El escuadrón de la muerte rebelde
La Brigada 17 de Febrero, una mezcla de milicia y policía política, acumula cada vez más poder en el este de Libia e inquieta a las autoridades de Bengasi
El tránsito de furgonetas, algunas provistas de ametralladoras, es incesante en la base de Gar Yunis. El antiguo cuartel de las temibles milicias de Muamar el Gadafi en Bengasi está ahora ocupado por la Brigada 17 de Febrero, el brazo armado de la revolución libia. Integrado por unos 2.000 voluntarios, este grupo ejerce tareas militares y de seguridad. Uno de sus principales cometidos es la captura de funcionarios y células gadafistas. El creciente poder de la brigada, que actúa con total autonomía, empieza a inquietar a algunas autoridades rebeldes.
"Nosotros nacimos antes que el Consejo Nacional de Transición", dice Mustafá el Saguisli, número dos de la milicia, dejando caer el principio de veteranía. El embrión fueron los grupos de civiles que se organizaron para asaltar el cuartel general de Gadafi o inutilizar con toneladas de basura las pistas del aeropuerto de Bengasi en los primeros días de la revuelta.
Integrada por 2.000 voluntarios, se dedica a capturar células gadafistas
El Saguisli era hasta entonces un programador informático sin ninguna experiencia militar. La pistola en la cintura, que no se quita ni durante el almuerzo en sus oficinas, es un buen indicio de que las cosas han cambiado. En tres meses, aquellas caóticas brigadas se han convertido en un cuerpo jerarquizado e instruido por militares profesionales. Al mando está Fauzi Bukatef, un ingeniero petrolero que se mantiene en la penumbra.
"Entrenamos a todo el que quiere y luego los filtramos", explica El Saguisli. "Unos van al frente, otros se destinan a la seguridad de Bengasi, en colaboración con lo que queda de la policía, y otros se unen al Departamento de Seguridad". Esta nueva policía política es la encargada de dar caza a esa "quinta columna" que obsesiona a la población. "Los gadafistas siguen activos, pero hemos detenido a muchos. Nosotros tenemos en la base a unos 200, entre exfuncionarios de seguridad, miembros de los comités revolucionarios o simples traidores. Algunos son peces gordos".
Preocupadas por su reputación internacional, las autoridades rebeldes han permitido el acceso de la Cruz Roja y otros organismos a los centros de detención. Pero la persecución de gadafistas ha suscitado tensiones entre el Consejo rebelde y la Brigada 17 de Febrero. "Ellos dicen que no es el momento de detenciones ni procesamientos", explica Mustafá el Saguisli. "Nos han pedido incluso que soltáramos a algunos porque había presiones de sus tribus y no quieren problemas. Pero nosotros pensamos que el poder de la revolución debe prevalecer sobre el poder de la tribu. Y liberar a esa gente va a alentar las venganzas".
En Bengasi se han dado ya al menos cuatro asesinatos selectivos de miembros de los aparatos represores de Gadafi. Sobre los autores de los crímenes nada se sabe, aunque, en uno de los casos, un familiar aseguró que los asaltantes iban en un vehículo con el emblema de la Brigada.
No es este, sin embargo, el único motivo de roce con los gobernantes interinos, enredados ellos mismos en un complejo organigrama. Resulta patente, en conversaciones con varios funcionarios civiles y militares, que la Brigada 17 de Febrero es vista con sumo recelo, quizás -y esto no se dice- porque puede ser decisiva en la lucha por el poder que tarde o temprano se va a desatar tras la caída de Gadafi.
"Nosotros somos autónomos. Tenemos una buena relación con el jefe del Estado Mayor, general Abdulfatah Yunis, y nuestras unidades militares están bajo un mismo mando en el frente. Pero somos independientes", subraya Mustafá el Saguisli.
La brigada ha vuelto a estar en el punto de mira a raíz de la muerte, el pasado miércoles, de Pierre Marziali, director de Secopex, una empresa francesa de seguridad que negociaba con el Gobierno rebelde un contrato de asesoría. Marziali recibió un balazo en la espalda y sus cuatro compañeros fueron detenidos por un grupo del que, hasta ahora, nadie daba cuenta.
"Fue nuestra unidad, con la policía", afirma el número dos de la Brigada. "Eran espías pagados por Gadafi, muy peligrosos. Los tenemos nosotros. Están bien. Reciben la visita del embajador francés. En unos días habremos concluido la investigación". Las circunstancias de la muerte de Marziali y sus propias contradicciones han puesto en apuros a las autoridades de Bengasi. El Gobierno francés, uno de sus grandes valedores, hace todo lo posible por mantener el asunto con sordina.
La Brigada 17 de Febrero no es la única milicia en la capital rebelde. El vacío de poder tras el desplome del régimen y el asalto a los arsenales alentaron el surgimiento de pequeños grupos armados que hoy circulan sin control alguno.
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