_
_
_
_
_
Crítica:nick lowe | pop
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

El dandi de la canción eterna

Nick Lowe emerge solo, con puntualidad de buen inglés y envuelto por la penumbra; apenas intuimos su flequillo níveo, cual venerable sir de la canción. Luego distinguiremos esas gafas de pasta negra que comparten proveedor con las de su gran discípulo, Elvis Costello; su técnica precaria pero suficiente a la guitarra, cual Roy Orbison redivivo; el porte maduro y sereno de quien asume con orgullo 62 primaveras. Pero este no es un concierto de Rihanna y, por fortuna, los estímulos visuales figuran en segundo plano. Mucho mejor deleitarse con la voz cálida, amorosa y ligeramente desgastada de este sexagenario atemporal.

Su cuarteto acompañante no aparece hasta la tercera canción, la triste y añeja What lack of love have done. Pero la fecha de composición resulta a menudo inescrutable. Ragin eyes enarbola el rock de hace medio siglo, cuando Tony Sheridan era más famoso que esos niñatos llamados The Beatles. Lately I've let things slide es una de esas baladas vaqueras descorazonadas y Has she got a friend? haría esbozar a Johnny Cash su característica media sonrisa. Para entonces, el maravilloso Geraint Watkins -que antes nos había regalado un concierto solista encantador- ya ha puesto su órgano a sollozar.

Ventajas de llevar casi cuatro décadas en la carretera: Lowe no abusa de The old magic, su muy reciente entrega, aunque I read a lot constituye una portentosa balada de dandi aterciopelado. En ella o en House for sale (crónica de mudanzas liberadoras) apura el británico su registro agudo, casi desvaneciendo la voz, con resultados extraordinarios. El irresistible pellizco setentero de Cruel to be kind anima a un público devoto, sobrecogido con las bocanadas de soul blanco: Raining podría llevar la rúbrica de Van Morrison.

Para el final la irrenunciable Peace, love & understanding, en lectura grave y reposada; o una íntima versión en solitario de Allison, el clásico de Costello. Y en medio, un original de Watkins, Only a rose, que escucharán nuestros bisnietos y con el que seguirán emocionándose. Enamorándose. Aunque ni su autor ni nosotros lo veamos, ayer recibimos unas cuantas nociones sobre el secreto de la canción eterna.

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
Suscríbete

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_