El lujo de vivir en Río
La efervescencia de la economía brasileña tiene uno de sus máximos reflejos en los sectores inmobiliarios y de la construcción. En ciudades como Río de Janeiro o São Paulo se da el fenómeno de que el desbocado negocio del ladrillo es incapaz de satisfacer una demanda trepidante: el vigoroso aumento de la renta a todos los niveles, combinado con un mayor acceso al crédito bancario, ha provocado que millones de brasileños aspiren ahora a un título de propiedad. Es uno de los múltiples efectos colaterales del denominado "milagro brasileño".
Las constructoras no dan abasto, y los constantes lanzamientos y promociones inmobiliarias cuelgan el cartel de "todo vendido" meses o años antes del levantamiento de los edificios. Se trata de una fotografía tristemente familiar en España, aunque los analistas brasileños se obstinen en defender que el caso de Brasil es diferente y que no existe ningún movimiento especulativo detrás de esta vertiginosa locura inmobiliaria.
El metro cuadrado en Ipanema o Leblon es más caro que en Manhattan
Un reportaje sobre el coste de la vivienda en Río, publicado recientemente por el semanario brasileño Veja, concluye que la futura sede olímpica ya es la cuarta ciudad más cara del mundo para comprar un piso en uno de sus barrios "nobles". Es decir, hoy el metro cuadrado en Ipanema o Leblon, dos de las más cotizadas zonas cariocas, sería más caro que su equivalente en Manhattan o el codiciado Seizième Arrondissement parisiense. Solo la vivienda en los barrios más pudientes de Montecarlo, Londres y Hong Kong superaría en precio a los de la ciudad de la samba, afirma la revista.
El aumento del precio de la vivienda en Río en los últimos cinco años ha sido del 145%, aunque hay casos alarmantes como el del barrio de Ipanema, que en el mismo periodo ha registrado una subida del 380%. Global Property Guide sostiene que el crecimiento del mercado inmobiliario en Río se mantendrá en los próximos años, al menos hasta la llegada de los Juegos Olímpicos de 2016.
Brasil registra actualmente un déficit de vivienda calculado en 7,5 millones de unidades, principalmente destinadas a familias con pocos recursos. El hecho de que el sector de la construcción brasileño no tenga la capacidad de absorber esta creciente demanda ha provocado que no pocas constructoras extranjeras, entre ellas muchas españolas, hayan desembarcado en el país con el objetivo de buscar oportunidades que compensen el mal momento que vive el sector en sus países de origen.
Para completar el cuadro, un estudio difundido recientemente por la Fundación Getulio Vargas afirma que las empresas de construcción e ingeniería brasileñas tienen serios problemas para contratar mano de obra. No solo faltan ingenieros, arquitectos y aparejadores, sino principalmente albañiles y peones de albañil. El aumento de la renta en las clases más pobres ha provocado una migración masiva de trabajadores poco cualificados, hartos del trabajo físico mal pagado, hacia otros sectores productivos más agradecidos.
Río reúne la quintaesencia de este fenómeno: los precios de la vivienda se han disparado y los sueldos aumentan con el paso de los días. Los que vivimos en la ciudad maravillosa desde hace años hemos visto cómo el coste de la vida se ha encarecido hasta niveles poco saludables. El placer de vivir en Río se ha convertido en un lujo. Un lujo engordado por las permanentes noticias, algunas de ellas más próximas a la especulación que a la realidad, de que Río será en breve una ciudad reinventada, próspera, moderna, con transportes eficientes y seguridad en sus calles. Ojalá que así sea.
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