Tormenta política en Alemania por el desaire de Merkel a los aliados
La retirada de los buques aportados a la OTAN divide a los partidos
Angela Merkel ha puesto en juego todo su crédito político con la retirada de cuatro buques de guerra y de unos 620 soldados que habían estado bajo mando de la OTAN en el Mediterráneo. A su Gobierno de centro-derecha le llueven las críticas nacionales e internacionales desde que, la madrugada del viernes, el ministro de Exteriores, el liberal Guido Westerwelle, se abstuvo de apoyar las acciones militares contra Libia en el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, del que Alemania es miembro no permanente hasta 2012. Merkel aprobó ayer el envío de 300 soldados a Afganistán para compensar su negativa a participar en las operaciones militares contra el régimen de Gadafi. El ministro de Defensa, Thomas de Maizière, democristiano como Merkel, aseguró que el aumento del contingente militar en Asia servirá para "aliviar la carga militar" de la OTAN. Con ello, Alemania intenta "dar una señal política de solidaridad con los aliados" que decidieron combatir en Libia.
La canciller es acusada de apoyar la no beligerancia por cálculos electorales
La no beligerancia de Merkel y Westerwelle ha puesto a Alemania en una situación comprometida ante sus principales aliados, en particular con los vecinos franceses. Merkel dice que no se trata de "neutralidad". Los críticos les acusan de sacrificar el papel internacional de Alemania por un mero cálculo electoralista. Defensa justifica la retirada de sus barcos por la posibilidad de que se vean obligados a entrar en combate en cumplimiento del embargo de armas ordenado por la ONU.
De acérrima defensora del eje atlántico a cuasi insumisa en la OTAN, la flamante conversión de Merkel no ha sido su única transformación reciente. La canciller también ha pasado, con el desastre de Fukushima, de defender el uso de energía nuclear a ordenar el cierre "temporal" de las siete centrales más viejas del país. El compromiso militar con los aliados en misiones en el extranjero y el uso de la energía atómica son sus dos frentes políticos más impopulares.
Sorprende a propios y a extraños que Alemania se abstenga de atacar a un dictador como Gadafi y lo compense enviando más soldados a la impopular guerra afgana. Otra sorpresa la daba ayer el diario conservador Frankfurter Allgemeine Zeitung, que aseguraba que Westerwelle planeó incluso votar en contra de la resolución de Naciones Unidas que el pasado jueves abrió la puerta a los ataques a Libia. Merkel, que con sus malabarismos de Afganistán intenta recuperar las simpatías perdidas fuera de casa, impuso la abstención, según el citado diario. Un portavoz de Exteriores aseguraba ayer que se trata de una "información falsa". Pero entre los democristianos se daba la noticia por auténtica. Los liberales insisten en que había consenso gubernamental antes de la votación.
En la dirección democristiana, hay voces conservadoras que se han pronunciado en contra del Gobierno. El diputado Armin Laschet destaca la "inesperada situación de que Alemania se desmarque de casi toda la Unión Europea y de Estados Unidos". No es el único crítico a la derecha.
Tanto Westerwelle como Merkel se están jugando mucho con sus sorprendentes decisiones de las últimas semanas. El domingo se celebran elecciones regionales en el estratégico land de Baden- Württemberg, donde la Unión Demócrata Cristiana (CDU) de Angela Merkel gobierna ininterrumpidamente desde 1953.
Además de un bastión democristiano, Baden-Württemberg es uno de los principales viveros de votos de los liberales, que gobiernan el land junto a la CDU en una coalición análoga a la dirigida en Berlín por Merkel y Westerwelle. Una derrota ante socialdemócratas y verdes, que ya tienen ventaja en algunas encuestas, podría resultar determinante para el futuro político de ambos.
El Partido Socialdemócrata (SPD) tampoco ha presentado sobre Libia un frente mucho más firme que el Gobierno. El diputado Thomas Oppermann tilda la decisión de "comprensible", pero la considera una "catástrofe diplomática". Al principio, el SPD apoyó mayoritariamente la política libia de Merkel, pero el lunes llegó el cambio de tercio. La secretaria general, Andrea Nahles, acusó al Gobierno de "dividir a Europa".
En el SPD se tachaba ayer de "fraude" el envío de más soldados a Afganistán, "una decisión envuelta en papel de regalo" que se habría tomado "de todas maneras" en abril. Los Verdes, muy críticos con la abstención del jueves en la ONU y con la retirada de los barcos de guerra del Mediterráneo, hablan de "cambalache". El parlamentario Omid Nouripour pidió que Alemania "sea digna de su papel en la OTAN" y participe en el embargo de armas.
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