El Ejército paquistaní aplasta la rebelión en la Mezquita Roja y mata al líder de los islamistas
Cincuenta radicales y ocho soldados han muerto en la dura batalla que se libra en el recinto
Abdul Rashid Ghazi, el rostro público de la crisis de la Mezquita Roja de Islamabad, murió ayer durante el asalto lanzado de madrugada por las fuerzas especiales del Ejército paquistaní y que aún continuaba entrada la noche. La noticia fue anunciada por el Ministerio del Interior. Los enfrentamientos costaron la vida a medio centenar de islamistas y a ocho soldados, según informaciones oficiales.
La intervención del Ejército permitió rescatar a medio centenar de mujeres
"Es un proceso lento: tienen ametralladoras y lanzacohetes", asegura el portavoz militar
Se desconocía cuántos hombres armados y cuántos civiles seguían dentro del recinto. El portavoz militar, general Waheed Arshad, admitió que sus comandos encontraron más resistencia de la prevista. "Disponen de toda clase de armas, tienen ametralladoras, tienen lanzacohetes y han estado utilizando granadas, así que es un proceso lento", dijo el militar en una conferencia de prensa transmitida en directo por televisión. Aseguró que el Ejército controlaba el 80% del recinto, y aunque se habían divulgado informaciones de que 15 militantes tenían chalecos explosivos, negó que se hubieran producido operaciones suicidas.
Las imágenes de televisión mostraban columnas de humo que salían de algunos edificios. El portavoz militar aseguró que estaban usando bombas de ruido para evitar víctimas entre los rehenes. Las fuerzas de seguridad cerraron el acceso a los periodistas y les mantuvieron alejados de los hospitales a donde trasladaban a los heridos.
"El Gobierno va a tener que explicar cómo los extremistas han podido acumular semejante arsenal", declaró por teléfono a este diario Eitezam Ehsam, un ex ministro del Interior que ahora se encuentra en la oposición.
Además, según fuentes militares citadas por la agencia Associated Press, entre los cabecillas de la mezquita había dos jefes paquistaníes de Harkatul-Yihad-e-Islami, un grupo vinculado al asesinato del periodista Daniel Pearl y a varios intentos de asesinato contra el presidente Pervez Musharraf.
"El Gobierno está utilizando toda su fuerza. Es una agresión en toda regla. Mi martirio es seguro", declaró Ghazi horas antes de su muerte en una entrevista telefónica con la televisión privada Geo.
Ghazi y su hermano Abdul Aziz, el imán titular de la mezquita, habían estado utilizando ese templo y sus escuelas coránicas adyacentes como base para lanzar una campaña de islamización, primero en la capital, y que después pensaban extender a todo el país. Desde hace algunos meses, sus estudiantes, en especial las mujeres de la madraza Jamia Hafsa, habían protagonizado incursiones para imponer su versión de la moralidad islámica, llegando a secuestrar a presuntas prostitutas a las que trataban de reeducar.
La cruzada de los radicales islamistas había puesto en apuros al presidente Pervez Musharraf. El general es en teoría un aliado clave de Estados Unidos en la lucha contra el terrorismo, pero su Gobierno ha sido incapaz de controlar las escuelas religiosas que difunden la ideología extremista.
Musharraf ordenó la intervención del Ejército poco después de las cuatro de la madrugada de ayer (hora local, tres horas menos en la España peninsular), después de que fracasaran los intentos de mediación. Para entonces, el pulso entre los militantes y las fuerzas de seguridad se prolongaba una semana y había dejado 24 muertos. Con las de ayer, las víctimas mortales se elevaban a más de 80, aunque la cifra podría elevarse una vez que concluyan los combates. Un portavoz de la Fundación Edhi dijo que el Gobierno le había pedido que preparara 400 mortajas.
La intervención militar permitió rescatar a medio centenar de mujeres, entre ellas la esposa y las hijas de Abdul Aziz, quien fue capturado el pasado miércoles cuando intentaba huir bajo una burka. Ambas habrían sido detenidas. El Ejército también dijo que 70 militantes se habían entregado o habían sido detenidos. Pero anoche se desconocía cuántas personas seguían aún atrincheradas en el recinto de la mezquita.
Según las autoridades, un centenar de militantes liderados por un simpatizante de Al Qaeda retenían ayer a entre 300 y 400 estudiantes, incluidos mujeres y niños, como escudos humanos. Tanto Ghazi como algunas de las mujeres que salieron desmintieron ese extremo y aseguraron que todos estaban allí por su propia voluntad.
Unos 9.000 chicos y chicas de entre 10 y 20 años estaban matriculados en las dos escuelas coránicas dependientes del templo, aunque sólo parte de ellos como residentes. El cabecilla del pulso al Gobierno afirmó al principio de la crisis que había 1.800 personas a su lado y que estaban dispuestas a morir como mártires antes que rendirse. "Su sangre desatará una revolución islámica", había amenazado. Más de 1.000 estudiantes lograron salir de la mezquita al inicio del bloqueo.
La mayor preocupación del Gobierno paquistaní durante toda la crisis ha sido evitar en lo posible la muerte de civiles, por temor a las posibles simpatías que un baño de sangre podría despertar hacia los extremistas. Aunque las informaciones mostradas por las televisiones locales no traslucían simpatía alguna hacia los militantes, muchos entrevistados transmitían su preocupación por las mujeres y niños atrapados en el pulso de los radicales. En previsión de posibles reacciones, el Gobierno declaró el estado de máxima alerta en todo el país, según informó el ministro del Interior, Aftab Ahmed Sherpao.
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