"El cine es la forma de arte más completa"
Shirin Neshat (Irán, 1957) salió de su país con 17 años. Desde entonces reside en Estados Unidos. Durante su ausencia fue la caída del régimen del Sha y la instauración de una República Islámica teocrática. Doce años después de su marcha, en 1990, Shirin Neshat volvió por primera vez a Irán. A raíz de aquel viaje comenzó una trayectoria artística que la ha convertido en una de las artistas contemporáneas más destacadas. Ha mantenido una mirada compleja sobre las diferencias culturales y sobre la identidad de la mujer. Desde finales de los años noventa comenzó a realizar videoinstalaciones y a interesarse por el cine, desarrollando una obra cada vez más lírica y poética.
PREGUNTA. En su trayectoria, la fotografía ha ido cediendo terreno en beneficio de la imagen en movimiento.
"Sentí frustración con mi fotografía, que se había convertido en icónica y monumental, casi escultórica"
RESPUESTA. De 1993 a 1997 realicé una extensa serie fotográfica titulada Women of Allah; cubría esencialmente el tema de la mujer en relación con la revolución islámica y la fe en Irán. Pero hacia 1997, cuando empezaba a obtener un reconocimiento como fotógrafa, me cuestioné mi estilo y tendencias y reformulé mi obra. Sentí la necesidad de ir más allá, de pasar de temas políticos a otros más filosóficos e intemporales. Necesitaba un medio que me permitiera esa transición. Sentí frustración con mi fotografía, que se había convertido en icónica y monumental, casi escultórica. Buscaba más poética, más lirismo, que mis imágenes y personajes se convirtieran en reales. Quería contar historias. Ofrecer al espectador una experiencia en vez de un objeto. Por tanto, con mi primer trabajo serio en vídeo, Turbulent (1998), se abrió una nueva aventura ante mí. Desde entonces mi obra ha sido un cruce entre artes visuales y cine.
P. Ha expresado en su trabajo un deseo de reconciliación con su pasado y su cultura, una posición ambigua lejos de posturas didácticas o tópicas con relación a los temas abordados ¿Dónde está hoy ese centro desde el que persigue elaborar sus propuestas?
R. Mi focalización sobre Irán no parte de un interés por estudiar la cultura sociológica o política sino de una necesidad personal de reconciliación. Como iraní separada de su país y familia a una edad temprana la pregunta irresuelta sobre "el hogar" se ha convertido en una obsesión. Si el espectador no tiene en mente esta perspectiva mi obra pierde significado. A menudo la gente, erróneamente, me ve como portavoz de la sociedad iraní y la cultura islámica en general. Es una responsabilidad que me sobrepasa. Mi obra es el producto de quien soy y refleja el punto de vista de una artista que vive en la distancia, entre dos culturas.
P. Se ha ido acercando a una producción cada vez más cinematográfica.
R. Considero el cine como la forma de arte más completa, ya que puede incorporar acción dramática, coreografía y música con elementos de fotografía, pintura y escultura. Quizá lo que más me gusta del cine es que es accesible a un público más amplio que el del arte. También disfruto de la exigencia que conlleva realizar cine, en el sentido de que el mundo se convierte en tu estudio.
P. Hay un grupo de cineastas en Irán con una importante obra y unas señas de identidad muy definidas, ¿cómo percibe su trabajo?
R. Hay muchos cineastas iraníes maravillosos que sin duda me han influenciado. Son individuos admirables por la amplia visión que ofrecen bajo un control gubernamental tan alienante. Han convertido esas limitaciones en ventajas, que han conducido a una increíble expresión creativa. Lo que identifico principalmente en estos directores es ese lenguaje poético y ese minimalismo que es ciertamente una característica iraní. Abbas Kiarostami es mi favorito, sus películas son pura poesía, con un patetismo auténtico y universal.
P. El sonido, la música, la coreografía y el movimiento son importantes en su obra, ¿le interesa construir emociones? ¿Qué lugar ocupan en su discurso?
R. Me he dado cuenta de que el uso de la música y una coreografía interesantes me ayudan a neutralizar el aspecto político de la obra, y deja espacio a las intenciones emocionales de estos conceptos. Lo que me gustaría que sintiera al final el público de mis películas es la humanidad que hay detrás de estas personas-rostros. Intento hacer una obra que provoque al espectador intelectual, política, visual y emocionalmente.
P. Su trabajo se ha ido haciendo complejo. Lo ha llevado hacia un territorio universal, menos etnográfico, más abstracto en cuestiones de género, identidad y sujeto
R. Se dice que el mejor método para hacer arte universal es empezar por la aproximación étnica. La verdad es que debido a mi vida bicultural no me creo capaz de hacer arte dirigido a una única cultura. Lo que intento es hablarle al mundo sobre temas universales.
P. En el Musac muestra por primera vez su trabajo Zarin. ¿Qué dice sobre él y sobre su relación con la novelista Suahrnoush Parsipour, con quien también trabajó en Mahdokht?
R. Zarin es quizá mi pieza más cinematográfica. Trata sobre el derrumbe psicológico de una prostituta que sufre de un extremo sentimiento de vergüenza por su cuerpo y sexualidad. Va enloqueciendo y comienza a ver a sus clientes sin rostro. Cree que es un castigo divino, y huye del burdel para buscar el perdón de Dios. Pero se ve rechazada y los hombres siguen apareciendo sin rostro. Este personaje y el de Mahdokht son protagonistas en el libro Women without Men, de Parsipour. Ella se ha convertido en una figura de tremenda inspiración para mí. Tristemente, siendo una de las más destacadas escritoras iraníes, vive en el exilio en Estados Unidos, en circunstancias difíciles. Estuvo en prisión algunos años por este libro que sigue prohibido en Irán.
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