme. No hay decisión más grave ni que exija mayor responsabilidad como el uso de la fuerza. Quienes decidieron usarla en Libia en mayo de 2011, con el objetivo de frenar la represión de la revuelta popular contra Gaddafi, no midieron las consecuencias. Buena parte de las tragedias de ahora, incluyendo la oleada de inmigrantes que intentan llegar a las costas europeas, se deben a aquella decisión que tomaron fundamentalmente dos líderes europeos, David Cameron y Nicolas Sarkozy.

 Los bombardeos de la OTAN no destruyeron únicamente los aviones y blindados del coronel Gaddafi. Salió malparada la responsabilidad de proteger, el principio de Naciones Unidas que permite intervenciones militares para evitar matanzas de poblaciones civiles. El Consejo de Seguridad había aprobado los bombardeos, con la benévola abstención de Rusia y China, exclusivamente para evitar que Gaddafi siguiera reprimiendo las protestas, pero no para derrocarle, que es lo que hicieron además de abandonar el país a su suerte, sin ni siquiera intentar reconstruirlo como hizo Washington en Irak a partir de 2003.

Gracias a la operación de la OTAN en Libia, no pudo haber operación alguna en Siria, donde fue más evidente la agresión del régimen sobre su población

Gracias a la operación de la OTAN en Libia, no pudo haber operación alguna en Siria, donde fue más evidente la agresión del régimen sobre su población, hasta derivar en una guerra civil todavía en curso. También gracias a Libia, Putin ha contado con un argumento para defender la anexión de Crimea mediante una sigilosa operación militar sin uso de la fuerza.

Pero la peor factura, resultado del vacío de poder, es el país fragmentado y convertido en la plataforma utilizada por las mafias para encaminar hacia Europa a los millares de personas que escapan de las guerras, el hambre, la miseria y las amenazas terroristas. Desde Libia también han salido armas y terroristas hacia todo África, especialmente Malí y Nigeria, pero en la Siria vacunada contra intervenciones de Naciones Unidas ha tomado forma el Estado Islámico.

Detrás de una catástrofe no suele haber nunca un solo fallo, sino una constelación. Todo lo que puede ir mal va mal hasta producir la tormenta perfecta. Parece una evidencia que sustituir la operación de rescate Mare Nostrum por la menos costosa y solo de vigilancia denominada Tritón, para evitar los efectos llamada, ha tenido efectos peores en el incremento del riesgo de naufragio para las barcazas. Este error se puede y debe corregir, como ya ha decidido la UE, pero más difícil de corregir son los errores anteriores. Y el que más, peor que la guerra de Libia, es el que está en el origen mismo de estas migraciones masivas, como es la diferencia de rentas, demografía y estabilidad política que hay entre Europa y África. Es una sima sin igual en el mundo, se llama Mediterráneo y corresponde a una política europea que brilla por su ausencia, y por eso nos pasa esas insoportables facturas en vidas humanas.

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Sobre la firma

Lluís Bassets
Escribe en EL PAÍS columnas y análisis sobre política, especialmente internacional. Ha escrito, entre otros, ‘El año de la Revolución' (Taurus), sobre las revueltas árabes, ‘La gran vergüenza. Ascenso y caída del mito de Jordi Pujol’ (Península) y un dietario pandémico y confinado con el título de ‘Les ciutats interiors’ (Galaxia Gutemberg).

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