Francia resiste
La economía gala lidera una recuperación amenazada por el paro y la deuda
A mediados de enero, la oficina estadística de Eurostat lo aseguraba: Francia no sólo aguanta mejor el apretón de la crisis, sino que comienza a levantarse más rápido que los demás. O menos lentamente, para ser exactos. En el cuarto trimestre de 2009, la economía francesa crecía un 0,6% y se certificaba que, aunque en cifras minúsculas, llevaba creciendo nueve meses seguidos (un 0,3% en el segundo trimestre y un 0,2% en el tercero). Tras mirar de reojo la estadística alemana, el viejo competidor y el espejo económico en el que se compara siempre Francia, y comprobar que aquélla cerraba el año en tablas (con un redondo cero), el Ministerio de Economía galo sacó pecho: "Dijimos que saldríamos antes que Alemania y ahí están los datos", comentó al periódico económico Les Echos un alto funcionario. Además, aunque el PIB francés cayó un 2,2% en 2009 y eso supuso su mayor descenso desde la posguerra, esa cifra es la que muestra mayor resistencia a la crisis entre las grandes economías desarrolladas.
En plena crisis el consumo aumentó un 1%, gracias al ahorro acumulado
Las ayudas dispararon la matriculación de coches un 32%
El país llevaba muchos años acusando un crecimiento bajo
"La economía francesa es menos cíclica, un tanto aislada de los 'boom"
El crecimiento en 2010 no servirá para recortar el paro, en el 10%
"Hay un exceso de gasto público que se refleja en la deuda y el déficit"
Más de uno se extrañó del repunte francés, de su sorprendente capacidad para sacar la cabeza cuando más frío hace fuera; sobre todo porque el país llevaba muchos años acusando un crecimiento económico bajo, inferior a otros de Europa. De hecho, la campaña electoral de Nicolas Sarkozy, en 2007, se centró en buena medida en preconizar y abanderar un cambio estructural económico que sacara a Francia del marasmo y acabara con su paso lento. ¿Tanto ha cambiado todo? ¿Qué ha ocurrido desde entonces en Francia?
Nada. Simplemente, que la estructura económica francesa, propia de caballo percherón, se adecua mejor a tiempos convulsos que otras, más volubles, más gráciles, pero también más frágiles. Francia es sólida, fuerte, sin acelerar nunca mucho, pero tampoco sin retroceder nunca demasiado.
"Cuando llegó la crisis mundial, la economía francesa no presentaba ningún punto esencialmente débil", explica Hervé Boulhol, economista de la OCDE. "La economía francesa es menos cíclica que otras, un tanto aislada de los booms, y presenta unos potentes estabilizadores automáticos que absorben buena parte del daño de la crisis", añade Olivier Garnier, jefe de economistas del grupo Société Générale.
Uno de los pilares que la sostienen es el mantenimiento del consumo. En 2009 ha aumentado un 1%. Según los expertos, se debió a tres factores.
El primero, el colchón social del gran Estado francés, los denominados estabilizadores automáticos, que permitieron en tiempos de crisis que las familias siguieran moviendo la rueda de la economía y no dejaran nunca de consumir.
El segundo es el tradicional sentido ahorrativo de los franceses. Es sintomático que si uno abre una cuenta en un banco francés, el empleado encargado de ese cliente insista una y otra vez, y un día y otro, para que el recién llegado se decida a abrir un depósito, aunque sea con aportaciones periódicas mínimas. Francia es una de las economías más hormiguita de Europa, con una tasa de ahorro del 17% (un 2% más que en 2008). Hay que tener en cuenta también que, aunque ahorran bastante, no lo hacen mucho más durante la crisis: siguen manteniendo su nivel de consumo.
Tampoco hubo hundimiento inmobiliario, ni las familias temieron no llegar a fin de mes ahogadas por el fardo de la hipoteca mensual cada vez más imposible. Las familias francesas son también de las menos endeudadas de Europa. Los bancos galos, a la hora de conceder un préstamo inmobiliario, exigen durísimas condiciones, ahora y antes de la crisis: el cliente debe contar previamente, al menos, con el 20% del precio de la vivienda y la cuota mensual no puede superar jamás un tercio de sus ingresos. No hubo en Francia ningún boom inmobiliario ni burbuja peligrosa flotando por encima de la economía. Además, los préstamos se hacen casi siempre a un interés fijo. Si el Euríbor sube o baja no importa demasiado al ciudadano: ni siquiera es noticia en los informativos.
Pero el aguante del consumo francés no se explica sólo por la naturaleza de su economía, y éste es el tercer factor. Ya en diciembre de 2008, el presidente Nicolas Sarkozy anunció un plan de reactivación económica de 26.000 millones de euros. Además de ciertas inversiones estatales en carreteras, viviendas sociales y líneas de alta velocidad, entre otros, el proyecto preveía una subvención de 1.000 euros para todo aquel que a partir de 2009 cambiara de coche. Así, la matriculación de automóviles el año pasado subió un 32%. Es decir: la venta de ropa y los electrodomésticos, por poner dos sectores que no retrocedieron se sostuvieron por sí solos. La venta de coches necesitó ayuda. Y los especialistas temen que, conforme este estímulo se vaya retirando -se hará de forma progresiva a lo largo de 2010-, se dejen de comprar y el consumo se estanque. La medida no fue concebida sólo para estimular la compra, sino para ayudar a un sector, el automovilístico, clave en Francia, que genera el 10% de los empleos directos.
