Del frente norte al frente sur
Apenas cerrado el frente norte, la tensión en torno a Melilla y Ceuta, se empieza a abrir para el Gobierno español el frente sur, es decir el del Sáhara Occidental. Once activistas de una ONG canaria fueron detenidos el sábado -tres de ellos fueron previamente golpeados en la calle- y trasladados a comisaría por desplegar en el centro de El Aaiún banderas del Frente Polisario y corear eslóganes a favor de la autodeterminación. Aunque a algunos les cueste creerlo, la reacción de Rabat ha sido moderada. Intenta amedrentar a los activistas para quitarles las ganas de volver a protestar, pero evita crear problemas mayores aplicando, por ejemplo, su legislación penal.
La policía, sin embargo, no les presentó ante el juez. Les podía acusar de alteración del orden público, por manifestarse sin autorización, y de apología del separatismo. Habrá que ver si la respuesta de Rabat sigue siendo igual de cauta ante lo que se avecina. Las asociaciones de apoyo al Polisario preparan otras iniciativas inspiradas en Gaza y de "repudia" del nuevo embajador de Marruecos, no sólo para recordar sus reivindicaciones sino para romper el supuesto "bloqueo informativo" que padece el Sáhara Occidental, del que apenas habla la prensa.
La falta de imaginación y de coordinación de esas asociaciones -los simpatizantes del independentismo de cada comunidad, de cada municipio, actúan por su cuenta- explica en cierta medida lo que ellos llaman "bloqueo". La activista Aminetu Haidar, con una huelga de hambre mediatizada desde Lanzarote, hizo más, en poco más de un mes a finales de 2009, por dar a conocer la causa del independentismo saharaui que en 35 años las 400 asociaciones españolas de solidaridad con el Sáhara.
La respuesta del rey Mohamed VI al tanto marcado por Aminetu consistió en designar, en enero, como embajador en España a Ahmed Ould Souilem, un diplomático del Polisario que hace 13 meses se pasó a Marruecos. El monarca aún no le ha nombrado, pero ya se sabe que su cometido consiste en intentar demostrar a la opinión pública española que gran parte de los saharauis quieren ser marroquíes.
Es improbable que Souilem logre ese objetivo, pero lo que sí es seguro es que no es el embajador idóneo, no tanto por sus orígenes sino porque desconoce el país que va a representar, en el que nunca vivió hasta hace un año. Su envío a Madrid forma parte de los nubarrones que se ciernen sobre la relación hispano-marroquí.
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