El futuro de la ayuda
La pobreza absoluta se ha reducido a un ritmo del 1% anual desde 1990, pero eso no es consuelo para quienes han quedado atrás. La cooperación debe ser más hábil
El desarrollo global es una historia de gran éxito. La pobreza absoluta se ha reducido en un 1% cada año desde los noventa. Hoy existe un amplio apoyo para establecer una meta histórica de erradicar la extrema pobreza para 2030. Solo China ha sacado a 600 millones de personas de la pobreza e India recientemente celebró su tercer año sin que se registrara ningún caso de polio. La mayor parte de los asiáticos del este y lantinoamericanos forman parte de una emergente clase media.
Sin embargo, los avances globales no son consuelo para aquellos que se han quedado atrás. Recientemente visité la República Centro Africana, un lugar donde los promedios significan muy poco. Cerca de un millón de personas allí ha huído de sus hogares y prácticamente la totalidad de la comunidad musulmana ha abandonado la capital, Bangui. Más de dos millones de personas necesitan desesperadamente asistencia para sobrevivir. Las escenas de pillaje y saqueo son terroríficas.
Estos dos contrastes reflejan el futuro de la ayuda. Algunos países están consiguiendo enormes avances mientras otros se quedan cada vez más atrás. Vivimos en un mundo más complejo que el que conocíamos y ya no podemos seguir hablando de países ricos y pobres, países en desarrollo y desarrollados. Piensen en el hecho de que los pobres en Vietnam tiene mejores resultados en educación que en España, e incluso la mayor parte de los países de la OCDE. Las diferencias pueden ser mayores dentro de los mismos que entre las categorías. En Estados Unidos son cuatro veces más ricos que en Brasil, mientras que los brasileños son siete veces más ricos que los nicaragüenses y 15 veces más ricos que los haitianos. Hoy cerca de 1.200 millones de personas viven en la extrema pobreza con menos de 1,25 dólares al día. Alrededor de un 70% de ellos se encuentran en países de rentas medias, incluyendo India. En otras palabras, la mayoría de los pobres no viven en países pobres. Por otro lado, con el enorme progreso que se está produciendo en muchos de los países de renta media, aquellos que se queden detrás podrán estar en breve concentrados en los países más frágiles. Estas dos tendencias opuestas determinan cómo se debe gestionar la ayuda para el desarrollo.
La enorme cantidad de personas pobres en los países de ingresos medios demuestra que mucha gente aún no se ha beneficiado del crecimiento económico de sus países. Sin embargo, algunos estados como Brasil y Etiopía han sido capaces de progresar sin que haya aumentado la desigualdad. Políticas efectivas para la protección social, transferencias redistributivas de efectivo y la provisión de servicios públicos, como la educación y la sanidad, lo han hecho posible. Brasil creció rápido y atrajo inversión extranjera directa mientras millones de brasileños salían de la miseria. El 20% más pobre vio aumentar siete veces sus ingresos al mismo ritmo que el 20% con más ingresos. Brasil ha sido capaz de hacer aquello que se consideró imposible y al mismo tiempo reducir la deforestación en la Amazomia en un 80%.
La ayuda al desarrollo tiene que ser mucho más hábil para resultar más efectiva en un mundo donde millones de pobres viven en países cuyos presupuestos pueden empequeñecer a los de muchos de sus donantes. Por ejemplo, utilizar la ayuda para mejorar los sistemas fiscales de los países en desarrollo puede tener enormes retornos. El Programa de Impuestos y Desarrollo que la OCDE realizó en Kenia recaudó 1.290 dólares en impuestos adicionales por cada dólar gastado. Garantías y créditos con tipos de interés bajos para proyectos de infraestructura, pueden tener grandes beneficios y bajos costes. La ayuda para iniciativas comerciales puede beneficiar a todos. Con un buen sistema fiscal y control financiero, los recursos naturales pueden proveer enormes recursos para educación y sanidad en muchos países de África.
Brasil hizo lo que se consideró imposible y al tiempo que redujo la deforestación en la Amazomia en un 80%
Mejorar los sistemas fiscales de los países en desarrollo puede tener enormes retornos
Al mismo tiempo, necesitamos enfatizar la paz y apoyar a los países más frágiles. Los últimos ejemplos de estados destruidos debido al conflicto son los trágicos casos del Sur Sudán y República Centro Africana. Si alguien cree que la prevención de dichos desastres es costosa, entonces ¡piensa cuan costoso es el conflicto! La guerra es terrible porque causa muerte y sufrimiento humano, pero el coste económico es devastador. El Banco Africano de Desarrollo ha calculado que de media una guerra civil en África cuesta entre 20 y 30 años de desarrollo. Los donantes pueden proveer apoyo a los estados débiles y ayudar a prevenir el desastre priorizando a estos países, promover procesos de paz, apoyando las prioridades de los gobiernos y utilizando los sistemas nacionales.
España tiene una larga tradición como un donante generoso y como importante promotor de paz. Ojalá que pueda en breve dar un giro a su economía, parar la rápida caída del gasto en desarrollo y volver de nuevo al objetivo del 0.7% de la Renta Nacional Bruta. El Reino Unido y Turquía han demostrado ya que la ayuda se puede aumentar en momentos difíciles. La calidad de la ayuda también importa. El crecimiento del sur y el enorme éxito de su desarrollo se debe a mejores decisiones políticas, un aumento masivo de la inversión privada, más comercio y el rápido crecimiento de la ayuda en la última década. El futuro de la ayuda depende del mantenimiento y la velocidad de estos procesos. Una ayuda inteligente libera más y mejor inversión privada y ayuda a la movilización de recursos domésticos a través de los impuestos. Una ayuda inteligente prioriza la educación y la protección del medio ambiente El futuro de la ayuda es más y mejor. Somos la primera generación en la historia de la humanidad capaz de erradicar la pobreza absoluta. ¡Hagámoslo!
Erik Solheim es director del Comité de Ayuda al Desarrollo de la OCDE.
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