Todos los expertos advierten, sin embargo, de que la recuperación francesa es tímida, pequeña e incipiente y que la economía francesa todavía anda convaleciente del topetazo de la crisis. Es el tuerto en el país de los ciegos. De hecho, el Banco de Francia rebajó el pasado 8 de marzo las previsiones de crecimiento para el primer trimestre del año. Del 0,5% las redujo al 0,4%. La bajada es mínima, pero da cuenta de que la desconfianza todavía cunde en la eurozona y de las consecuencias inmediatas del desplome griego.
La ministra de Economía, Christine Lagarde, mantiene que Francia crecerá a lo largo de 2010 un 1,4%. Servirá para que acabe la destrucción de empleo, pero no para empezar a recortarle puntos al paro, que sigue aumentando: el desempleo subió el 1,8% en el último trimestre de 2009, alcanzando el 10% de la población activa. A principios de 2008 rozaba el 7,8%.
Sólo en 2009 se perdieron 412.000 empleos, un récord histórico, según el Instituto Nacional de Estadísticas y Estudios Económicos (INSEE), que superó al del año negro de 1993. El sector industrial, con 196.100 parados más, fue el más castigado, por delante de la construcción (53.100) y los servicios (19.500).
En lo más duro de la crisis, Sarkozy sufrió varias protestas callejeras y manifestaciones multitudinarias organizadas por las ocho principales centrales sindicales, unidas por primera vez desde hacía muchos años en una movilización. Protestaban por la, en su opinión, insuficiencia de las medidas económicas de Sarkozy, a quien acusaban de ayudar a los banqueros y olvidarse de la gente que no había creado la crisis, pero estaba destinada a sufrirla.
Todo apunta a que las protestas volverán. Sarkozy se encuentra ahora en el nivel más bajo de popularidad desde su nombramiento. De hecho, las elecciones regionales que se disputan hoy, y a las que los sondeos pronostican un triunfo de la izquierda, servirán de verdadera radiografía para evaluar hasta qué punto la crisis ha desgastado a un jefe del Estado que prometió más trabajo y más riqueza para Francia.
No sólo el paro acosa a la economía francesa. Tan desestabilizante como el desempleo es la deuda pública y el déficit, enfermedades crónicas en Francia. Es el reverso de la moneda de un Estado omnipresente, capaz de absorber los zarpazos del vendaval gracias a sus estabilizadores automáticos y a su colchón social, pero a costa de endeudarse mucho. En 1988, la deuda francesa equivalía al 33% del PIB. En 2008 llegaba al 65%. En 2011 trepará hasta el 87%. Actualmente, el déficit público alcanza el 8,2%. "Soy consciente de que hay que actuar contra la deuda, pero en tiempos de crisis no se puede reducir el déficit", aseguraba el presidente de la República en septiembre de 2009 en una declaración de principios. El gasto público fue uno de los temas de la campaña electoral de 2007. Sarkozy era entonces partidario de atajarlo. Es posible que ese tema sea también protagonista de la campaña presidencial de 2012.
"Los problemas estructurales de la economía francesa no han desaparecido. Siguen ahí", comenta Olivier Garnier. "Comparado con Alemania, hay un exceso de gasto público que se refleja en la deuda y en el déficit público. Ahí hay un gran esfuerzo que hacer, para el que no existe mucho margen de maniobra inmediato", añade Garnier.
Sarkozy ha advertido de que la, en su opinión, obligatoria reforma de las pensiones se acometerá en septiembre, haya o no consenso social. Actualmente, la edad de jubilación es a los 60 años. El Gobierno ya ha señalado que seguramente se retrasará hasta los 62 años.
Desde el año 2000, la industria francesa ha perdido 500.000 empleos. El Gobierno anunció hace dos semanas 23 medidas, entre las que se incluyen la mayor participación del Estado en empresas y las ayudas estatales para evitar deslocalizaciones. Todo, para evitar la progresiva y galopante destrucción del tejido industrial del país. En 2000, el sector engrosaba el 17,7% del PIB, ocho puntos menos que Alemania; ahora sólo alcanza el 13,8%, 12 puntos por debajo del competidor alemán.
Los desafíos son claros: evitar que la industria se deshaga, comenzar a enjugar la deuda y el déficit y recortar el paro. Es decir: preparar al viejo caballo percherón de la economía francesa que nunca retrocede, aligerándolo de carga para que, cuando los otros caballos comiencen a correr -en especial el alemán-, él les pueda seguir a no mucha distancia. -
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