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Ola de cambio en el mundo árabe | Tensión en el golfo pérsico

La oposición de Bahréin se niega a dialogar con el rey

Los manifestantes que ocupan la plaza de la Perla exigen garantías al régimen de que se emprenderán las reformas

Ángeles Espinosa

Cocinas y váteres portátiles, enfermería, centro de prensa e incluso un departamento de objetos perdidos han convertido la plaza de la Perla de Manama en una ciudad dentro de la ciudad. Quienes la habitan durante la noche y quienes la visitan durante el día se declaran dispuestos a permanecer allí hasta que logren sus demandas. Unos esperan que las conversaciones con el régimen resuelvan la crisis. Otros quieren un cambio político radical e inmediato. Mientras, la oposición seguía reclamando ayer garantías de que la oferta de diálogo de la familia real va a traducirse en acciones concretas antes de sentarse a negociar.

"La retirada de las tropas de la plaza ha sido un primer paso, pero es insuficiente. Pedimos que se libere a todos los presos políticos, que dimita el Gobierno responsable de la represión de estos días y que se juzgue a los responsables", explica a este diario Yasem Husein del Wefaq, el principal grupo opositor de Bahréin. El Wefaq y el resto de las asociaciones políticas (los partidos no están autorizados) trataban anoche de consensuar un documento que resumiera su postura. No están en contra del diálogo propuesto por el príncipe heredero, Salman Bin Hamad al Jalifa, pero quieren garantías.

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"Queremos votar una constitución escrita por los bahreiníes y elegir a nuestro primer ministro de entre los ciudadanos no de la familia real", declara Zuhair Fardan, de 35 años y que trabaja en una aseguradora. El actual primer ministro, el jeque Jalifa Bin Salman al Jalifa, tío del rey, lleva en el cargo desde 1971, lo que le convierte en el jefe de Gobierno más veterano del mundo. Fardan advierte que "si no se logra una monarquía constitucional, habrá una revolución".

Sin embargo, en la plaza que se ha convertido en símbolo de ese movimiento por la democracia, cada vez son más ruidosas las voces que rechazan el diálogo y piden un cambio político inmediato. "No al diálogo con los asesinos", corea un grupo de jóvenes junto al monumento a la perla, un recordatorio de la principal fuente de ingresos de la isla hasta el descubrimiento del petróleo a principios del siglo XX. La violenta represión de las protestas ha acrecentado la desconfianza de una población mayoritariamente chií hacia sus gobernantes suníes.

Los alrededores de la plaza se han llenado de pintadas contra la familia real. Algunas piden directamente la muerte de los Al Jalifa. Esos grafitis sólo se veían hasta ahora en las abandonadas localidades chiíes de Sitra, Hamala, Ma'ameer o Nuwaidrat. Pero ahora en las manifestaciones también participan suníes.

"Los gobernantes tienen que dar pasos serios, no meras declaraciones y resolver la injusta distribución de la tierra y el injusto sistema político", aseguran Yaser y Jaled, dos empleados de una compañía financiera que de forma renuente reconocen que son suníes. "No es una cuestión de suníes o chiíes todos somos bahreiníes", insisten.

Ibrahim Khayat, director del Centro Internacional de Análisis Estratégico de Dubai, está de acuerdo. "Se trata de un problema entre la población y la familia gobernante", interpreta. Otros analistas estiman que la división suníes-chiíes pone de relieve un enfrentamiento entre oprimidos y élites. "Los chiíes son la clase baja oprimida que intenta librarse de sus patrones suníes", explica en un e-mail Christopher Davidson, un experto en las monarquías árabes del golfo Pérsico de la Universidad de Durham.

Tanto el rey Hamad como su heredero han intentado superar esa brecha. El monarca se refirió a "la muerte de dos de nuestros queridos hijos" al expresar sus condolencias por las primeras víctimas. "Quienes protestan en la plaza de la Perla representan una proporción muy significativa de nuestra sociedad y de nuestras creencias políticas", declaró el príncipe Salman en una entrevista con la cadena CNN. Ninguno de ellos mencionó las diferencias de credo.

Pero igual que los ocupantes de la plaza desconfían de las promesas de la familia real, algunos de sus miembros y buena parte de las élites suníes siguen viendo a los chiíes como quintacolumnistas de Irán. Temen la pérdida de poder y privilegios que supondrá la plena inclusión política de los chiíes. En una conversación privada con esta corresponsal, un miembro de la familia real no sólo rechazó las quejas de discriminación de los chiíes, sino que cuestionó la adhesión de algunos de ellos.

"Los incidentes de los últimos 20 años han demostrado su lealtad a agendas extranjeras, existen amenazas", declaró dando pábulo a la idea de que Hezbolá está detrás de las protestas. "Cuando éramos niños nunca oímos hablar de suníes y chiíes, pero tras la revolución islámica, algunos grupos chiíes se entusiasmaron", explicó poniendo de relieve la alargada sombra que el régimen iraní proyecta en la región.

Un manifestante en Manama muestra las fotos de Ben Ali y Hosni Mubarak.
Un manifestante en Manama muestra las fotos de Ben Ali y Hosni Mubarak.AP

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Sobre la firma

Ángeles Espinosa
Analista sobre asuntos del mundo árabe e islámico. Ex corresponsal en Dubái, Teherán, Bagdad, El Cairo y Beirut. Ha escrito 'El tiempo de las mujeres', 'El Reino del Desierto' y 'Días de Guerra'. Licenciada en Periodismo por la Universidad Complutense (Madrid) y Máster en Relaciones Internacionales por SAIS (Washington DC).

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