La mentira desató el incendido
Atenas ha vivido una semana extraña. Por sus concurridas calles han circulado estos días colectivos muy diferentes. El más nutrido, el de sindicalistas europeos de 36 países que celebraban allí su congreso anual para expresar su apoyo al país. El más temido, la llamada troika (los representantes de la Unión Europea, el Banco Central Europeo y el Fondo Monetario Internacional), que visitaba Grecia para informar sobre el grado de cumplimiento de las reformas y determinar si debe recibir más préstamos europeos. El trabajo ha debido resultar más complejo de lo esperado porque han prolongado su estancia. Pero sus informes -seguramente no muy halagadores para Grecia- han tenido el efecto inmediato de precipitar una nueva oleada de privatizaciones.
Grecia intenta limpiar el descrédito que le produjo la manipulación de sus cifras de déficit
Menos temida que la troika, pero casi tan influyente, una tercera cita ha marcado la agenda ateniense esta semana. Se trata de las conferencias que ha organizado la prestigiosa revista británica The Economist -celebra periódicamente encuentros de este tipo en diferentes países- y que han reunido a lo más granado del país. Empezando por su primer ministro, que arrancó su intervención por donde más le duele a Grecia: el descrédito que le produjo haber falseado, al menos por dos veces, sus estadísticas. Un hecho que se considera desencadenante de la falta de credibilidad del país en los mercados.
Con un dominio absoluto del ritmo narrativo, y en un inglés propio de la educación que recibió en Estados Unidos, Yorgos Papandreu quiso contar a la audiencia una historia, "pequeña pero real". El mandatario griego relató que ya no es posible conocer antes de su publicación las cifras económicas que tanto condicionan los destinos del país. Y no es posible porque el Estado dispone ahora de un organismo estadístico independiente, en lugar del anterior que manipuló las cifras tantas veces como le fue necesario. "Tenemos una oficina estadística independiente en Grecia. ¿A alguno le parece evidente?", desafió Papandreu a los asistentes. "En este país estamos haciendo la revolución de lo evidente", respondió.
Por brillante que resultase su discurso, a Grecia le hará falta mucho más que oratoria para superar el bochornoso episodio del déficit oculto. Del 3,7% del PIB en que el Gobierno griego fijaba sus desequilibrios para 2009 -apenas unas décimas por encima de lo permitido- la cifra acabó el 15,4%. Un salto espectacular, detectado tras varias revisiones de Eurostat, la oficina estadística comunitaria, que sembraba así la duda en los acreedores de deuda griega y disuadía a otros de entrar en ese grupo. Las falsedades, eso sí, se cocinaron con la inestimable ayuda del banco de inversión estadounidense Goldman Sachs, según ha confirmado recientemente Eurostat. Perversiones del asesoramiento financiero.
El partido entonces en el poder, el conservador Nueva Democracia, ha hecho todo lo posible por pasar página de aquella etapa. Tanto como para eludir la responsabilidad del bochornoso episodio. "No creemos que seamos responsables de ese 15,4% de déficit. La responsabilidad es del Gobierno [actual, del socialista Pasok] y de Eurostat, que decidió incluir en el criterio de déficit a 17 entidades públicas que nosotros no computábamos", se defiende Jristos Staikuras, el cerebro económico del anterior Ejecutivo, molesto ante la exigencia de responsabilidad.
En medio de este cruce de misiones, una importante labor pública se desarrollaba en las calles griegas también estos días: la actualización del censo de población, cuya última entrega data de 2001. Previsiblemente, la corrección al alza que sufrirá la actual cifra de casi 11 millones de habitantes no provocará tantos sobresaltos. -PUBLICIDAD
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