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Reportaje:

Europa sufre las heridas de Chernóbil 20 años después

Un informe británico asegura que un 40% del suelo de la Unión Europea presenta altas dosis de contaminación radiactiva

Ana Carbajosa

Diez países europeos, con Francia a la cabeza, han decidido replantearse la opción nuclear, tras más de una década de boicoteo a la energía atómica. Un petróleo a precios prohibitivos, la dependencia de los suministros energéticos de Rusia, la inestabilidad sin visos de final en Irak e Irán, el fuerte tirón de la demanda de China e India, y el cambio climático como coartada, han animado a los políticos europeos a atreverse a reabrir el debate nuclear ante sus votantes. Pero esta nueva corriente del átomo se topará en pocos días con una cita histórica, el 20 aniversario de la catástrofe de Chernóbil (26 de abril de 1986), que servirá para recordar a los europeos que el accidente surgido del error humano que provocó el estallido del reactor número cuatro en la antigua Unión Soviética, desperdigó veneno nuclear, todavía activo, en el territorio de la UE.

El 26 de abril de 1986 un error humano causó el accidente nuclear más grave de la historia
Los cientificos estiman entre 30.000 y 60.000 los muertos por la catástrofe en Ucrania

La conmemoración del peor accidente nuclear de la historia promete ser polémica y sujeta una vez más a la guerra de cifras, que van de las decenas a las decenas de miles. Un estudio británico, que Los Verdes europeos presentarán esta semana en la Eurocámara, se suma a la marea de críticas a los datos que maneja Naciones Unidas -considerados muy a la baja en diversos círculos científicos-, y asegura además que un 40% del suelo de la UE presenta altas dosis de contaminación radiactiva. La publicación coincide con nuevos datos del Gobierno del Reino Unido, que recuerdan que la nube tóxica de Chernóbil afecta aún a cientos de miles de cabezas de ganado, sujetas a estrictos controles sanitarios. Varios países de la UE mantienen asimismo restricciones al movimiento de ciertas especies animales y vegetales, todavía muy contaminadas.

El pasado septiembre, la Agencia Internacional de la energía Atómica (OIEA) y la Organización Mundial de la Salud (OMS) emitieron un informe que rebajaba drásticamente el número de muertes causadas por la explosión nuclear, y que se centraba en las tres repúblicas ex soviéticas más afectadas: Bielorrusia, Rusia y Ucrania. Los eurodiputados verdes sostienen, sin embargo, que más de la mitad del veneno nuclear que liberó la central de Ucrania acabó fuera de estos tres países y en suelo europeo-occidental. Para ello, se valen de imágenes tomadas por satélite de la nube tóxica que los días posteriores a la tragedia recorrió Europa, compuesta por elementos como el cesio 137, con una vida media de 30 años.

"Las concentraciones más altas de nucleidos volátiles y de partículas de combustible se dieron en Bielorrusia, Rusia y Ucrania. Pero más de la mitad del total de la cantidad de emisiones de Chernóbil se depositó fuera de esos países", dice el estudio de 90 páginas, titulado El otro informe de Chernóbil, que maneja datos recopilados por la Comisión Europea en 1998. La antigua Yugoslavia, Finlandia, Suecia, Bulgaria, Noruega, Rumania, Alemania, Austria y Polonia habrían recibido cada uno más de 10 becquereles (Bq, unidad de medida de la radiactividad) de cesio 137, siendo 600 Bq, el límite establecido por la UE para el caso de los alimentos.

"Cerca de 3.900.000 kilómetros cuadrados de Europa (una superficie similar a ocho veces la de España) quedaron contaminados por cesio 137 (por encima de 4.000 Bq/m2), el 40% de la superficie de Europa", indica el texto del informe, que además especifica que el 2,3% del territorio europeo recibió dosis de contaminación más elevada. Este último dato, es precisamente el que reconocen la OMS y la OIEA. Austria fue el país más expuesto a la nube radiactiva, mientras que en Finlandia y en Suecia quedó contaminado el 5% de su territorio. En niveles inferiores de contaminación, Alemania, con un 44% de sus tierras contaminadas y el Reino Unido, con un 34%, fueron de los países que salieron peor parados de la vieja Europa. España no figura entre los países afectados por la nube tóxica.

