4.360.926 historias para no dormir
Los parados se quejan de que las oficinas de empleo solo les ofrecen cursos
"El INEM (Instituto Nacional de Empleo) no existe". La página web del Ministerio de Trabajo alerta así a quien busca la palabra INEM en Internet. Aunque se refiere al cambio de nombre -en 2003 pasó a denominarse Servicio Público de Empleo Estatal-, para la mayoría de parados la frase se convierte a diario en una realidad. En una mañana a las puertas de la oficina de empleo del barrio de la Concepción (Madrid), todos los preguntados aseguran que lo que único que les han ofrecido desde el antiguo INEM son cursos de formación. Ni rastro del empleo.
El continuo entrar y salir de gente ayuda a poner cara a una cifra: 4.360.926 parados, según los datos hechos públicos ayer por el ministerio. Un número que se dice rápido: 4.360.926, pero que esconde historias imposibles de enumerar. El dato se coló de pleno en la campaña electoral y sirvió de dardo que arrojarse entre unos partidos y otros, desde cualquier lugar lejos del barrio de la Concepción o de cualquier barrio de España.
"No voy a votar, no me convence ningún candidato", dice un desempleado
En esa maraña de cifras que se comen las historias se esconde Marco Calvo, de 42 años, que se quedó sin su empleo como diseñador de una empresa de organización de eventos el 24 de octubre. Tras 10 años en plantilla, es una de las 134.182 personas que perdieron su trabajo el mes pasado.
"¿Pero no se supone que aquí tienen que buscar empleo a la gente?". Malhumorada, Concha Nogales, de 46 años, sale de la oficina. Es de las que no cree, dice, "en lo del INEM". Lleva dos años parada y, como había trabajado de empleada del hogar, tampoco ha tenido derecho a una prestación. "¡Y aquí solo me ofrecen cursos!", protesta.
Las quejas a la salida contrastan con el ambiente que se respira en el interior de las oficinas, casi todas iguales: blancas y con sillas alineadas mirando en una sola dirección, como en un cine sin pantalla. Pese a las decenas de personas que se juntan, los desempleados aguardan su turno en silencio, muchos con la mirada perdida en el marcador automático que sube de número para que pase el siguiente.
La mañana transcurre lenta y ajena a estrategias electorales. En la oficina de empleo, los políticos solo entran en las fotos de los periódicos que hojean algunos. "No voy a votar, no me convence ningún candidato", dice Saúl Martínez (26). En medio de tanto silencio y caras largas, Berta Domínguez, de 37 años y madre de tres niños, cuela algo de optimismo. "Al día siguiente de quedarme sin trabajo empecé a montar una ludoteca, arranco en tres semanas", anuncia. La apertura de su empresa coincidirá con la cita con las urnas y ella no piensa faltar. "Votaré al PSOE. Lo del PP es un engañabobos". Ni una crisis como la actual, ni el giro que acaba de dar su vida al quedarse sin trabajo han hecho a Marco Calvo replantearse qué papeleta llevará a la urna y el 20-N votará lo mismo que Domínguez.
Hasta ese día, la cifra, 4.360.926, volverá a repetirse incontables veces en boca de políticos. Muy lejos del barrio de la Concepción, o de cualquier otro, donde los protagonistas esperan, sentados, a que alguien les llame. Todas las mañanas en cualquier oficina de empleo, sea día de datos, como ayer, o no.
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