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Reportaje:

Nace el Museo Judío

La comunidad hebrea conmemora noventa añosde la fundación de la primera sinagoga en Madrid

La comunidad judía de Madrid inauguró ayer su Museo de Historia, en el nonagésimo aniversario del establecimiento de la primera sinagoga madrileña. En un acto solemne celebrado en la sede de la calle de Balmes, detrás de la glorieta de Iglesias, el presidente de la Comunidad Judía de Madrid, Jacob Israel Garzón, así como Víctor Harel, embajador de Israel en España, hicieron de anfitriones de la presidenta regional, Esperanza Aguirre, y del alcalde, Alberto Ruiz-Gallardón, invitados al acto inaugural.

El museo, lleno de información bibliográfica, fotográfica y documental, ocupa una estancia reducida en la planta baja del edificio, concebido como centro religioso y de estudio, con una biblioteca con ricos fondos cabalísticos. El diseño del pequeño museo ha sido ideado por Fabio Schneyder, que confiesa haber ido descubriendo a lo largo de su montaje las vicisitudes -"superadas con éxito", dice- de la colectividad hebrea en Madrid.

"He tenido la suerte de contar con numerosos testimonios fotográficos", explica este hombre, argentino de nacimiento y afincado en España. Argentina es el país de procedencia de una tercera parte de los judíos, generalmente askenazis (de raigambre centroeuropea), asentados en Madrid, si bien la mayoritaria es de origen sefardita (denominación que deriva del nombre de España, Sefarad, en hebreo antiguo) bajo la cual se conoce a la diáspora consecutiva a la expulsión de los judíos de España en 1492.

Primer éxodo

La afluencia judía surgió en Madrid, paulatinamente, desde mediados del siglo XIX. Ya en 1914, el éxodo simultáneo al estallido de la I Guerra Mundial trajo aquí a Max Nordau, líder sionista y uno de los fundadores de la comunidad establecida en la capital española, donde hoy vive aproximadamente un tercio de los más de 40.000 judíos asentados en España. Barcelona es la ciudad que polariza otro tercio y el tercio restante vive entre distintos enclaves de Levante y la Costa del Col hasta el Estrecho de Gibraltar.

En 1917 se crea la primera sinagoga, Midrás Abarbanel, bajo el impulso de Ignacio Bauer y Landauer, prócer de la vida social y económica madrileña, junto al de Abraham S. Yahuda, catedrático de Lengua Hebrea en la Universidad Complutense; sus estatutos datan de 1920; una de sus sedes estuvo en la calle del Príncipe, 5, a la sazón arteria céntrica de la ciudad. Bauer, muy relacionado con la vida social madrileña, sería anfitrión de la visita a Madrid de Albert Einstein, que pronunció una muy esperada conferencia en la Residencia de Estudiantes, en el año de 1923. Una fotografía los muestra juntos en el hotel Palace, donde fuera agasajado el físico judío alemán.

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Las dificultades eran, sin embargo, evidentes para los judíos madrileños en aquellos años: prueba de ello era que cuando fallecían carecían de cementerio propio, por lo que debían ser sepultados en uno de Carabanchel, propiedad de la Embajada de Su Majestad británica, que les cedía su suelo, donde aún hoy cabe contemplar el sepulcro de Bauer.

Posteriormente, en 1922, la comunidad fue autorizada a disponer de un área de enterramientos en una zona del cementerio civil contiguo al de La Almudena y otro en Hoyo de Manzanares, ya en 1979.

En aquellas primeras décadas, la comunidad judía, que entonces se denominaba israelita, se reunía en pisos de calles madrileñas como Hermanos Miralles, 11, concretamente en un entresuelo, o en la del Cardenal Cisneros, 62. Su visibilidad social era escasa hasta que en 1931 un diario conservador publicó en su primera página una fotografía de una boda por el rito hebreo, signo de la libertad religiosa republicana.

Cierre en la Guerra Civil

Durante la Guerra Civil, la sinagoga madrileña fue cerrada y sus enseres trasladados a Murcia en 1938. Los judíos compartieron las zozobras de los demás españoles. Como aspecto singular, una unidad militar compuesta netamente por judíos combatió en las Brigadas Internacionales. Editaba una publicación propia en yiddish, semejante al ladino, que se muestra en el Museo Histórico, donde proliferan ediciones de todo tipo, desde filosóficas hasta infantiles. La pieza clave es una Tora, libro sagrado de los judíos, que se despliega a partir de dos rollos; su lectura se sigue con un yad, puntero de metal noble que facilita el curso de la mirada sobre la palabra escrita, arquitrabe de la sabiduría hebrea.

Una sala del nuevo Museo de Historia de la Comunidad Judía de Madrid.
Una sala del nuevo Museo de Historia de la Comunidad Judía de Madrid.GORKA LEJARCEGI

Cinco siglos después

Los judíos adultos de Madrid conservan un recuerdo grato del 31 de marzo de 1992, fecha en que los Reyes de España, don Juan Carlos y doña Sofía, asistieron en la sinagoga a un acto solemne coincidente con el quinto centenario de la expulsión de los judíos de España por apremiante dictado de los reyes Fernando de Aragón e Isabel de Castilla.

Aquel acto, 500 años después, restañaba simbólicamente la herida infligida en 1492 al pueblo judío: 100.000 de sus hijos salieron amarga y precipitadamente de España en dirección a Portugal; de allí serían expulsados en 1496 y pasarían o al norte de África y al extremo oriental mediterráneo, o a Europa del Norte.

En su singladura, las lágrimas de los exiliados evocaban que fue en España donde, durante una parte de la Edad Media, habían disfrutado de una vida serena y laboriosa cuando Europa, de Inglaterra a Occitania e Italia, ardía en persecuciones contra sus antepasados. Por ello, llevaban consigo las llaves de sus casas españolas y acariciaban la idea de vivir sólo una pesadilla y que pronto retornarían.

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