Objetivo, una banca más aburrida
Reguladores que no regularon; supervisores que no controlaron; bancos que abandonaron su tradicional conservadurismo y se embarcaron en peligrosas aventuras; especuladores que no encontraron ningún freno a su desmesurado apetito por el riesgo y, sobre todo, Gobiernos que permitieron que todo eso pasara hipnotizados por las ventajas de la autorregulación financiera y las bondades del mercado libre. El presidente estadounidense Barack Obama dejó ayer claro que la mayor reforma financiera desde la Gran Depresión persigue que todo eso -que salió a la superficie hace casi dos años, en agosto de 2007, con el estallido de la crisis de las hipotecas basura- no vuelva a repetirse.
La nueva regulación se erige así como la consecuencia lógica de la intervención sin precedentes de la Administración Obama -y de la última etapa de la era Bush- en la economía. Lo mismo han hecho los grandes países europeos. Y también la Comisión Europea persigue ahora una vuelta de tuerca en el marco regulatorio con objetivos parecidos.
La codicia es el denominador común de todas las crisis. Obama difuminó ayer ese concepto en lo que denominó la "cultura de la irresponsabilidad" que ha dominado los últimos años de grandes beneficios y grandes desmanes en el sector financiero. Las 85 páginas en las que se desgrana la apuesta reformadora de EE UU incluyen un resumen sencillo: se persigue un sector financiero más aburrido. "Más estricto y conservador", dice el texto. Aunque la banca siempre ha sabido cómo darle la vuelta a la regulación.
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