Una vida política de telenovela
Los romances en México entre hombres influyentes de la escena pública y actrices ya no son un secreto. Es más, consiguen catapultar la popularidad de sus protagonistas y sus pasos son calculados
En un rincón del cálido sur de México, el joven gobernador de Chiapas, Manuel Velasco, descubre entre sus manos un anillo de compromiso y le propone matrimonio a la actriz y cantante Anahí. Podría ser el final perfecto para una telenovela. Ella acepta con lágrimas de emoción. La actriz y el político se abrazan cariñosamente. Las fotos del momento pronto llegan a las redes sociales y a la prensa política y del corazón. En realidad se trata del comienzo de una alianza que podría sumar un gran capital político, y un fenómeno que en México ha vuelto relevante el papel de las populares consortes salidas de la pequeña pantalla.
La historia de Anahí Puente y Manuel Velasco es un culebrón ampliamente conocido y seguido por los mexicanos. Una exitosa actriz, que desde los tres años ha estado bajo los focos, comienza en 2012 una relación amorosa con un prometedor político que se convierte en el gobernador más joven de México y el primero del Partido Verde Ecologista de México (PVEM). Durante dos años, la pareja mantiene en suspense al país con los momentos altos y bajos de su relación, compartidos ante los ojos de todo el público en las redes sociales.
Su principal vitrina son las redes sociales, donde muestran
Anahí Puente disminuye su perfil como actriz e incrementa su presencia al lado de su novio en los actos oficiales, dejando evidencia en sus cuentas de Twitter e Instagram. Y termina liderando actividades de asistencia social con la apertura de una fundación para ayudar a niños de la calle, casi como si fuese una primera dama.
Que el poder y el espectáculo se encuentren en matrimonio o noviazgo no es ninguna novedad. Antes podía tratarse de un escándalo, un secreto a voces o de un detalle menor. Ahora el despegue de una carrera política en México puede depender de ello.
“Tenemos un país telenovelero donde la religión más venerada, por encima del fútbol, es la telenovela. Somos un pueblo de melodrama, así hemos crecido durante generaciones. Estamos acostumbrados a estar como espectadores de este tipo de historias”, opina el periodista mexicano Alberto Tavira.
La última historia que tuvo a México en vilo fue la protagonizada por el presidente Enrique Peña Nieto y su esposa, la actriz Angélica Rivera. El romance y la posterior boda en 2010 fueron la antesala de un gran final como moradores de la residencia presidencial de Los Pinos. La Gaviota (como es conocida la primera dama por uno de sus personajes de telenovela) aportó durante la campaña de Peña Nieto su popularidad. En algunos actos incluso ella era más aclamada por los votantes que el entonces candidato. “Mucha gente conoció quién era Enrique Peña Nieto a partir de su noviazgo con la Gaviota, porque como gobernador del Estado de México solo era eso”, apunta Tavira.
La consorte del político se convirtió entonces en un elemento clave de la campaña. “Es innegable que la figura de la señora Peña tiene un impacto en cierta población del país y seguramente se ha reflejado en votos”, comparte Gisela Rubach, analista de marketing político.
La imagen de una actriz del brazo de un político se ha transformado en una buena señal, un complemento que suma apoyos. La pareja se ha convertido en un aval que fortalece el capital político de los aspirantes a cargos públicos, y que además no pone en riesgo el respaldo ganado.
“La vida privada de los personajes no es un tema de incidencia en una cuestión electoral. Pero tampoco podemos negar el arrastre que puede tener una artista en el apoyo a un candidato”, sostiene la analista Rubach. En el caso de Manuel Velasco, Anahí Puente ha ayudado a fortalecer su relación e influencia con el público más joven; mientras que Peña Nieto ha obtenido presencia en sitios del norte y sur de México, donde su carrera política no tenía proyección, pero sí se veían las telenovelas de Angélica Rivera.
La fórmula la han repetido en los últimos tres años la actriz Sherlyn y Gerardo Islas, el dirigente del Partido Nueva Alianza en el Estado de Puebla; la presentadora Galilea Montijo y Fernando Reina, antiguo concejal de Acapulco —incluida una portada en ¡Hola! el día de su boda—; la cantante Paty Sirvent y el exlíder del conservador Partido Acción Nacional César Nava, y recientemente la actriz Ludwika Paleta y Emiliano Salinas, consultor financiero e hijo del expresidente Carlos Salinas de Gortari.
Con mayor o menor exposición mediática, estas parejas han sacado partido a sus relaciones uniendo su popularidad y sus seguidores. Su principal vitrina son las redes sociales, donde muestran el día a día de sus uniones, aunque también se dejan ver en actos políticos donde los gestos de apoyo son clave.
El 5 de octubre Anahí Puente anunciaba a sus 7,5 millones de seguidores en Twitter su compromiso con Velasco: “Hoy les comparto el momento más feliz de mi vida. Estamos comprometidos”. El noviazgo de la pareja fue desvelado en la víspera de las elecciones de 2012, en las que el político obtuvo el cargo. La boda se celebrará el próximo año en Chiapas, durante el tercero de los seis años que dura la Administración de Velasco como gobernador.
“En política nada es casualidad, todo está medido, y hoy por hoy es público que la ecuación político más actriz tiene un resultado muy favorable para los candidatos”, apunta Tavira. La actriz y el político tendrán tiempo de dibujar no solo el futuro familiar, sino también el público.
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