Rajoy despeja la crisis con una victoria en Madrid y un reajuste en Valencia
Aguirre se retira de la batalla de Caja Madrid sin cobrarse la cabeza de Cobo - Camps evita tocar el Gobierno y desaira de nuevo a Cospedal al defender a Costa
Estaba todo tan claro que la dirección nacional del PP decidió suspender la habitual rueda de prensa de los lunes, por si acaso lo oscurecía. Mariano Rajoy vivió ayer el primer día de buenas noticias desde su victoria en el debate con la vicepresidenta económica, Elena Salgado. Los dos grandes focos del incendio interno, Madrid y Valencia, buques insignia de un PP en la oposición, están controlados, aunque no definitivamente apagados.
La mayoría de los dirigentes consultados interpretan la jornada de ayer como una victoria del líder, que despeja el camino para el complejo Comité Ejecutivo de hoy, en el que recibirá el apoyo expreso de los barones más fieles, como sucedió tras la derrota de 2008. Pero para muchos de ellos, es una victoria pírrica, porque en el camino su imagen se ha deteriorado y el ambiente en el partido se ha enrarecido, distanciando aún más las posiciones de los principales protagonistas e instalando un evidente desánimo.
La presidenta madrileña sale maltrecha pero mantiene su poder
La distancia que separa al líder del PP de Camps es cada día mayor
Rajoy logró ayer un éxito total en Madrid. Esperanza Aguirre y su mano derecha, Ignacio González, decidieron rendirse en la batalla por Caja Madrid incluso antes de lograr la compensación que exigía la presidenta madrileña: la cabeza de Manuel Cobo, mano derecha de Alberto Ruiz-Gallardón. Cobo acudirá hoy al Comité Ejecutivo sin haber sido sancionado, y mañana irá al Comité de Garantías para, según su anuncio, "ampliar información" sobre sus acusaciones contra Aguirre, a la que responsabiliza del espionaje que sufrió en 2008.
Aguirre se convenció al fin a sí misma de que no podía ganar la batalla de Caja Madrid, y tenía que aceptar al candidato oficial, Rodrigo Rato. Los aguirristas aseguran que la presidenta no ha estado nunca especialmente interesada por la caja, e incluso algunos de ellos apuestan directamente por privatizar todas las cajas, como propuso Aznar. Pero sobre todo, lo que más ha influido para su rendición es la idea extendida en el partido de que el comité de hoy se iba a convertir en una especie de ajuste de cuentas con Aguirre. Ante esa tesitura y la convicción de que no podía decirle que no a Rato, Aguirre cedió y habló el domingo con Dolores de Cospedal y el propio ex vicepresidente para comunicarles su decisión final.
La batalla madrileña, sin embargo, ha ahondado la enorme sima que separa a Rajoy de Aguirre. Y ha agravado aún más la guerra que mantiene desde hace seis años con Ruiz-Gallardón, ya que la presidenta le responsabiliza de la entrevista en EL PAÍS de Cobo, su mano derecha. Aguirre sale maltrecha de esta batalla, según algunos de sus defensores, pero mantiene intacto todo su poder en el manejo del presupuesto de la Comunidad de Madrid y del partido en esta región.
El asunto de Valencia es aún más complejo. Rajoy insiste en defender a Francisco Camps, pero la distancia entre los dos es cada día mayor, y en el entorno del líder está instalada la idea de que el presidente valenciano es algo muy parecido a un cadáver político. Aun así, Génova ha maniobrado para ayudarle a salir de su propio atolladero, según la versión marianista, y nombrar un hombre fuerte que dé la cara frente a la inacción absoluta de Camps.
Ese hombre fuerte se llama Rafael Blasco. Camps cumplió así las instrucciones de Génova, que se da públicamente por satisfecha, pero lo hizo a su manera. No tocó el Gobierno, como le pedían. Y no sólo evitó ofrecer cualquier explicación sobre el caso Gürtel, sino que además sometió a votación la amenaza de expulsión para cualquiera que hable fuera de los órganos, algo inédito.
Al concluir la reunión, Camps lanzó un último desaire a Cospedal, la secretaria general, con la que está abiertamente enfrentado. El presidente defendió en todo momento a Ricardo Costa, expulsado fulminantemente por Cospedal entre otras cosas para evitar que él lo nombrara consejero. Y además, sentenció: "La destitución [de Costa] ha sido una decisión de la dirección nacional. Ojalá que vuelva pronto a la disciplina del partido".
El comité valenciano no desautorizó el acta que demuestra que Costa no fue nunca destituido, y tampoco echó a sus colaboradores más directos: David Serra, vicesecretario de organización, y Yolanda García, tesorera, afectados también por el caso Gürtel. Camps tampoco toca a Vicente Rambla, vicepresidente afectado por la trama, y refuerza a Juan Cotino, también muy tocado por el escándalo, lo que evidencia la diferencia de trato entre Costa y todos los demás.
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