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Ola de cambio en el mundo árabe | Revolución democrática en Egipto

Las huelgas sacuden la economía

La revuelta de la plaza de la Liberación espolea las demandas laborales y salariales de decenas de miles de trabajadores, sobre todo de los funcionarios

Eran las 8.30 de ayer cuando un grupo de empleados temporales del ferrocarril ocupó las vías de largo recorrido de la estación central de El Cairo. Exigían contratos indefinidos y mejora del sueldo. Como ellos, decenas de miles de obreros por todo Egipto, envalentonados por la protesta que en 18 días acabó con 30 años de dictadura de Hosni Mubarak, decidieron iniciar en huelga la semana, que en el mundo musulmán comienza el domingo.

"Ni se habían quejado antes, ni habían dicho a nadie que iban a hacer huelga, ni es posible, como piden, que sin negociar la empresa atienda sus reivindicaciones y luego ellos despejen la vía", comenta un revisor a un pasajero que se queja al abandonar el tren después de tres horas de espera y de perderse una reunión en Alejandría (norte de Egipto).

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Castigados por una inflación que en 2010 rondó el 13%, sobre todo por el aumento del precio de los productos básicos, y después de años de aguantar el deterioro del nivel de vida, los trabajadores egipcios se echaron a la calle a reivindicar sus derechos y exigir una reducción de las graves desigualdades existentes en este país de 80 millones de habitantes. La situación es tan difícil que una fuente militar dijo a Reuters que hoy "se prohibirán todas las huelgas y reuniones sindicales", lo que no se ha podido confirmar por otros canales. Según esa agencia de noticias, el gobernante Consejo Supremo de las Fuerzas Armadas emitirá un comunicado contra el "caos y el desorden" que restringirá esas libertades.

Aunque el régimen trató de impedir hace una semana que los funcionarios apoyaran la revuelta popular decretando una subida de sus sueldos y pensiones del 15%, cientos de miles de ellos en la sanidad, la educación y en las grandes empresas públicas, e incluso ayer en la policía, siguen exigiendo salarios que les permitan una vida digna. La mayoría no alcanza los 100 euros mensuales.

El ministro de Finanzas, Samir Raduan, reconoció que la inestabilidad de estos días costará a la economía alrededor de dos puntos del PIB y limitará el crecimiento a un máximo del 4%, aunque es pronto para valorar el impacto en el turismo, que supone el 8% de la economía del país del Nilo. Sin embargo, Ahmed Shafik, al que el depuesto Mubarak nombró primer ministro en un intento de acallar las protestas, declaró que la economía es "sólida y cohesionada". Shafik, que parece no haber asimilado el triunfo de la revuelta, añadió: "no hay cambio en la forma, método o proceso de trabajo. Todo está completamente estable".

Mientras, a las puertas del Banco Nacional egipcio, 2.000 empleados pedían un aumento salarial y el fin de todos los privilegios del Consejo de Administración. En la manzana siguiente, unos 300 trabajadores de la aseguradora Misr solicitaban la dimisión por prácticas nepotistas del director.

En el Banco del Canal de Suez los empleados solicitaban aumentos salariales y delante de las oficinas de la empresa de ingeniería Hani, un centenar de trabajadores exigía la destitución del gerente por su estrecha relación con el faraón destronado el viernes. La información divulgada sobre que Mubarak tiene una fortuna de unos 30.000 millones de euros en propiedades y cuentas bancarias en EE UU, Europa y el golfo Pérsico multiplicó la ira de la mayoría egipcia que tiene serias dificultades para llegar a fin de mes. Horas después de que el rais abandonara el poder, Suiza anunció la congelación de sus fondos, aunque no indicó su cuantía.

Ahmed Kamel, supervisor de la construcción de un aparcamiento en la plaza de la Liberación -que ayer se reiniciaron después de tres semanas de parón forzado-, dice que la mayoría de las huelgas las realizan los funcionarios porque tienen sueldos de miseria. Kamel, de 24 años, gana 250 euros al mes y asegura que en su empresa, privada, no hay paros previstos.

Uno de los últimos manifestantes de El Cairo.
Uno de los últimos manifestantes de El Cairo.AP

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