Una o varias estrategias
En nombre de José Luis Rodríguez Zapatero solo debería hablar él. Pero él calla. Especialmente sobre cómo resolverá su futuro. Calla y a veces otorga. En el nerviosismo que estos días viven Gobierno y PSOE a sus más altos niveles, el silencio de Zapatero se puede interpretar de muchas maneras. Algunos lo han leído y traducido en diferentes estrategias. Unas parecían autorizadas y supervisadas por Zapatero. Otras menos. Ahora parece que ninguno de sus escribidores estaban autorizados o bien informados. O sí.
Hemos leído y escuchado, con pocos días de variación, que Zapatero iba a comunicarlo todo sobre su futuro político en el comité federal del 2 de abril, para liberar de presión a los barones regionales. Pero también que retrasaría ese anuncio después del 22 de mayo, para no enturbiar con ese ya inevitable debate la campaña electoral. Que si lo oficializaba el 2 de abril la mayoría de los barones iban a forzar la proclamación inmediata de Alfredo Pérez Rubalcaba como sucesor. Pero también que ese proceso no se puede abrir y cerrar tan rápido y que, por tanto, se convocarían las primarias en junio. Hubo quien especuló sin gran coro sobre un anticipo de las generales.
Lo que nadie parece poner en duda es que Zapatero está ya de salida. Y eso que él aún no ha hablado. Lo hizo, en un avión, el 28 de junio de 2004, recién estrenado presidente, volviendo precipitadamente de Estambul de una cumbre de la OTAN, para explicar off de record a los periodistas que le parecía una gran idea de José María Aznar lo de autolimitarse a ocho años de mandato. Solo le reprochó que lo dijera demasiado pronto, complicándose la gestión de su sucesión. También anticipó que ese error él no lo cometería. Alguien se saltó esa confesión.
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