Unas elecciones raras y una no campaña
Zapatero trata de destacar los extremos del PP, pero Rajoy no entra en ningún asunto polémico - Las claves del Estado autonómico quedan fuera del debate
Dos no pelean si uno no quiere. Y no hay posibilidad de hacer campaña si uno de los dos contendientes no quiere hacerla. Cada día que pasa se percibe una inquietud mayor en el PSOE. Mariano Rajoy ha decidido hacer una campaña sin campaña. Va a los mítines que le preparan, viaja por toda España, se hace fotos, pasea, saluda, pero evita el debate. Ofrece discursos de menos de 20 minutos -Zapatero habla hasta 45- e incluso ha mejorado su técnica mitinera y logra animar al público cuando ataca a Zapatero por la situación económica. Pero no entra en nada.
No responde a preguntas, no entra en asuntos delicados. No asume riesgos. No quiere ser protagonista. Huye de los titulares. Eso se lo deja a José María Aznar, a Esperanza Aguirre o a Jaime Mayor. Zapatero utiliza los excesos de estos y otros dirigentes del PP, como el de la inmigración, para tratar de que Rajoy entre en campaña. Es imposible. Y el PSOE se desespera.
En privado, todos los políticos trabajan en los recortes después de las elecciones
El PP se ve ganador y no quiere meter la pata, cree que Zapatero lo ha hecho
Rajoy actúa como si no fuera el líder del PP. Él solo es el portavoz de sí mismo. No desautoriza a los suyos cuando dicen cosas contrarias a las que él plantea, ni entra a defenderse de los ataques. Tres días lleva el PSOE con la inmigración por lo que dicen los dirigentes catalanes, y Rajoy como si oyera llover. Ni una palabra.
No quiere campaña. Fuentes de la dirección lo explican de una forma nítida. Rajoy se ve ganador, tiene encuestas internas en ocho provincias clave, además de las publicadas, que le dicen que la cosa va muy bien. Que los dos diputados claves de Guadalajara pueden caer de su lado y con ellos Castilla-La Mancha, el símbolo. Y cree que la campaña mueve muy poco, y menos sin debates, a no ser que se cometan errores. "No hay que darle argumentos al contrario", explican. Por eso, para no meter la pata, lo mejor es no caminar. Y Rajoy es un especialista en el arte de dejar pasar el tiempo, de esperar y ver, hasta que el viento sea propicio. Y ahora lo es. Probablemente ningún político español tenga tanta capacidad de resistencia. Pase lo que pase, seguirá impasible.
Rajoy está convencido, dicen en su entorno, de que Zapatero sí necesita arriesgar, hacer campaña, y por eso, explican, cometió el "error" de decir que era un "bellaco" cualquiera que dijera que él ha hecho recortes sociales en su mandato. "Eso sí que es dar argumentos al contrario", analizan en la dirección del PP. Desde ese día, Rajoy lo usa todos los días, y ayer un señor en el mitin de Valladolid gritó "yo también soy un bellaco", y logró un gran aplauso.
El PP sabe que Aznar sí da argumentos al contrario. Que anima a la izquierda. Pero Rajoy no puede impedir que hable, así que se limita a hacer como si no existiera. Su nombre no está en los mítines. Fuentes de la dirección señalan que "cada uno tiene sus tonos" y que, en cualquier caso, ya nada es lo que era. Que la crisis ha acabado con el argumento del miedo a la derecha. Dicen que 2008 fue la última vez que funcionó. Así que a Rajoy se le ve cada vez más animado en la campaña más anodina e improductiva de los últimos años.
El PSOE dice que el PP recortará servicios sociales y el PP lo niega, pero nadie habla de lo que de verdad ocupa en privado la agenda de todos los políticos, gobiernen o no: todos saben que no hay dinero y después de las elecciones habrá que tomar decisiones difíciles. Entonces ¿de dónde recortar? ¿Cómo aumentar los ingresos? ¿Qué impuestos hay que subir y cuáles bajar? ¿Cómo mantener el Estado del bienestar? ¿Qué hacer con las universidades? ¿Cómo mejorar la escuela pública? ¿Cómo financiar la sanidad? ¿Cómo desarrollar la ley de dependencia? ¿Cómo aumentar el crédito? ¿Qué hacer con los bancos y cajas?
Todos estos asuntos están fuera de la campaña. Apenas hay debates televisivos, y en la sucesión de mítines no hay casi propuestas. Ninguna de ellas ha logrado un titular, al contrario que en otras campañas. Nadie puede ofrecer grandes proyectos porque no hay dinero. Pero tampoco casi nadie se anima a debatir sobre cómo y dónde recortar. Y mucho menos a plantear subidas de impuestos. Sólo IU lo ha hecho.
El PP asegura que quitará el de sucesiones y no lo sustituirá con nada. Pero mientras, sus dirigentes reclaman más dinero al Estado y hablan de los "agravios" del Gobierno con sus comunidades o Ayuntamientos.
Casi nadie plantea lo que realmente está pensando. Zapatero niega sus recortes y dice que el PP haría más, mientras el Ministerio de Economía apunta que tal vez se recorten otros 2.000 millones. Rajoy, en cuyo entorno económico todos asumen que hará más recortes cuando llegue a La Moncloa, sabe que todos sus presidentes autonómicos han hecho algunos y preparan más -los casos de Cataluña o Murcia son paradigmáticos de lo que puede suceder- pero prefiere hablar de Zapatero como el hombre que "ha empobrecido a los españoles".
La campaña sin campaña es perfecta para el perfil político de Rajoy. Ya solo tiene que pasar su Rubicón: el mitin de mañana en la plaza de toros de Valencia. A partir de ahí, solo habrá que esperar y ver. Otra vez.
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