La necesidad del 15-M
La politización y consiguiente falta de independencia de algunas instituciones del Estado, además de su descrédito, supone un retroceso del sistema democrático.
Desde el momento en que el Gobierno interviene en la designación de los miembros del Tribunal Constitucional, este tribunal dejó de ser un órgano que administra justicia desde la neutralidad y aplicación del ordenamiento jurídico para convertirse en un instrumento partidista para sentar en el banquillo al adversario en el momento más oportuno y archivar las causas propias para eludir la cárcel.
Los sindicatos mayoritarios, lejos de defender los intereses del trabajador, son cómplices silenciosos del partido que los financia, tolerando expedientes de regulación de empleo de empresas que han obtenido beneficios o la falta de transparencia en el acceso a la función pública.
El 15-M es el movimiento neutral y necesario de la sociedad actual, formado por miles de ciudadanos indignados con los privilegios y la inoperancia de la clase política que aspiran a recuperar una normalidad en el funcionamiento de las instituciones y a que las decisiones de los gobernantes respondan realmente a la voluntad colectiva.
El 15-M tiene unas reivindicaciones con las que se puede sentir identificado cualquier ciudadano que crea en la justicia, la libertad y la democracia, sin necesidad de etiquetar al movimiento políticamente, porque si lo hiciera incurriría en la contradicción de convertirse en lo que denuncia, contradicción en la que ya han incurrido algunas instituciones del Estado.
Por ello, las propuestas del 15-M deben ser escuchadas y tenidas en cuenta por los partidos, ya que supone una "intervención" necesaria del pueblo sobre la clase política para recuperar la democracia, único sistema político capaz de salvaguardar el interés general sobre el de los políticos y el de los mercados.
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