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“Necesitamos inventar algo nuevo para enfrentarnos a esta epidemia”

La microbióloga madrileña Lola Fernández habla desde el corazón del foco del virus del ébola

José Naranjo
Lola Fernández en Sierra Leona.
Lola Fernández en Sierra Leona.JOSÉ NARANJO

En una pequeña habitación del complejo hospitalario de Kenema, en Sierra Leona, Lola Fernández se afana metiendo datos en el ordenador. Este es el cuartel general que ha montado la Organización Mundial de la Salud (OMS) en pleno epicentro de la epidemia de ébola que afecta al país africano. Madrileña, de 32 años, licenciada en Farmacia con un Doctorado en Virología por el Instituto Pasteur de París, se ofreció voluntaria para venir hasta aquí de la mano de ese organismo para aportar su granito de arena en la contención de este brote. En primera línea. A pocos metros, separados solo por unos plásticos blancos, 50 enfermos luchan contra el virus en una ciudad aterrorizada y sometida a una cuarentena sanitaria por las autoridades. “En mi caso la curiosidad fue más fuerte que el miedo. Esta ha sido una experiencia única para aprender y para aportar”, asegura.

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No es su primera vez sobre el terreno. En 2012 ya realizó una consultoría sobre la fiebre amarilla para la OMS en Burkina Faso y posteriormente, entre octubre de 2013 y enero de 2014, participó en la respuesta sanitaria ante la situación creada por el conflicto de Filipinas. “Había que fortalecer el sistema de vigilancia ante posibles epidemias entre la población evacuada por este conflicto, que era muchísima. Había mucho dengue, muchas diarreas y mi tarea consistió en implementar sistemas de alerta temprana, sobre todo ante posibles brotes de cólera”, asegura. Pero el ébola es otra cosa. Por primera vez ha tenido que enfrentarse a un virus tan letal desde el corazón mismo de la epidemia. “Esto ha sido un auténtico reto en el que te enfrentas a muchísimas dificultades a la vez”.

Tras su Doctorado en Virología, en el que se especializó en virus tropicales y en concreto en fiebre amarilla y dengue, siguió un programa de formación en Microbiología en el Instituto Nacional de Sanidad Carlos III, en Madrid, pero coordinado por el Centro Europeo para el Control de Enfermedades Infecciosas, con base en Estocolmo. Durante dos años se especializó en microbiología de Salud Pública y en la actualidad trabaja en el laboratorio nacional de referencia de arbovirus y virus hemorrágicos del citado instituto español, donde se han analizado las muestras de los casos sospechosos de ébola en España y donde, por ejemplo, se llevaron a cabo los tests al religioso español Miguel Pajares.

Cuando surgió la posibilidad de venir a Sierra Leona con la OMS como epidemióloga de campo, Lola Fernández presentó su candidatura con la autorización del propio Instituto Carlos III, que vio en su presencia en el terreno una oportunidad para construir capacidades y acumular experiencia sobre un virus poco investigado en general en el mundo. “Profesionalmente, esta experiencia me podía dar una visión muy realista de cómo se responde ante una epidemia como esta, cómo se coordinan los esfuerzos... Para mí es importante tener este bagaje y no quedarme sólo en la perspectiva de la microbiología. Y en lo personal era un reto, pero también una manera de sentirme útil y aportar”, explica.

Sé que si aplico las normas de prevención establecidas puedo evitar el contagio

“Conozco la morfología del virus Ébola, cómo son sus cadenas de transmisión, si sobrevive o no, y cuánto tiempo, expuesto al aire libre. Y por eso no le tengo miedo, aunque sí respeto. Sé que hay que tener mucho cuidado, pero hay medidas para evitar el contagio. Mi familia se quedó muy preocupada, pero yo les aclaré las cosas. Si hubiera sido un virus con la letalidad del ébola pero que se contagiara por el aire o a través de un mosquito quizás no hubiera tenido el valor de venir. Pero con el ébola sé que si aplico las normas de prevención establecidas como evitar el contacto directo con los fluidos corporales de los pacientes puedo evitar el contagio. El problema es el contexto, hay que poner el acento en que la población conozca esas normas para evitar ellos también el contagio”, añade.

Su tarea en Kenema ha sido doble. Por un lado, se ha encargado de la supervisión de las actividades de vigilancia epidemiológica, es decir, el seguimiento de las cadenas de transmisión. “Cada vez que hay un caso sospechoso hay que llevar un cabo un cuestionario al paciente y, si finalmente ha estado en contacto con personas enfermas y tiene los síntomas, avisamos a la ambulancia para que lo trasladen al hospital”. Si mediante pruebas de laboratorio se confirma que tiene el virus hay que elaborar una lista de todas las personas con las que ha podido estar en contacto desde que empezó a estar enfermo. Es una tarea titánica que en ocasiones Lola Fernández ha tenido que llevar a cabo directamente. “La entrevista la solemos hacer al aire libre, no sabemos en su casa qué puede estar contaminado o no. Siempre sin tocarle y a unos dos metros de distancia”.

Una de sus tareas ha sido organizar el traje para la correcta derivación de las personas que acuden al hospital

Su segunda tarea ha sido la organización del triaje en el hospital, es decir, la derivación de personas con síntomas o sin síntomas a un lugar a otro del centro hospitalario. “El problema que me encontré en Kenema es que no se estaban seleccionando los pacientes sospechosos de ébola siguiendo la definición de casos. Es decir, había personas sin síntomas que eran tratados como sospechosos de ébola e ingresados en el centro de aislamiento y personas con síntomas que eran enviados a hacerse una prueba de malaria. Esto provoca por un lado que se ponga en riesgo a todo el personal sanitario y por otro que la sala de casos sospechosos esté desbordada exponiendo a pacientes a la enfermedad que claramente no estaban contagiados. Es necesario implementar un sistema de triaje adecuado”.

La tarea no ha sido fácil. “Por primera vez nos estamos enfrentando a una epidemia de ébola en núcleos urbanos y con una gran dispersión, por lo que la estrategia que se ha usado hasta ahora no es suficiente. Necesitamos inventar algo nuevo, una nueva estrategia. Luego está la estigmatización, incluso de las personas que trabajan contigo. Y el miedo, que provoca que los enfermos huyan o se queden en casa. Las dificultades son enormes y queda mucho por hacer, hace falta más gente con experiencia ya sobre el terreno”, explica.

El pasado 18 de agosto, Lola Fernández se fue de Sierra Leona con un regusto amargo, le hubiera gustado quedarse hasta el final del brote, aunque en noviembre tiene previsto ir a Gueckedou (Guinea) para ejercer en esta ocasión su faceta de microbióloga, en el laboratorio móvil europeo. “Es un poco frustrante. Es un poco como David contra Goliat, porque en realidad este virus se puede controlar, conocemos su transmisión. El problema es que Goliat es una población a la que tienes que formar, convencer de los peligros reales del virus y que David necesita muchos más medios sobre el terreno. Esto está cambiando, pero hay que hacer más movilización, más vigilancia y destinar más recursos. Queda mucho por hacer”.

Sobre la firma

José Naranjo
Colaborador de EL PAÍS en África occidental, reside en Senegal desde 2011. Ha cubierto la guerra de Malí, las epidemias de ébola en Guinea, Sierra Leona, Liberia y Congo, el terrorismo en el Sahel y las rutas migratorias africanas. Sus últimos libros son 'Los Invisibles de Kolda' (Península, 2009) y 'El río que desafía al desierto' (Azulia, 2019).

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