Las autoridades alimentarias británicas han hecho pública esta semana una información, según la cual, "debido a la contaminación provocada por el accidente de Chernóbil, ovejas en ciertas áreas del Reino Unido todavía contienen niveles de radiactividad por encima de los límites de seguridad. La Agencia [de estándares alimentarios] mantiene restricciones al movimiento de las ovejas afectadas para proteger a los consumidores". El informe añade que el cesio 137 pasa de la tierra a la hierba, y del pasto a los animales, y aplican la restricción a un total de 200.000 animales y 374 granjas. Y en ese mismo país, el epidemiólogo John Urquhart acaba de publicar un documento que relaciona un crecimiento del 11% de la mortalidad infantil en las zonas en las que la lluvia tóxica tuvo más impacto a finales de los ochenta, frente al 4% en el resto del país.

Junto al Reino Unido, las restricciones al tráfico de alimentos persisten en Suecia y Finlandia, donde afectan principalmente al reno y a productos de los bosques. Y en algunas regiones de Alemania, Austria, Italia, Lituania y Polonia, donde la caza, las setas silvestres, bayas y una especie de peces carnívoros registran un excesivo contenido de cesio 137.

Las consecuencias de Chernóbil fueron desde el principio motivo de discordia, en parte por la opacidad con la que la antigua Unión Soviética manejó una catástrofe que trató de ocultar y minimizar hasta el último momento (también lo ocultaron otros países como Francia). Después, porque el daño que se le atribuya al accidente influye en la percepción del peligro que supone el desarrollo de la energía nuclear, y no faltan partes interesadas en dibujar su propia realidad.

Cuando el pasado septiembre, la ONU hizo públicas sus cifras -59 muertes confirmadas por radiación, 4.000 más previstas (esta cifra ha sido elevada por la propia organización a 9.000) y el 99% de los cánceres de tiroides detectados en niños expuestos a las radiaciones, curados- la reacción no se hizo esperar. Científicos ucranios, rusos y bielorrusos primero, y de Europa y Estados Unidos después, discreparon de los resultados: "El informe se apoya en cifras absolutamente falsas", dijo entonces Volodímir Usatenko, consejero de la comisión del Parlamento de Ucrania encargada de la seguridad nuclear. Ahora, los científicos británicos Fairlie y David Sumner, autores del informe de Los Verdes estiman que la cifra de muertes atribuibles a la catástrofe oscila entre los 30.000 y los 60.000. Desde la OMS se aferran a sus estimaciones y explican que el informe de Fairlie "mira a toda Europa y nosotros sólo nos centramos en las regiones más afectadas de los tres países", en palabras del portavoz de la organización, Gregory Hartl.

La guerra de cifras está servida y mientras los detractores y defensores de la energía nuclear echan mano de los datos que mejor se acomodan a su opción política, en tiempos de renacimiento nuclear en Europa. Y no parece que el 20 aniversario vaya a arrojar mucha luz sobre lo que pasó el día en que la central de Chernóbil escupió su veneno a medio mundo.

Activistas antinucleares se manifestan ayer en Cherburgo (Francia) para recordar a las víctimas  de Chernóbil.
Activistas antinucleares se manifestan ayer en Cherburgo (Francia) para recordar a las víctimas de Chernóbil.EFE

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Sobre la firma

Ana Carbajosa
Periodista especializada en información internacional, fue corresponsal en Berlín, Jerusalén y Bruselas. Es autora de varios libros, el último sobre el Reino Unido post Brexit, ‘Una isla a la deriva’ (2023). Ahora dirige la sección de desarrollo de EL PAÍS, Planeta Futuro.

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