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Análisis:Catástrofe en el Pacífico
Análisis
Exposición didáctica de ideas, conjeturas o hipótesis, a partir de unos hechos de actualidad comprobados —no necesariamente del día— que se reflejan en el propio texto. Excluye los juicios de valor y se aproxima más al género de opinión, pero se diferencia de él en que no juzga ni pronostica, sino que sólo formula hipótesis, ofrece explicaciones argumentadas y pone en relación datos dispersos

Japón, tubo de ensayo

Juan Ignacio Crespo

La naturaleza y los designios de los hombres parecen haber adjudicado a Japón el involuntario y doloroso honor de ser uno de los tubos de ensayo de la humanidad, para lo económico, para lo nuclear o para lo sísmico.

El terremoto con tsunami del viernes pasado lo recuerda una vez más: el estar asentado Japón en una de las peores, si no la peor, zona sísmica que pueda concebirse, ha permitido a sus habitantes el ser pioneros en técnicas para prevenir las consecuencias de los movimientos de tierra. La frecuencia con la que se producen allí esos temblores permite, a su vez, cada poco poner a prueba la solidez de los nuevos conocimientos científicos y técnicos en esa materia. Con el coste atroz que todo eso lleva en vidas humanas primero y en destrucción de bienes materiales después. Si lo segundo parece que podrá remediarse con el esfuerzo de los japoneses y la liquidación de riqueza financiera acumulada, lo primero, lamentablemente, no.

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La reflexión más elemental que puede hacerse sobre la faceta económica del desastre es que en Japón se ha dado por lo tanto una pérdida de patrimonio acumulado que, sin embargo, permitirá en el futuro un plus de crecimiento económico para reparar los daños. En esto, el propio Japón también tiene experiencia.

Hace poco más de dieciséis años (enero de 1995), el terremoto de Kobe provocaba, como ahora, una enorme devastación. Entonces, además de la elevada cifra de víctimas, el terremoto destruyó riqueza equivalente al 2% del PIB japonés. Fue un terremoto de menor magnitud, pero se produjo en una zona mucho más densamente poblada. También es una zona, por tanto, en donde se genera una proporción del PIB japonés mucho mayor que en esta, donde la población está mucho más dispersa.

Pues bien, el mismo mes del terremoto de Kobe la producción industrial en Japón cayó un 2,5%, aunque anuló esa caída con la recuperación que experimentaba en los dos meses siguientes. De conjunto, el PIB anualizado de Japón en el primer trimestre de ese año 1995 ascendió a 3,4%, más de lo que era su tendencia en ese momento. Los años 1995 (completo) y 1996 crecería entre el 2% y el 3%.

De ahí que sea de esperar que el impacto sobre el crecimiento de la economía japonesa tampoco ahora se vaya a notar. Aunque cualquier afirmación de este tipo haya que hacerla con la cautela que imponen las diferentes características que tiene el actual desastre: la acometida del mar y, sobre todo, la energía nuclear en riesgo de quedar fuera de control.

Los demás cálculos económicos afectan ya a empresas concretas: a las compañías de seguros y reaseguros; a los pleitos que surgirán en torno a lo que las pólizas cubren o no; a los futuros beneficios de las constructoras y promotoras inmobiliarias; a la producción de los fabricantes de automóviles, etcétera. Y, pensando en términos internacionales, a la cotización del yen, que, el viernes, lejos de debilitarse, se fortaleció frente al dólar. En su evolución futura pesará el factor negativo de que el sector público tendrá que endeudarse más para hacer frente a la reconstrucción y el que el Banco de Japón tendrá que ayudar con tipos de interés bajos; aunque fuertemente contrapesado por la repatriación de ahorro japonés invertido en el exterior. Si Kobe sirve de ensayo, el yen probablemente se fortalecerá.

En cualquier caso, ¡pobre Japón!, que además de ser tubo de ensayo por el estancamiento económico que inició en 1990 (del que se han extraído enseñanzas para la actual crisis económica y financiera global), ahora va a serlo también de su peor pesadilla, la combinación de desastre nuclear con movimiento sísmico.

Juan Ignacio Crespo es director de Thomson Reuters.

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