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Ola de cambio en el mundo árabe | Revolución democrática en Egipto

El Ejército toma las riendas de la crisis

Cientos de miles de opositores recuperan pacíficamente el control de la plaza de la Liberación - Miembros del régimen se pasan al bando de los manifestantes

Enric González

El de Hosni Mubarak está siendo un largo adiós. Su era ha terminado, la gran mayoría de la sociedad egipcia se sitúa ya mentalmente en el día después, pero el presidente permanece en su puesto. La llamada Jornada de Despedida convocada por la oposición movilizó ayer de nuevo a centenares de miles de personas en el centro de El Cairo y Alejandría sin que la crisis se desbloqueara. Y se registraron nuevos actos de violencia por parte de los inmovilistas, que prefirieron bautizar el día como Jornada de la Lealtad. Era imposible aventurar los próximos acontecimientos, pero no cabía esperar en Egipto una revolución de terciopelo sino una temporada áspera y tumultuosa.

No resultaba nada claro que el régimen se tambaleara: por debajo del presidente Hosni Mubarak estaba el Ejército, el zócalo duro del Estado. A la vista de la soltura con que los militares dominan la situación en las calles, modulando a voluntad el nivel de las protestas reformistas y la violencia inmovilista, podía sospecharse que incluso el aparente descontrol y las batallas campales (mucho más limitadas ayer) eran en realidad controladas por la institución más poderosa y respetada del país.

Los esfuerzos del exterior por iniciar la transición aún no han sido eficaces
Los extranjeros, sobre todo los periodistas, siguen siendo acosados
Los militares ya controlan las calles y modulan el nivel de la protesta
El exministro de Exteriores y el titular de Defensa se pasean por la plaza
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El Ejército tenía las manos libres. El ministro de Defensa y viceprimer ministro, Mohamed Tantawi, se permitió acudir por la mañana a la plaza de la Liberación, donde permanecían miles de manifestantes tras una nueva noche de enfrentamientos y donde empezaban a afluir miles de personas para gritar, una vez más, adiós a Mubarak. Tantawi dijo que solo quería pasar revista a las tropas desplegadas en torno a la plaza, de forma más densa y efectiva que en anteriores jornadas. El significado real de su gesto era difícil de interpretar; demostraba, en cualquier caso, que las máximas autoridades militares podían permitirse pasear por entre los manifestantes y departir con ellos.

Otro gesto significativo fue la aparición en la plaza de Amr Musa, ex ministro de Asuntos Exteriores con Mubarak y actual secretario general de la Liga Árabe. Musa comentó que valoraba la opción de presentarse como candidato a las elecciones presidenciales, previstas para septiembre próximo. El hecho de que un hombre incrustado en la élite política egipcia y árabe se pasara al bando de la protesta indicó, al margen de un mayor o menor oportunismo, hacia dónde soplaba el viento de la historia.

Las manifestaciones del Día de la Despedida fueron multitudinarias, tanto en El Cairo, donde sumaron varios centenares de miles de personas, como en Alejandría. No fueron, sin embargo, manifestaciones asombrosas. Podían compararse con las del pasado martes. Si se esperaba un movimiento de masas gigantesco, decisivo, capaz de quebrar la resistencia de Mubarak, el intento no alcanzó el éxito. Se quedó a un paso del mismo. El empuje de la revuelta seguía realmente a un paso del triunfo, situado en la caída de Mubarak. Nadie sabía cuánto podía costar dar ese paso. Unos días, unas semanas, tal vez más.

Los esfuerzos estadounidenses por patrocinar una "transición pilotada" de acuerdo con el Ejército que apartara, de alguna forma, el bloqueo personificado por Mubarak, no obtuvieron resultados por el momento. Además de la resistencia personal de Mubarak (un hombre con una fortuna estimada en 1.700 millones de dólares) y su círculo más próximo, la cúpula militar, perfectamente confundible con la cúpula gubernamental, insistía en la necesidad de mantener la legalidad y el respeto a la Constitución. Eso implicaba numerosas dificultades. Por ejemplo, la de iniciar un proceso de transición con un Parlamento recién constituido tras unas elecciones amañadas y boicoteadas por la oposición moderada y los candidatos independientes de los Hermanos Musulmanes, con el resultado de un 90% de los escaños para el Partido Nacional Democrático de Mubarak.

Otra dificultad radicaba en cómo, en caso de dimisión de Mubarak, podría ocupar la presidencia el vicepresidente Omar Suleimán, considerado el "hombre fuerte" de la situación y el depositario de la confianza de estadounidenses e israelíes: la Constitución dice que si Mubarak se fuera, debería sucederle el anodino presidente del Parlamento.

Tras dos días de violencia por parte de los fieles a Mubarak, claramente coordinada desde el poder por más que el Gobierno lo negara, la situación general se hizo más tranquila. Con todo, los extranjeros, especialmente los periodistas, dependían de la suerte cada vez que tenían que pasar por uno de los numerosos controles militares. La gran mayoría de los soldados se mostraban amables. No todos, sin embargo. Reporteros del diario británico The Guardian fueron, por ejemplo, detenidos y obligados a permanecer de rodillas durante más de una hora.

Más peligroso era topar con los grupos de inmovilistas armados con porras y cuchillos, que ya no pululaban por toda la ciudad sino que se concentraban al norte de la plaza de la Liberación en busca de pelea y de extranjeros. El Ejército les mantuvo a distancia de los manifestantes de la plaza, usando al menos en una ocasión disparos de ametralladora al aire. A pesar de ello hubo algunos enfrentamientos callejeros, de escala muy inferior a los registrados el jueves.

El Gobierno seguía alimentando la patraña de que la masiva revuelta estaba inspirada y dirigida desde el exterior por enemigos de Egipto, difundiendo rumores y protestando contra las "injerencias" del secretario general de la ONU, de Estados Unidos y, en general, de cualquier institución foránea que reclamara diálogo, reformas y el fin de la represión. Grupos de matones asaltaron sedes de la televisión Al Yazira y de los Hermanos Musulmanes. Varios periodistas de Al Yazira decidieron abandonar temporalmente Egipto por razones de seguridad y los equipos de la estadounidense CNN optaron por refugiarse en un "paradero desconocido".

Manifestantes contrarios al régimen hacen el signo de la victoria en la plaza de la Liberación.
Manifestantes contrarios al régimen hacen el signo de la victoria en la plaza de la Liberación.ASSOCIATED PRESS

10 días de protestas

- 25 de enero. Protestas convocadas por Internet en El Cairo, Alejandría y Asuán.

- 27 de enero. Mohamed el Baradei se postula para el cambio político en Egipto.

- 28 de enero. Decretado el toque de queda. Obama insta a Mubarak a dar "pasos concretos" para la reforma.

- 29 de enero. Mubarak nombra al jefe de los servicios secretos, Omar Suleimán, como nuevo vicepresidente.

- 30 de enero. Las autoridades cierran las oficinas del canal de televisión Al Yazira. La oposición crea un comité para dialogar con el Ejército.

- 31 de enero. Mubarak encarga a Suleimán abrir un diálogo con las fuerzas políticas para modificar la Constitución.

- 1 de febrero. Jornada de huelga general. El presidente anuncia que no se presentará a las elecciones pero dirigirá la transición.

- 2 de febrero. Fuertes choques entre manifestantes partidarios y contrarios a Mubarak en la plaza de la Liberación.

- 3 de febrero. El Ejército entra en el centro de El Cairo con sus tanques, pero su irrupción no frena los disturbios.

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