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La batalla por el petróleo iraquí

Irak representa para EE UU una fuente de abundante crudo a bajo precio alternativa a Arabia Saudí

Fernando Gualdoni

La primera consecuencia de un ataque estadounidense contra Irak en el mercado petrolero será la de un incremento de los precios. La cotización se dispararía a una banda de entre 35 y 40 dólares, según el consenso generalizado de los expertos del sector, por un periodo relativamente corto (un mes como máximo) si la intervención es rápida y efectiva, como se prevé que será. Tras una guerra corta y un cambio de régimen en Bagdad, el mercado petrolero será básicamente 'más predecible, estable y seguro, y los precios serán más bajos', según Tom Nicholls, redactor jefe de la publicación británica Petroleum Economist.

A ninguno de los expertos consultados del mercado de Londres y de empresas del sector en España e Italia se le escapa la importancia estratégica que tiene el petróleo para EE UU, el mayor importador de crudo del mundo, y el hecho de que Irak tenga las segundas mayores reservas probadas del mundo, 112.000 millones de barriles. El petróleo iraquí, además de ser abundante, es de calidad media y su coste de extracción está entre los más bajos.

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'La caída de Sadam Husein acabaría con el embargo petrolero y permitiría el desarrollo del negocio en Irak', explica Chris Baker, analista del Instituto del Petróleo de Londres. 'Tras la guerra, las empresas petroleras tardarían menos de un año en llevar la producción iraquí del millón y medio actual al doble. En un par de años, con las actuales tecnologías de exploración y prospección, Irak puede llegar a convertirse en el segundo mayor productor y exportador de crudo del mundo, detrás de Arabia Saudí, con casi seis millones de barriles diarios', dice Baker.

Dependencia

Sobre este potencial petrolero iraquí, se basa todo el análisis del futuro del mercado petrolero. Siempre que se habla con Zuhayr Mikdashi, de origen libanés, ex asesor de la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP) y actual catedrático de un curso de posgrado en el negocio petrolero de la Universidad de Lausana, recuerda que el petróleo de Oriente Próximo, en concreto el saudí, 'es el origen del american dream (sueño americano)'. 'Sin el petróleo saudí, EE UU jamás se hubiese convertido en la potencia que es', concluye siempre el profesor.

EE UU produce mucho petróleo, casi seis millones de barriles diarios, pero la economía estadounidense necesita más de tres veces esa cantidad para funcionar. En 2001, EE UU importó 11,6 millones de barriles diarios y más del 20% de ese crudo era saudí. Esa dependencia ya había sido motivo más que suficiente para que el ex presidente George Bush (padre) interviniese rápidamente en defensa de sus aliados y socios, Kuwait y Arabia Saudí, cuando éstos fueron invadidos por Irak en 1991.

Tras los ataques terroristas del 11-S y la guerra de Afganistán la relación entre EE UU y Arabia Saudí se enfrió. 'La condena a los atentados por parte del reino saudí fue tibia. Y ya en vísperas de la intervención en Afganistán hubo hasta roces entre ambos países', comentan fuentes del sector petrolero español. 'Para EE UU y el entorno del presidente Bush vinculado al negocio petrolero, Arabia Saudí ya no es de fiar', añaden estas fuentes.

Lo que EE UU teme, según los expertos consultados, es la inestabilidad política del reino saudí en manos de los integristas islámicos y, como consecuencia de ello, aparece la amenaza de una interrupción del suministro de crudo que no podría ser ni siquiera compensado por la producción del mar Caspio, que se prevé que para 2005 estará bastante desarrollada, ni por Rusia, que no sólo se halla al borde de su potencial productor, sino que tampoco es políticamente fiable por completo.

El ascenso del integrismo islámico en Arabia Saudí es hoy mucho más preocupante para Washington que hace un año. El wahabismo, la rama más integrista del mundo musulmán, se presume muy arraigada en la sociedad saudí e incluso entre muchos miembros de la familia real. Los más fieles seguidores del wahabismo, que sirvieron a los intereses de Riad y Washignton para expulsar a los soviéticos de Afganistán, ahora son una amenaza creciente. Hasta antes del 11-S las fatwas (edictos religiosos) que predican 'el odio hacia los infieles' no eran más que una opinión. Ahora Occidente se ha dado cuenta de que esas ideas se han arraigado y extendido en el mundo islámico y no se sabe cuánto más en la propia cuna del wahabismo, Arabia Saudí.

El petróleo de Irak no libra a EE UU de su dependencia del crudo saudí por completo, pero supone una especie de 'seguro energético' en el caso de una crisis. Como dice Nicholls, 'EE UU busca diversificar sus fuentes de energía para asegurarse un flujo permanente y suficiente de crudo'. Arabia Saudí, en el mundo petrolero, es irreemplazable por completo y Washington sabe mejor que nadie que las relaciones con Riad deben ser lo más amistosas posible. Arabia Saudí es el único país capaz de producir hasta 12 millones de barriles diarios y sus reservas doblan las iraquíes. Los saudíes pueden, por sí solos, disparar o hundir los precios del mercado petrolero porque son capaces de dejar de extraer todo lo que quieran o de poner en el mercado dos millones de barriles diarios en un plazo de 90 días.

Aumento del consumo

Un gobierno 'amigo' en Bagdad daría muchas más garantías a EE UU de que contará con el crudo que necesita para funcionar y seguir creciendo económicamente. La Agencia Internacional de la Energía (AIE) ha previsto que las importaciones de crudo estadounidenses se eleven a 14,3 millones de barriles diarios en 2010 y a 16,7 millones en 2020, el 63% de la demanda prevista para el país. En todo el mundo, se prevé que el consumo de crudo, especialmente en los países industrializados, aumente de los actuales 75 millones de barriles diarios a 120 millones en 2030, según la AIE.

El cambio de régimen en Bagdad también debilitaría a la OPEP, puesto que el país volvería a tener voz y voto en la organización y los nuevos representantes iraquíes en el seno del cartel serían más 'comprensivos', como señala una fuente del sector en España, con los intereses de Occidente. La mayor producción iraquí y el debilitamiento de la OPEP provocarían, según los analistas, el descenso de los precios, hasta un rango entre los 20 y 22 dólares, del que se beneficiarán los países industrializados. 'España, más que el resto de Europa, se beneficiará de una caída de los precios del crudo', explica una fuente del sector petrolero español. 'Nosotros necesitamos más crudo que otros países de la UE para producir una unidad de producto interior bruto (PIB)'. 'Europa', añade la fuente, 'necesita financiar su recuperación económica con un barril a 20 dólares. Cuanto más caro sea el crudo, más tardará en llegar esa recuperación', concluye.

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Sobre la firma

Fernando Gualdoni
Redactor jefe de Suplementos Especiales, ha desarrollado la mayor parte de su carrera en EL PAÍS como redactor de Economía, jefe de sección de Internacional y redactor jefe de Negocios. Es abogado por la Universidad de Buenos Aires, analista de Inteligencia por la UC3M/URJ y cursó el Máster de EL PAÍS y el programa de desarrollo directivo de IESE.

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