La protesta global ocupa la portada de 'Time'
La revista dedica su portada a todos los que han salido a las calles para protestar, desde los protagonistas de la 'primavera árabe' hasta los griegos que han marchado en Atenas, pasando por los españoles que movilizaron el 15-M
El pueblo en la calle ha sido siempre el instrumento fundamental para cambiar la historia. Desde la revolución francesa hasta la americana, la rusa o la mexicana, el levantamiento contra el comunismo en la Europa del Este o las marchas por los derechos civiles en Estados Unidos, el poder de los ciudadanos masivamente reclamando sus derechos ha sido una fuerza incontenible, incluso por la más brutal represión. A lo largo de varios siglos, esa fuerza ha languidecido o resurgido de forma intermitente en distintos lugares de la Tierra y en diferentes momentos. Durante 2011 ha reaparecido con una energía desconocida desde hacía décadas y, aunque con disparidades, dudas y contradicciones, se ha consolidado un movimiento que encierra un considerable potencial transformador. Eso es lo que ha querido valorar la revista Time al nombrar a El Manifestante el personaje del año.
El origen de ese movimiento y su máxima expresión son las manifestaciones surgidas hace exactamente un año en Túnez, que dieron lugar a la primavera árabe, que ya ha provocado la caída de cuatro dictadores y tiene en jaque a varios otros. Pero su onda expansiva se ha sentido en casi todo el mundo, con una especial intensidad en España y protestas de diversa magnitud en otros países de Europa, América Latina, EE UU y, recientemente, en Rusia. En la sociedad árabe esta movilización tenía un objetivo claro -la democracia- y ha producido resultados inmediatos. En el resto del mundo sus propósitos son más dispersos y sus consecuencias más impredecibles, pero igualmente han servido para reflejar la frustración, especialmente de los jóvenes, con modelos políticos que no satisfacen sus exigencias democráticas ni les sirven para realizarse plenamente como individuos.
La primavera árabe, los indignados de Madrid, Ocupa Wall Street o los estudiantes chilenos, entre otros protagonistas de este fenómenos, tienen muchas diferencias. Unos luchan por lo que a otros les parece insuficiente. Como afirma la revista Time, "los manifestantes en Oriente Medio y el norte de África están literalmente muriendo para conseguir un sistema político parecido al que consideran intolerablemente antidemocrático en Madrid, Atenas, Londres o Nueva York". Pero todos han servido por igual para alertar a las clases dirigentes de cada de uno de esos países de que las cosas no se pueden seguir haciendo en la forma, frecuentemente abusiva y desconsiderada, en que se han hecho hasta ahora, y que el capitalismo sin límites que tenía a todos contentos en la época de la abundancia no es un sistema válido para esta nueva era de escasez. De repente, la riqueza se ha hecho impopular, incluso en Wall Street, y las vías para alcanzarla están sometidos de una nueva moral floreciente, aún mal definida, pero sin duda más estricta.
Este fenómeno de protesta global comparte también sus principales instrumentos de movilización -los nuevos medios de comunicación y redes sociales- y ciertas características organizativas, como la ausencia de líderes. Esto, aunque oscurece el movimiento y compromete su futuro, lo hace más integrador y potencia su imagen de pureza.
La idea misma de liderazgo está actualmente en cuestión. Barack Obama fue el último político que movilizó masas, pero algunos de sus seguidores acabaron acampando en Zuccotti Park. "En todos los sitios este año", asegura Time, "el pueblo se ha quejado por el fracaso de los líderes tradicionales y la irresponsabilidad de las instituciones. Los políticos no ven más allá de las próximas elecciones y se niegan a tomar decisiones difíciles. Esta es una de las razones por las que no elegimos a un individuo este año. El liderazgo ha venido desde el fondo de la pirámide, no desde la cumbre".
Hay muchas personas que merecen una cita especial en una ocasión como esta, empezando, sin duda, por Mohamed Bouazizi, el vendedor ambulante de Túnez que se inmoló en defensa de su dignidad. Pero Time ha preferido resaltar el esfuerzo colectivo que puede conducirnos, como admite la revista, "al gobierno del planeta de una forma más democrática, aunque a veces más peligrosa".
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