El cine ya navega por Venecia
La Mostra se inunda de sofisticación en la jornada inaugural de su edición más cinéfila
"Los gemelos están bien". No lo dijo Brad Pitt, como hubiera sido de esperar, sino su amigo George Clooney. Cansados de las preguntas imbéciles y las payasadas insufribles que lanzaban sin cesar, uno tras otro, docena y media de supuestos periodistas acreditados en la 65º Mostra de Venecia, Clooney tomó la palabra y le ahorró a su amigo Pitt la molestia de responder a la enésima obviedad. Guapos, talentosos y tan bien dotados para el sentido del humor como para el pensamiento crítico y las cuentas corrientes de nueve ceros, Clooney y Pitt sólo tuvieron un minuto para decir algo interesante. La prensa rosa tomó al asalto el Casino del Lido veneciano, y sólo muy al final un reportero español logró colar una pregunta sobre las elecciones de noviembre en Estados Unidos. Las dos estrellas se mostraron "muy optimistas y excitadas" ante la posibilidad de que Barack Obama sea presidente: "Es un momento crucial para América, un momento apasionante para la política del país, y estoy lleno de esperanzas", dijo Clooney. "Es un momento vital y creo que todo va a salir bien", le secundó Pitt.
Con la política y el cine fuera de la agenda, no hubo tiempo para hablar de los dislates de la CIA, el tema que, desde la comicidad blanca y la frivolidad, toca la película de los hermanos Joel y Ethan Cohen.
Quemar después de leer se vende como una parodia grotesca del género de espías, y se ve como una comedia enloquecida. Basada en el lema "la inteligencia es relativa", la película, que abrió el festival fuera de concurso, "no tiene la menor intención política", como subrayó Clooney, y a ratos parece inspirada en Mortadelo y Filemón, el tebeo.
Pero el reparto, como suele pasar cuando ruedan los Cohen, es cosa de otra galaxia. Clooney interpreta a un sheriff follador y corredor compulsivo y sin un gramo de cerebro; Pitt da vida a un ridículo profesor de gimnasia metido a chantajista de medio pelo; John Malkovich se desborda en su papel de espía cornudo que pasa el trance del despido intentando escribir sus memorias; Frances McDormand trabaja de administrativa en el gimnasio de Pitt, también se tira todo lo que se mueve y sólo piensa en operarse las arrugas, y la británica Tilda Swinton está espléndida como la mujer engañada de Clooney.
Pitt y Clooney, los dos símbolos sexuales reconvertidos en seres patéticos, parecen pasarlo bien con la payasada, la gente se rió mucho durante la proyección y el taquillazo será sin duda espectacular. Tanto los Cohen como sus actores parecieron encantados de la deliberada falta de pretensiones de la película. "He hecho tres películas con ellos y la llaman mi trilogía de los idiotas", confesó Clooney. "Cuando supe que escribieron el guión pensando en nosotros, no supe si sentirme halagado o insultado", dijo Pitt.
Además del despliegue de glamour, el primer día de Mostra dejó unas sonadas declaraciones del director del festival, Marco Müller, quien comparó a Zhang Yimou, el director chino que ideó la ceremonia de inauguración de los Juegos de Pekín, con Leni Riefenstahl, la cineasta que filmó los Juegos de Berlín en 1938. Tachado por algunos de patriota por sus elecciones para el festival de este año -hay cuatro filmes italianos a concurso-, Müller aprovechó para recordar que es el cine estadounidense el que más películas aporta a la sección oficial. Cinco, pese al mordisco a la creatividad que ha supuesto la huelga de guionistas, y a la escasez de presupuesto originada por la crisis. La más esperada es quizá Rachel getting married, de Jonathan Demme, escrita por Jenny Lumet, hija de Sidney Lumet, y protagonizada por Anne Hathaway.
Entre la invasión de mosquitos, los desconchones de las fachadas laterales del Casino del Lido y los precios que cobran los hoteleros por cuchitriles que vivieron su última reforma en tiempos de Thomas Mann, el Lido recuerda mucho a los años dorados, cuando en Italia se creaba el mejor cine del mundo.
La memoria de aquella época convulsa regresará hoy con la proyección de La rabia, el filme-ensayo de Pier Paolo Pasolini, montado por Giuseppe Bertolucci, presidente de Cineteca de Bolonia, según la idea original del poeta. La película, de 1963, fue dulcificada por el productor Gastone Ferranti, quien convenció a Pasolini de que la cortara y encargó a Giovanni Guareschi que hiciera una segunda parte "vista desde la derecha". Pasolini renegó de la decisión y exigió que dejara de exhibirse unos días después de su estreno.
La película sigue viva y moderna, comenta Maltese. Sobre el material de los cinediarios, el No-Do italiano de la época, Pasolini "sobrepone una oración civil", poesías y prosas leídas por Giorgio Bassani y Renato Guttuso, y viaja desde los funerales de De Gasperi a la muerte de Marilyn Monroe, desde la revolución cubana a la guerra de Corea y la independencia de Argelia.
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