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Familias de O Vao se atrincheran en sus casas y ralentizan los derribos

Un dispositivo de 60 agentes de la Guardia Civil custodió la operación

A las nueve en punto de la mañana de ayer tres patrullas de la Guardia Civil cortaron los accesos al poblado gitano de O Vao (Poio) ante la inminente demolición de siete chabolas sobre las que pesa una orden de derribo. A esa misma hora, el alcalde de Poio, Luciano Sobral, y dos concejales más iniciaban a escasos metros una ronda de negociaciones en la sede de Servicios Sociales, con la intención de rebajar la tensión y conseguir el desalojo voluntario de los 54 afectados por la sentencia judicial. Entre tanto, varios residentes se atrincheraron en sus viviendas ilegales, bloqueando las puertas con cadenas al grito de "¡De aquí no salimos!" y "¡Alcalde, traidor!".

Varios residentes se atrincheraron bloqueando las puertas con cadenas
Los ánimos se templaron gracias a la labor de mediación con cada afectado

A esos encuentros, que se prolongaron durante buena parte de la mañana, asistieron patriarcas del asentamiento y el presidente de la Asociación Pueblo Gitano en Galicia, Sinaí Giménez. Éste destacó que a pesar de la resistencia inicial de las familias, que ayer se levantaron "en pie de guerra", los ánimos se templaron gracias a esa labor de mediación realizada con cada uno de los afectados.

El jueves el Consello da Xunta autorizaba la firma del convenio entre el Ayuntamiento y la Consellería de Vivenda, que financiará con casi 700.000 euros la compra de casas para seis familias. Sin embargo, el hecho de que el dinero deberá ser devuelto si en el plazo de un mes no se efectúan las operaciones de compra, desató la indignación de los gitanos. "Si en ese tiempo el Ayuntamiento no les encuentra una casa, lo pierden todo", explicó Sinaí Giménez. Y en esa línea, una afectada advertía que, de ser así, "yo vuelvo aquí y lo monto todo otra vez", haciendo palpable la desconfianza de este colectivo en las instituciones tras la imposibilidad de resolver el realojo durante los últimos meses. Por el momento, las familias disponen desde ayer de alojamiento provisional, costeado por las arcas municipales, en un cámping de Sanxenxo.

Dos horas después de lo previsto, la empresa de derribo inició la tarea en la casa número 39, habitada por un hombre de mediana edad y deficiente mental que vive de la caridad de sus familiares. Muy cerca de ésta se encuentra otra de las edificiaciones ilegales donde dos mujeres se atrincheraron impidiendo la demolición. Ante la presencia de los medios de comunicación, las gitanas, sentadas junto a la chimenea encendida de una estancia, se acercaban a la ventana gritando la "injusticia" de la que son objeto. Fuera, media docena de agentes pertrechados con el equipo antidisturbios vigilaba los trabajos. Al margen de los efectivos presentes en el poblado, un dispositivo especial de 60 agentes estuvo alerta, sin que fuera precisa su intervención.

Sinaí Giménez señaló que el realojo definitivo estará resuelto antes de un mes, de forma que no se pierda la subvención autonómica. "El alcalde me ha dado su palabra", remarcó tras indicar que Sobral podría haber iniciado ya los trámites de compra en varias propiedades. De hecho, a lo largo de la mañana recibieron varias llamadas de particulares ofreciéndoles terrenos y casas en venta.

De las siete chabolas pendientes de demolición, una fue precintada por complicaciones técnicas. La imposibilidad de utilizar las excavadoras por el difícil acceso provocó que los trabajos se prolongaron durante mucho más tiempo del previsto. El Ayuntamiento remitió un informe al juzgado para dar cuenta de los cuatro derribos efectuados ayer y que continuarán hoy.

A pie de poblado, la indignación de algunos afectados contrastaba con las bromas y la algarabía que despertó una inusitada presencia mediática, ya que más de 30 periodistas se dieron cita en O Vao. Los gestos serios y contenidos de los hombres -se escucharon lamentos y acusaciones de ellas, que se quejaban de ser tratadas "peor que perros"- predominaban en el asentamiento. En ese paisaje de contrastes, no pasó desapercibida una moto modelo Harley que varios jóvenes sacaron de detrás de una chabola, los coches de lujo o la cámara de vídeo de alta resolución que una niña utilizó para grabar a los reporteros.

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