Una pequeña ventana
Los acontecimientos en Túnez tienen lugar en un momento crucial en toda la región. En Marruecos, las reformas están estancadas mientras la corrupción sigue extendiéndose; en Egipto, Hosni Mubarak, con 82 años, está intentando que su hijo le suceda, lo que le ha llevado a elevar aún más el nivel de represión; en Argelia, el presidente Abdelaziz Buteflika, con 73 años, no estará mucho más tiempo en el poder y el descontento también es patente; incluso Muammar el Gaddafi, con 68 años, está pensando en cómo afrontar una difícil sucesión. Una salida satisfactoria de la crisis tunecina tendría pues importantísimas consecuencias para la región. Sin embargo, la ventana de oportunidad que representa la crisis no estará abierta eternamente y muy fácilmente podría cerrarse, lo que no solo sería una tragedia para los tunecinos, sino que muy seguramente significaría que las reformas políticas en la región tendrían que esperar al menos otra década.
Es hora de que Europa deje de temer los cambios en la región y pase a apoyarlos de verdad
Es muy importante por tanto que los Gobiernos europeos, con la UE a la cabeza, se impliquen activamente en garantizar que el actual proceso de transición concluya satisfactoriamente. Es cierto que hay razones de peso para dudar de que después de haberlo hecho tan mal durante tantos años vayan a poder hacerlo ahora bien. El desconcierto e incluso la incredulidad han sido la tónica dominante en las reacciones diplomáticas a este lado. Ha tenido que venir Barack Obama a "felicitar al pueblo tunecino" para que muchos cayéramos en la cuenta de que el lenguaje diplomático puede dar cabida a ese tipo de giros. Pero bien visto, los errores cometidos hasta ahora son el principal argumento para el optimismo: aunque sea por eliminación, acertar a partir de ahora debería ser muy fácil. Así que, en lugar de continuar con los reproches, tiene más sentido intentar aprender de los errores pasados.
Sin buscarlo, la UE se ha encontrado con una oportunidad estratégica; desaprovecharla sería imperdonable. Es hora por tanto de que Europa deje de temer los cambios en la región y pase a apoyarlos de verdad porque lo cierto es que muy fácilmente podrían descarrilar y devolver a Túnez a un escenario autoritario o, alternativamente, de caos, inseguridad o inestabilidad que es el que muchos regímenes de la zona quisieran ver triunfar (y que no se descarta que algunos estén promoviendo escondidamente). Para ello, sería necesario que España y otros alentaran a la UE a ofrecer, en solitario o junto con otros, una serie de medidas que expresaran el apoyo claro e incondicional a las reformas en curso. Ese paquete podría incluir: primero, ayuda económica y financiera de emergencia en el periodo que lleve a las elecciones; segundo, asistencia para la redacción de las medidas legislativas que garanticen el pluralismo político y la libertad de prensa antes de las elecciones, así como la propia organización y supervisión de ese proceso electoral para garantizar que se desarrolle de acuerdo a estándares democráticos aceptables; y, tercero, el envío de una misión de asistencia judicial-policial que ayudara a la reforma de los servicios policiales y de seguridad, con especial énfasis en la supervisión y garantía judicial de los derechos fundamentales, pero también de las normas relativas a la transparencia de las administraciones públicas y la lucha anticorrupción.
Estas medidas dispondrían de plena cobertura legal bajo el artículo 2 del vigente acuerdo de asociación UE-Túnez, que especifica claramente que "los principios democráticos inspiran las políticas internas y las relaciones entre ambas partes ", además de bajo el marco legal vigente en la propia UE, (artículos 3.5 y 21 del Tratado) que establece claramente el principio de condicionalidad democrática en sus relaciones exteriores. Por tanto, al igual que ocurrió con España en 1962, cuando se le negó un acuerdo de asociación, o con Grecia en 1967, cuando se suspendió el acuerdo de asociación vigente a raíz del golpe de los Coroneles, la UE dejaría claro que un desenlace insatisfactorio del proceso de reformas conllevaría la suspensión del acuerdo de asociación de 1995. E, inversamente, que caso de culminar las reformas políticas de forma satisfactoria se le ofrecería el incentivo del llamado "estatuto avanzado" en sus relaciones, con una importante mejora en términos de liberalización comercial (especialmente en el ámbito agrícola), esencial para generar oportunidades económicas que acaben con la crisis social.
Que esta crisis haya coincidido con el colapso de la Unión por el Mediterráneo, incapaz siquiera de reunirse, es una coincidencia que debe ser aprovechada, no solo para ayudar a Túnez sino también para ayudarnos a nosotros mismos a salir de la esquina donde nos habíamos encerrado.
jitorreblanca@ecfr.eu
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