El Congreso de EE UU llega a un primer acuerdo sobre la reforma sanitaria
La Casa Blanca obtiene el apoyo de representantes demócratas disidentes
La Casa Blanca consiguió ayer un acuerdo con los disidentes dentro del Partido Demócrata para sacar adelante la reforma sanitaria en la Cámara de Representantes, lo que, unido a los importantes progresos hechos también en las últimas 24 horas en el Senado, parece dejar el camino suficientemente allanado como para que Barack Obama pueda ver aprobada por el Congreso esa decisiva legislación inmediatamente después de las vacaciones de agosto.
Henry Waxman, el presidente del Comité de Comercio de la Cámara -el órgano determinante en este debate-, anunció ayer el acuerdo con sus compañeros de partido sobre un texto que supone algunas correcciones sobre la versión original de la ley, pero que satisface a la Casa Blanca. "Creo que podemos tener listo el texto de la legislación este mismo viernes", afirmó Waxman.
Una versión más barata del plan sólo ofrece cobertura al 95% de la población
El acuerdo fue confirmado por el representante de Arizona Mike Ross, que encabeza el grupo de medio centenar de congresistas conocidos como Blue Dogs, que suelen defender de forma coordinada posiciones más conservadoras en asuntos económicos. Ross dijo que todas las partes habían hecho "significativas concesiones" para obtener un compromiso sobre un sistema sanitario que sea "sostenible y accesible".
Los últimos obstáculos fueron eliminados, al parecer durante las reuniones que el martes sostuvo en el Capitolio el jefe de Gabinete de Obama, Rahm Emmanuel, con Waxman, Ross, otros blue dogs y algunos republicanos.
Al mismo tiempo, el presidente del Comité de Finanzas del Senado, Max Baucus, manifestó que estaba a punto de conseguir un acuerdo con los tres miembros republicanos de su comité sobre un proyecto de ley sanitaria algo menos ambiciosa que la propuesta por la Casa Blanca, pero suficiente como para obtener un fuerte respaldo parlamentario y la firma del presidente.
Según Baucus, la versión de este comité, que marca de forma determinante la posición de todo el Senado, sólo garantiza cobertura sanitaria para el 95% de los norteamericanos, en lugar de la totalidad, como pretende Obama. Pero, a cambio, resulta algo más barata -900.000 millones de dólares en lugar del billón previsto- y garantiza que no añadirá ni un centavo al déficit público.
Todavía queda, por supuesto, mucho que negociar entre ambas cámaras del Congreso y entre éstas y la Casa Blanca hasta encontrar una propuesta al gusto de todos. Pero estos progresos representan un gran balón de oxígeno para Obama después de varias semanas en las que su iniciativa y su autoridad habían sido puestas en entredicho.
El presidente no se ha dejado, sin embargo, amedrentar por las malas noticias y ha seguido obstinadamente peleando por esta reforma, consciente de que se está jugando en ella buena parte de su presidencia. Ayer mismo, Obama participó en dos actos públicos en Carolina del Norte y Virginia para tratar de responder a las dudas de los ciudadanos sobre el alcance de esta reforma.
"Tengan o no tengan actualmente un seguro de salud, esta reforma traerá una estabilidad y una seguridad que no tienen hoy", explicó el presidente.
Aún es pronto para saber cuáles de los programas más polémicos de esa reforma sobrevivirán a la negociación en curso, aunque Obama ha prometido que no va a firmar ninguna ley que suponga un aumento del déficit a largo plazo o que no asegure una cobertura de calidad y casi universal.
"Hoy tenemos un sistema que funciona bien para las aseguradoras, pero no siempre funciona bien para ustedes", afirmó ayer Obama. "Lo que necesitamos y lo que tendremos cuando esta reforma sea aprobada, es un sistema que garantice que los asegurados son tratados de forma justa y las aseguradoras están sometidas a control".
El plazo de agosto, ya descartado, ha dejado de ser un problema para el presidente. Ayer, Henry Waxman admitió que, incluso aunque su comité vote la ley mañana, no dará tiempo de elevarla al pleno antes del sábado, a menos que se alargara el periodo de sesiones, cosa poco probable. En el Senado, aunque las vacaciones llegan una semana después, el debate va con más lentitud y habrá que esperar también hasta septiembre.
"No queremos ir deprisa, queremos hacerlo bien", dijo ayer Obama, aunque advirtió que no se puede rebasar el límite del fin de año. "El pueblo norteamericano no puede esperar más; quiere acción este año".
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